La paz por territorios propuesta por un ejecutivo de la OTAN, una salida realista a la guerra de Ucrania
La brecha abierta por un alto cargo de la OTAN al supeditar la paz a la cesión de territorios deja un sombrío mensaje: la partición de Ucrania parece inevitable y la derrota rusa un espejismo.
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Las noticias que llegan a Kiev no son buenas. El ejército ruso está atrincherado y no cede un palmo de terreno sin terribles costes, las armas que reclama Ucrania se retrasan y no serán decisivas en la contraofensiva en marcha, y algunos de sus aliados occidentales empiezan a considerar la dura realidad: si se quiere negociar la paz, habrá que ceder, pues Rusia está muy lejos de la derrota en el campo de batalla.
Solo una hecatombe en la cúpula del poder ruso podría garantizar hoy día el final de la guerra de Ucrania, aunque ello supusiera el comienzo de otra crisis de proporciones infinitamente mayores. Esto lo saben en Kiev, aunque no se lo acaban de creer y la propaganda cuenta precisamente lo contrario.
Lo malo es que ya empiezan a decirlo en alto en los despachos de la OTAN en Bruselas, como acaba de suceder. Las perspectivas de que la guerra continúe en 2024 sin visos de solución no gustan mucho en la Alianza y el nerviosismo empieza a tomar forma.
Cesión de territorio a cambio de entrar en la OTAN
Stoltenberg: "Son los ucranianos los que pueden decidir cuándo se dan las condiciones para las negociaciones"
No ha servido de mucho que Stian Jenssen, jefe de Gabinete del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, matizara la bomba que acababa de soltar horas antes en un foro político en Noruega: "Creo que una solución (a la guerra) puede ser que Ucrania ceda territorio y reciba a cambio su ingreso en la OTAN. No digo que deba ser así, pero es una posible solución".
Después, el asesor de Stoltenberg explicó que fue un "grave error" hacer esa afirmación en un contexto también inapropiado. No era de extrañar este frenazo y marcha atrás, dada la reacción ucraniana. Según Oleg Nikolenko, el portavoz del Ministerio de Exteriores ucraniano, "que un representante de la OTAN esté apoyando la narrativa de una cesión territorial es absolutamente inaceptable y respalda las posiciones de Rusia".
Tuvo que ser el propio Stoltenberg quien saliera a apagar el fuego, aunque hayan quedado los rescoldos y sin duda provocarán nuevos incendios. "Son los ucranianos, y solo los ucranianos, los que pueden decidir cuándo se dan las condiciones para las negociaciones, y los que pueden decidir en la mesa de negociación qué es una solución aceptable".
Lo que no especificó el secretario general de la OTAN es si, convenientemente "aconsejados" por quienes les sostienen militarmente, podrán ser los propios ucranianos quienes acepten esa posibilidad de paz a cambio de territorios, sobre todo si se les abren las puertas de par en par hacia la integración en Europa.
La alternativa es que Ucrania surja de una guerra interminable como un país devastado y un estado fallido, al que, como ocurrió con Afganistán hace dos años, los aliados estadounidenses y europeos acaben dejando en la estacada.
Moscú no devolverá Crimea ni se sentará en un tribunal internacional
Rusia tiene capacidad para afectar a los intereses occidentales en otras partes del planeta
Para cualquier tipo de diálogo, Ucrania exige como innegociable la retirada rusa de los territorios ocupados desde el 24 de febrero de 2022 y de la península de Crimea, anexionada ilegalmente en 2014. También reclama que Moscú pague todos los gastos y destrucciones causados por la guerra y que sea juzgada por un tribunal penal la cúpula del poder ruso, con Vladímir Putin a la cabeza.
Pero ni Rusia se retirará de Crimea ni cederá todas las conquistas realizadas en el este del país, ni menos aún permitirá que se toque un solo pelo a sus dirigentes. Y el curso actual de la guerra apunta a que aún queda mucho conflicto por delante y que la presión del Kremlin podría ser mucho mayor en el campo de batalla.
Fuentes de inteligencia de Estados Unidos han señalado esta semana al diario The Washington Post que la contraofensiva ucraniana no podrá cumplir su objetivo principal, es decir, retomar la ciudad meridional de Melitopol para partir en dos a la media luna de territorios ocupados por Rusia y así aislar a la joya de la corona de esta guerra, Crimea.
La guerra de Ucrania no es solo un conflicto entre dos poderes regionales, a uno de los cuales apoya un bloque militar con ansias globales como es la OTAN.
Rusia es una superpotencia con inmensos recursos energéticos, aunque ahora el rublo ande de capa caída por las sanciones. Tiene capacidad para afectar a los intereses occidentales en otras partes del planeta, como está ocurriendo en África, donde se aclama a las fuerzas de "interposición" mercenarias rusas, mientras se maldice a las francesas y estadounidenses.
