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Pegasus, Ucrania y las "amenazas híbridas" que rompen el viejo orden mundial
Analistas del CIDOB explican en una publicación cómo los conflictos se vuelven cada vez más difusos, con nuevas herramientas de presión, como el uso interesado de los flujos migratorios o los cortes de suministros energéticos, como elementos que diluyen la frontera entre la paz y la guerra.
Alejandro Tena
Madrid--Actualizado a
El orden mundial está cambiando y también la forma en la que los conflictos internacionales se despliegan sobre el mapa. Las amenazas, la guerra como tal, no sólo llega con tanques y escopetas, sino que se desarrollan en un formato híbrido en el que "se combinan armas convencionales con otras nuevas", explica Pol Morillas, director del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) que ha publicado este martes una nueva investigación sobre la forma en la que se diversifican las herramientas de ataque entre países. "Lo vemos en el militarismo de Rusia, pero también en el creciente uso de amenazas menos atribuibles a una conflictividad directa, como herramientas de desinformación, el uso de la economía y le geoeconomía con propósitos de interés nacional o las migraciones utilizadas en contexto de conflicto", ha explicado el experto.
El concepto de guerra o amenaza híbrida no es nuevo. Se hizo popular a comienzos del siglo XXI en Irak y Afganistán y se hizo visible en la forma en la que se desencadenaba la violencia, alternando los métodos tradicionales, con los de la desinformación, el secuestro e, incluso, el terrorismo de Al Qaeda. Ahora, sin embargo, los conflictos híbridos proliferan en "un momento en el que Occidente siente contestada su hegemonía y hay una erosión de las normas internacionales", dice la publicación.
En el actual conflicto entre Rusia y Europa, tras las invasión de Ucrania, está dejando claros ejemplos de esas amenazas híbridas. Moscú está haciendo un uso bélico de sus recursos energéticos aprovechando la dependencia de la UE. En dicha pugna, además, intervienen los poderes privados que, en ocasiones, actúan de una forma tan ambigua que es difícil conocer si lo hacen al margen de los Gobiernos o por orden de estos. El caso de las grandes compañías tecnológicas es el más evidente en este conflicto en el norte de Europa, con empresas como Google, que dejaron de mostrar información sobre el tráfico real en su servicio de mapas para evitar que Rusia obtuviera información adicional en las primeras semanas de guerra.
"Las empresas privadas, cada vez más, son actores internacionales, actores del conflicto. Desde el primero momento que se apuntan y son parte de sanciones internacionales, desde Microsoft dando información a Kiev al apagón de Google Maps", explica Carme Colomina, investigadora del CIDOB y una de las autoras del informe. "¿Hasta qué punto los intereses privados pesan en estos ataques híbridos? ¿Son las empresas las que toman la iniciativa de lanzar estos ataques? ¿Están por encima de los gobiernos? No sabemos sí hay una respuesta para esto", reflexiona.
Esta falta de respuestas, esos grises, son precisamente las cualidades de esas guerras híbridas que están en auge y contribuyendo a desmembrar del orden establecido tras la Segunda Guerra Mundial. "La incertidumbre envuelve estas amenazas. Ya no es sólo un Estado y su ejército, sino que hay ataques de todo tipo, como redes de desinformación, cortes eléctricos o tumultos que no siempre tienen un origen del todo claro", comenta Pol Bargués, otro de los autores del informe. En ocasiones este nuevo formato de guerra se mezcla, como ocurre en Ucrania, con el convencional de tanques y bombardeos, pero en otras ocasiones pueden darse "en tiempos de paz, diluyendo la frontera con la guerra y haciendo que la sensación de conflicto se vuelva permanente".
Esta conjugación de poderes privados entremezclados con empresas que atacan en periodos de paz se vislumbra a la perfección en los ciberataques con el software espía Pegasus, de la compañía israelí NSO, en la que recientemente se ha visto involucrada Marruecos, que presuntamente habría podido infectar los teléfonos de miembros del Gobierno español.
Estas amenazas pueden ser, de hecho, el anticipo de un conflicto, tal y como los analistas del CIDOB entienden que ocurre en el Magreb, con el conflicto entre Argelia y Marruecos con el Sáhara Occidental de fondo y con el uso de los recursos energéticos por parte de argel como herramienta de presión.
La migración como arma de guerra
A la desinformación o el uso de la tecnología como herramienta desestabilizadora se suma otro elemento importante en este nuevo mapa de amenazas híbridas: la migración. En la última década, Europa ha afrontado varios conflictos con Estados ubicados en sus fronteras que han decidido utilizar los flujos migratorios como elementos de presión.
El caso de Marruecos y España, las crisis en la frontera entre Bielorrusia y Polonia o los refugiados en Grecia son algunos ejemplos recientes de estas tácticas. Para Blanca Garcés, otra de las autoras del informe, este tipo de conflictos se tienden a percibir como ataques que vienen desde fuera, a pesar de que "las causas o el origen están dentro de la propia Unión Europea".
"El uso político de las migraciones tiene que ver con las políticas de externalización del control migratorio. Ahora son estos países quienes condicionan su colaboración a toda una serie de peticiones y de presiones políticas. Ante ese miedo a hipotéticas crisis migratorias, Europa está dispuesta a renunciar a sus propios fundamentaos, como vimos en Polonia o Grecia, impidiendo el paso a la prensa y al personal de las ONGs o suspendiendo el derecho de asilo", analiza la experta.
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