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Las milicias van a la caza de los gitanos

El partido ultra Jobbik siembra el terror entre las minorías y los extranjeros

P. KOWALSKI

'Estamos asustados, porque los extremistas nos agreden y nos insultan. Han organizado manifestaciones contra nosotros y exigen nuestra expulsión de los pueblos donde vivimos. Nuestra vida en Hungría siempre ha sido dura, pero ha empeorado en los últimos meses'. Quien así se expresa es un joven gitano al que llamaremos Viktor, porque, por razones de seguridad, prefiere ocultar su nombre.

En conversación telefónica, Viktor explica que vive en Gyöngyöspata, un pueblo de unos 2.400 habitantes situado en el norte de Hungría donde residen más de 400 gitanos. Su situación, según explica, 'ha empeorado' desde que el partido ultraderechista Jobbik consiguió el 17% de los votos y 47 diputados y se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria en las pasadas elecciones legislativas, hace un año.

'Estamos asustados, porque nos agreden y nos insultan', dice un joven gitano

Jobbik (Movimiento para una Hungría Mejor), fundado en 2003, está liderado por Gábor Vona, un antisemita que recoge el legado ideológico de los fascistas y nazis húngaros y que ha convertido el rechazo a los gitanos y los extranjeros en uno de sus principales objetivos políticos. Militantes y simpatizantes uniformados de este partido se han desplegado por diversos pueblos del norte de Hungría para exigir a los gitanos que abandonen sus lugares de residencia.

Los extremistas de Vona atizan las tensiones contra los gitanos y, en algunos casos, las autoridades locales hacen la vista gorda. Es más, según revela un medio de comunicación local, algunos alcaldes del norte de Hungría han llamado a estas milicias para que controlaran la seguridad en sus calles y mantuvieran a raya a los gitanos.

János Farkas, el patriarca de la comunidad gitana de Gyöngyöspata, declaró a un periódico local: 'Estamos asustados. No puedo olvidar a esos hombres uniformados y con botas negras [los seguidores de Jobbik] que desfilaban por las calles del barrio donde vivimos entonando cantos militares'. La mayoría de estos hombres violentos son antiguos miembros de Magyar Garda (Guardia húngara), un grupo paramilitar ilegal que se inspira en la estética y la ideología de Cruz Flechada, el partido fascista húngaro antes de la Segunda Guerra Mundial.

En Gyöngyöspata, los extremistas racistas se denominan Szebb Jovoért Polgáror Egyesulet (Asociación de patrullas civiles para un mejor porvenir). Existen otros grupúsculos como el Ejército Nacional de los Centinelas y el Ejército de los Bandidos, que siembran el miedo entre los gitanos húngaros.

Los ultras y la población que les da apoyo justifican el acoso a los gitanos diciendo que 'tenemos que defendernos de los robos que cometen'. János Farkas asegura que los extremistas 'nos hacen la vida imposible, nos insultan y nos humillan. El Estado no hace nada y la Policía local contemporiza con nuestros agresores'. 'Nos han llegado a decir que nos largáramos de Hungría, porque de lo contrario nos iban a matar', se lamenta Viktor.

Hasta los alcaldes recurren a milicias violentas para controlar las calles

El líder de Jobbik, Gábor Vona, estuvo en Gyöngyöspata y se entrevistó con las autoridades locales, que le dieron las gracias por la labor de seguridad llevada a cabo por sus milicias.

El Gobierno de derecha de Viktor Orban se ha visto en la obligación de sustituir en algunas poblaciones a los policías locales por agentes trasladados desde Budapest y otras urbes. Jobbik no piensa bajar la guardia, y recientemente organizó una manifestación en Hejoszalonta, a unos 180 kilómetros de Budapest, para protestar contra 'un crimen gitano'. Una parte de la élite local encabezada por el director de la escuela pública se manifestó con los ultras, mientras que el alcalde, Jozsef Anderko, se solidarizó con los gitanos, junto con militantes proderechos humanos.

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