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La izquierda alternativa hija de los indignados atraviesa un momento de crisis existencial en la UE

Unidas Podemos es el partido de izquierda radical más fuerte en estos momentos en la UE. Tras la implosión de la 'geringonça', es el único miembro de un Ejecutivo europeo. Pero, ¿qué camino han seguido las otras formaciones nacidas de la anterior crisis financiera?

Un partidario del partido Syriza junto a un cartel electoral del primer ministro griego Alexis Tsipras, el 7 de julio de 2019, en Atenas.
Un partidario del partido Syriza junto a un cartel electoral del primer ministro griego Alexis Tsipras, el 7 de julio de 2019, en Atenas. Ángelos Tzortzinis / AFP

La crisis financiera de 2008 fue un movimiento catalizador de las fuerzas de izquierda radical en muchos países europeos, especialmente los del sur, que sufrieron con mayor vehemencia los estragos de las medidas de austeridad que le sucedieron. Con su embrión en las calles y en las asambleas populares, partidos como el español Podemos o el griego Syriza alcanzaron años después los Gobiernos nacionales convirtiéndose en fuerzas políticas determinantes.

Pero tras la crisis de la pandemia y sus adheridas consecuencias socioeconómicos, las izquierdas alternativas están atravesando un momento de crisis existencial que se ha plasmado en los últimos batacazos electorales de Die Linke en Alemania, del Bloco en Portugal o del regreso conservador a Atenas.

¿Por qué? "Los resultados no han sido buenos y hace falta una reflexión sobre por qué los votantes no están viendo a estos partidos como la mejor herramienta para defender una agenda social. Los eurobarómetros nos dicen que la lucha contra la desigualdad es uno de los principales problemas para la población. Es decir: las demandas están ahí, hay que encontrar la manera de canalizarlas y ofrecer certezas", explica a Público María Eugenia Rodríguez Palop, eurodiputada de Unidas Podemos.

Rodríguez Palop: "Las demandas están ahí, hay que encontrar la manera de canalizarlas"

"La tierra no está muriendo, está siendo asesinada". "La revolución será feminista o no será". "No nos falta dinero, nos sobran ladrones". Podemos capitalizó el descontento social de una generación de indignados que veían su futuro preso de las continuos recortes y de la precariedad laboral. En las elecciones generales de 2015, cuatro años después del 15-M, la formación fundada por Pablo Iglesias daba el campanazo convirtiéndose en el tercer partido más votado de España.

Hoy, es socio de la coalición en el Gobierno. Y es el partido de izquierda más fuerte en estos momentos de la UE. Tras la implosión de la geringonça, es el único miembro de un Ejecutivo europeo. Pero el hecho de gobernar podría pasarle factura. Antes de entrar en el Consejo de Ministros, la formación morada tuvo un dilema interno sobre la idoneidad de entrar en un Gobierno como socio minoritario que pudiese desgastarla y frustrar las ambiciones de sus votantes. Un debate habitual en estas formaciones: la lucha social desde fuera o gubernamentalización de la izquierda.

"Dos años después tenemos claras dos cosas: que estar en el Consejo de Ministros es la única manera de hacer cumplir los acuerdos, y que algunos de los avances que se han conseguido habrían sido imposibles con un Gobierno del PSOE en solitario y tentado de buscar apoyos a su derecha", señala Palop.

También fue tras esta ola social, en la que aún daba coletazos la crisis financiera global, cuando la joven Francia Insumisa liderada por Jean-Luc Mélenchon consumó un resultado histórico en la primera vuelta de las elecciones de 2017 quedándose a escasos cinco puntos por detrás de Emmanuel Macron. Su campaña tenía el objetivo de "crear una nueva fuerza política alternativa a la política clásica, reemplazando a una izquierda que se ha desplazado a la derecha, como ha hecho el Partido Socialista". Pero para los comicios galos del próximo mes de abril, la izquierda francesa está sumamente dividida y apenas cuenta con opciones de plantar cara a la ultraderecha de Le Pen y a los liberales de Macron.

Un debate habitual en la izquierda es la disyuntiva entre la lucha social desde fuera o la entrada en las instituciones

Pero el clímax llegó en Grecia, el país que más sufrió las visitas de los hombres de negro de la troika y el yugo de las medidas austeridades. En algunos momentos parecía imposible que las islas helenas permaneciesen dentro del euro. Esta coyuntura de alta volatilidad propició el ascenso de Syriza al Gobierno. Alexis Tsipras y su escudero Yanis Varoufakis hicieron del 'no' a la deuda contraída con el FMI, el BCE y la Comisión Europea su bandera y el regreso de la dignidad del pueblo heleno su lema. Pero el idilio no se sostuvo durante mucho tiempo. La presión dentro y fuera de un país sin liquidez y en caída libre provocó que el propio Tsipras rompiese sus promesas electorales, incumpliendo los resultados de un referéndum y aceptando las condiciones de un tercer rescate. Una claudicación que produjo desbandada en su partido y una férrea oposición del Partido Comunista (KKE). La andadura del premier heleno antiausteridad concluyó en 2019 con el regreso de los democristianos al poder y con un Tsipras como líder de la oposición con una progresiva tendencia socialdemócrata.

