Este artículo se publicó hace 13 años.
Israel se queda solo en su apoyo a Mubarak
Reclama a la comunidad internacional que modere sus juicios. Zapatero trata con tibieza la situación en Egipto
Israel es de las pocas voces que se han levantado dando su apoyo incondicional al régimen de Hosni Mubarak. Pese a las condenas de Estados Unidos por la represión contra los manifestantes, Simon Peres, el presidente israelí, cuenta con Mubarak como aliado y por eso ha pedido este lunes a la comunidad internacional que modere sus juicios contra el todavía presidente egipcio.
"Siempre hemos tenido y tenemos gran respeto por el presidente Mubarak. No decimos que todo lo que haga sea correcto, pero hizo una cosa por la que le estamos agradecido: mantener la paz en Oriente Medio", dijo.
Mubarak es el principal socio de Israel en la región y su colaboración es esencial para mantener el bloqueo sobre la franja de Gaza y aislar al movimiento islamista Hamás, que gobierna de facto ese territorio palestino. Por eso, Peres insistió en que "un régimen fanático y religioso en Egipto no será mejor que la falta de democracia".
Sus declaraciones, contrastan con las del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que ayer se limitó a decir que es necesario garantizar el mantenimiento de la paz con Egipto, gobierne quien gobierne en El Cairo. "Nuestros esfuerzos se centran en mantener la estabilidad en nuestra región", expresó el jefe del Ejecutivo, quien añadió que la paz entre Israel y Egipto "ha continuado durante más de tres décadas y es nuestro objetivo garantizar que estas relaciones continúen con cualquier acontecimiento que tenga lugar".
EEUU critica la represiónLas palabras de Peres van en la dirección de la información que publica hoy el diario israelí, Haaretz, que asegura que Israel está presionando a EEUU, China, Rusia y varios países europeos para enmudecer las críticas.
"Lo que se necesita ahora son pasos concretos que amplíen los derechos del pueblo egipcio"Durante el fin de semana, EEUU han criticado duramente la política represiva de Mubarak. Y este lunes el primer ministro británico, David Cameron, ha seguido esta línea, mientras que el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha preferido utilizar un discurso tan tibio como el de la UE.
"Lo que se necesita ahora son pasos concretos que amplíen los derechos del pueblo egipcio, un diálogo significativo entre el Gobierno y sus ciudadanos, y un camino de cambio político que lleve a un futuro de mayor libertad y de mayor oportunidad y justicia para el pueblo egipcio", dijo Obama.
El presidente de EEUU advirtió de que "quiero ser muy claro al instar a las autoridades egipcias a que eviten cualquier violencia contra los manifestantes pacíficos", enfatizó Obama.
Tibia respuesta de ZapateroCameron dijo haber hablado "con el presidente Mubarak y mantuve una conversación con el presidente Obama anoche, y estuvimos muy de acuerdo en que queremos que la respuesta del Gobierno egipcio sea la necesidad de una transición ordenada hacia una situación más democrática, en la que haya más derechos, más libertades, mejor orden público y ese tipo de reformas, para mostrar al pueblo en Egipto que sus preocupaciones y aspiraciones son escuchadas", resaltó el jefe del Gobierno británico.
"La gente quiere un cambio pero no quiere el caos", dice Blair Por su parte, el enviado especial para Oriente Medio, Tony Blair, "la gente quiere un cambio pero no quiere el caos. Habrá un cambio, no hay duda al respecto. Y habrá un cambio, creo, hacia elecciones libres y justas. Pero sucederá de manera que los partidos políticos tengan la oportunidad de competir adecuadamente en esas elecciones", afirmó el ex mandatario laborista.
La UE no se ha posicionado de una manera clara por el momento. Hoy se espera una declaración, pero a juzgar por la tardanza, la línea podría ser la tomada por el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.
El presidente volvió a pedir prudencia ante los acontecimientos que se viven estos días en Egipto y Túnez, y apostó por la libertad, aunque también advirtió del riesgo de injerir desde el exterior en el proceso de democratización de esos países.
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