La soberbia de desdeñar a una superpotencia
Moscú quiere demostrar que el tiempo juega contra Ucrania
Pero lo peor de todo es que Rusia es una superpotencia nuclear y jamás admitirá una derrota total en Ucrania (que es lo que significaría su retirada completa) sin recurrir antes a las armas atómicas para proteger lo que Moscú considere territorios inalienables de la Federación Rusa, como Crimea. Así lo indica la doctrina de seguridad rusa. Su despliegue de cabezas nucleares tácticas en Bielorrusia el pasado julio apunta en ese sentido.
En todo caso, Rusia ni siquiera tiene que recurrir a la amenaza nuclear. Ucrania necesita ganar la guerra y no lo está haciendo. Las fuerzas ucranianas no consiguen traspasar las líneas de defensa rusas, al tiempo que el ejército del Kremlin está pergeñando una ofensiva hacia Járkov que podría dar otra vuelta a la contienda.
Moscú quiere demostrar que el tiempo juega contra Ucrania, al no tener el adecuado apoyo armamentístico occidental para sostener con éxito su contraofensiva lanzada hace casi dos meses y medio.
El Kremlin, en cambio, juega con el reloj a su favor. Está dispuesto a convertir el conflicto ucraniano en una de esas crisis postsoviéticas que aún colean, desde Abjasia, Osetia del Sur (Georgia) o Transnistria (Moldavia), hasta Karabaj, entre Armenia y Azerbaiyán.
Armas occidentales, muchas, pero faltan las que Kiev necesita de verdad
Ucrania recibía una buena noticia esta semana, que, una vez matizada, no parecía tan excelente. Este jueves, Estados Unidos aprobó finalmente el envío a Ucrania de cazas F-16 por parte de Dinamarca y Holanda. Es lo que vienen demandando los ucranianos desde hace meses.
Parecería un gran anuncio si no se lee la letra pequeña. Esos aviones, muy efectivos para un contraataque como el ucraniano, precisan de pilotos con un entrenamiento muy específico. Y de momento los primeros solo podrán ponerse al mando de esos aparatos ya avanzado 2024, con lo cual no llegan a tiempo a la contraofensiva en marcha.
Tampoco parece que esté claro el suministro de misiles de largo alcance Taurus por parte de Alemania. Estos misiles de crucero con un rango de hasta 500 kilómetros podrían ayudar a darle la vuelta a la tortilla de la guerra, pues amenazarían incluso la propia Federación Rusa. También supondrían una implicación sin retorno en el conflicto.
Los nervios de la OTAN
Nicolas Sarkozy: "Nosotros los necesitamos a ellos y ellos nos necesitan a nosotros"
Por eso, la OTAN y los aliados occidentales de Ucrania empiezan a ver que las cuentas no les salen. Romper la línea del frente ruso es una tarea ímproba si no se ponen todos los medios a disposición de esa contraofensiva.
Los arsenales europeos están exhaustos de munición porque se ha enviado casi toda a Ucrania y encima la fabricación rusa de armamento sigue sin parar, con un incremento de las exportaciones (¡en medio de una guerra!) y con la producción ahora de drones con un alcance de hasta 1.600 kilómetros.
Por si faltaran problemas, China presiona para abrir unas negociaciones y al tiempo deja muy claro que jamás permitirá una derrota aplastante de Rusia, su socio indispensable en el sistema de relaciones de seguridad internacionales que está surgiendo a raíz de esta guerra.
No es de extrañar que en el nivel más alto de la OTAN alguien le ponga el cascabel al gato y diga que a lo mejor no sería tan malo ceder territorio por paz. Un territorio que será en cualquier caso casi imposible de recobrar y una paz que permitiría reconstruir Ucrania y evitar el riesgo de que se convierta en un nido de señores de la guerra.
Como acaba de señalar el expresidente francés Nicolas Sarkozy, quizá se debería apostar por lo que Francia siempre defendió antes de ser arrastrada a la vorágine del conflicto: una Ucrania neutral, que sirva de puente entre Rusia y Europa y con garantías de seguridad, "sin promesas falaces" de integración en la Unión Europea (como ocurrió con Turquía) o la OTAN que nunca se cumplirán.
En una entrevista con Le Figaro, Sarkozy califica como un lamentable error la invasión rusa de Ucrania, pero también critica la actitud de la UE en esta guerra y el ostracismo al que se ha condenado a Moscú.
"Hay que avanzar y encontrar una vía de salida. Rusia es vecina de Europa y lo seguirá siendo", asevera el ex mandatario francés. La razón es simple, alega, "nosotros los necesitamos a ellos y ellos nos necesitan a nosotros".
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