Junto a Grecia, Portugal fue otro de los países que más sufrió los recortes dictados en Bruselas. El mismo año en el que Tsipras asumía las riendas del Ejecutivo griego, el luso Antonio Costa cocinó un gobierno alternativo con el apoyo del Partido Comunista y el Bloque de Izquierdas, que acabó saltando por los aires en las elecciones de la semana pasada donde las fuerzas de izquierda radical sufrieron unos de sus peores resultados históricos.

Trabas para ejercer el liderazgo social

Y en este contexto de polarización social, de un apoyo creciente a la inversión pública y al Estado de bienestar y de policrisis causada por la pandemia, muchos son los que se preguntan por qué la izquierda no solo no está capitalizando el momentum ni convirtiéndose en una alternativa, sino que se está desinflando en muchas capitales europeas. "No es cierto que la izquierda no esté teniendo un papel importante en la recuperación: si hay un plan como el Next Generation EU (apoyado en la emisión de deuda conjunta) y una agenda social europea reforzada es gracias a quienes llevamos una década denunciando que la austeridad no era el camino. El tiempo, por desgracia, nos dio la razón, y esta vez la respuesta de la UE ha sido distinta", defiende la eurodiputada de Unidas Podemos.

Algunos analistas apuntan a que la ola roja está siendo adelantada por la ola verde. Mientras los grupos de izquierda buscan su lugar, los partidos Verdes están capitalizando la preocupación del cambio climático, cada vez más prioritario en las preocupaciones de las generaciones jóvenes. En Francia, Alemania o Austria los partidos ecologistas ocupan un lugar privilegiado en el arco parlamentario. Además, la izquierda alternativa también se enfrenta al reto de hacer valer su seña de identidad y diferenciarse de los partidos socialdemócratas en un momento en el que los derechos sociales o la defensa de la igualdad de género o del colectivo LGTBi son bandera de todas las fuerzas progresistas.

"La Izquierda de Europa tiene suficiente experiencia y potencial como para luchar en común, como en el caso de la lucha contra la guerra en Irak, contra la orientación neoliberal del Tratado Constitucional de la Unión Europea o contra la Directiva Bolkestein. Sin embargo, todo esto hasta ahora no ha sido suficiente para presentar un proyecto de alternativa al neoliberalismo con capacidad de hegemonía", resume el estudio La Izquierda en Europa de la fundación RosaLux.

Radiografía del Parlamento Europeo

La Eurocámara devuelve una imagen bastante fiel del estado actual de la izquierda alternativa en la UE. En muchos países, es inexistente. Estados muy católicos como Malta o Italia no cuentan con ningún eurodiputado perteneciente al grupo de La Izquierda. El país transalpino es la gran excepción del sur, donde el descontento social fue canalizado por el populista Movimiento 5 Estrellas y no por un partido de corte marcadamente izquierdista.

Tampoco tienen representación europarlamentaria en La Izquierda Bulgaria, Estonia, Croacia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Hungría, Austria, Polonia, Rumanía, Eslovenia, Eslovaquia. En este último país, el reto está marcado por la gran popularidad de la socialdemocracia. Es definitiva, en buena parte del Este y de las repúblicas exsoviéticas el papel y peso de la izquierda radical es, en el mejor de los casos, residual.

Italia fue la gran excepción del sur; el descontento social lo canalizó el populista Movimiento 5 Estrellas

El grupo La Izquierda cuenta con 39 eurodiputados –de 705– procedentes de 13 países. Es el más pequeño de la Eurocámara y está sostenido, principalmente, por las delegaciones española, griega y alemana. En su manifiesto destaca la justicia climática, la justicia fiscal, los derechos de los trabajadores y la observancia de los derechos humanos para una UE que "debe convertirse en un proyecto de la gente y no de las élites". Constituido en 1995, su primer presidente fue el español Alonso Puerta, eurodiputado durante más de diez años por el Partido de Acción Socialista (PASOC), aunque sus inicios políticos fueron con el carnet del PSOE. En estos momentos ejerce de presidente de la Fundación Indalecio Prieto.

Así, la caída de la Unión Soviética tuvo un efecto de transformación ideológica y pragmática en los partidos de izquierda europeo, que con el paso de los años han entonado un discurso más moderado, e incluso defensor, del proyecto europeo. De forma generalizada, la mayoría se han distanciado de postulados más ortodoxos y en estos momentos buscan su sella de identidad en un mundo, una sociedad y un contexto político muy cambiante y en ebullición constante.

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