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La UE se prepara de cara al invierno ante el temor de que Rusia corte todo el suministro de gas

La Comisión Europea presentará en las próximas semanas un plan de emergencia para hacer frente a este escenario que ya deja a Alemania al borde del racionamiento. 12 Estados miembros han sufrido el impacto del cierre total o parcial del grifo del Kremlin.

La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen en una reunión, a 22 de junio de 2022, en Bruselas, Bélgica.
La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen en una reunión, a 22 de junio de 2022, en Bruselas, Bélgica. Dati Bendo / European Commission / d / DPA / Europa Press

El invierno se anticipa frío y difícil para los europeos. Los cortes de gas de Rusia, el riesgo de escasez y disrupciones en la cadena de suministro y una imparable inflación sientan el caldo de cultivo para una crisis socioeconómica dentro del bloque comunitario.

Los 27 líderes de Estado y de Gobierno se han dado cita este viernes en el edificio del Justus Lipsius durante la segunda jornada de la cumbre europea de veranos. Horas después de dar el paso "histórico" otorgando a Ucrania el estatus de país candidato para la adhesión, los Veintisiete han analizado los impactos internos que la guerra está dejando en las arcas y bolsillos de los europeos.

Von der Leyen debe presentar un plan de emergencia frente a la crisis del gas ruso

La cita ha servido de punto de aterrizaje y debate sobre la arteria económica. Será ahora la Comisión de Ursula von der Leyen la que debe presentar un plan de emergencia para hacer frente a un escenario de cierres más punzantes o incluso uno total del gas ruso hacia la UE. El objetivo es "estar lo mejor preparados para lo peor". Este escudo energético será debatido en la próxima cumbre ordinaria de los Veintisiete, que está prevista para octubre. Italia había empujado para celebrar un encuentro extraordinario en julio, pero no ha salido adelante.

La mayoría de líderes coinciden en que existe una amenaza real de crisis económica y de recesión. Y señalan a un culpable: Vladimir Putin. Rusia ha reducido en un 40% el suministro a través del Nord Stream 1 alegando problemas técnicos en el gaseoducto y provocando escasez y situaciones muy complicadas en diferentes países europeos como Polonia, Bulgaria o Finlandia. La sensación en la capital comunitaria es que esto es solo la punta del iceberg y en Bruselas temen que Moscú termine cerrando el grifo del gas a todos los cargamentos con destino al bloque comunitario. Le acusan de weaponizar la energía como medida de presión y chantaje.

Necesitamos estar lo mejor preparados para lo peor. Y debemos estar preparados para lidiar líder del Ejecutivo comunitario. Una de las apuestas de Bruselas es que cale el mensaje del ahorro en empresas y ciudadanos. Por ejemplo, según sus cálculos, la reducción de dos grados de la calefacción supondría poder prescindir del total de hidrocarburos que llegan a través del Nord Stream 1.

Bruselas apuesta por el mensaje del ahorro energético dirigido a empresas y ciudadanos

Las otras vías pasan por aumentar la diversificación de fuentes y mercados —se mira a Estados Unidos, Catar o Noruega— y apostar por la inversión de energías limpias. Pero se trata de medidas a medio y largo plazo que tardarán en consolidarse. En cualquier caso, el escenario que los europeos no contemplan, de momento, es imponer un boicot al gas ruso. Prefieren descolgarse de forma gradual a expensas de que sea Moscú el que esté tomando la delantera dejando de suministrarlo. Y ante esta coyuntura hay una certeza en la que todos han coincidido: "Los tiempos de la energía barata han concluido".

La radiografía de la economía europea pinta un escenario sombrío. Los déficits y las deudas de buena parte de los países de la Eurozona se han disparado tras la pandemia. Todo ello unido a la necesidad de realizar grandes inversiones para consolidar las transiciones ecológicas y digitales hace que mantener el equilibrio de la estabilidad y la sostenibilidad financiera complicado.

Con todavía la herida abierta de la pandemia, el regreso de la guerra a Europa está dejando una imagen de inflación récord. La mayor de su historia en 19 países de la Eurozona. El aumento de los precios de los alimentos, del combustible o de la electricidad amenaza con exacerbar la desigualdad y generar un 'momentum' de descontento social. El pasado lunes, la propia Bruselas se despertó con una huelga general a la que acudieron cerca de 100.000 personas para protestar por la falta de respuesta ante el aumento del coste de vida.

Planes de contingencia

La Comisión Europea ya está azuzando a las capitales para que elaboren planes de contingencia ante una coyuntura que ya recibe el nombre de "crisis del gas". Existen tres niveles para responder a este escenario: seguimiento, alerta y emergencia. Tras ser activada, la primera fase requiere una vigilancia exhaustiva de la cadena de suministros de cerca; la segunda permite a las compañías energéticas elevar los precios para reducir las demandas y la tercera da competencias al Ejecutivo para obligar a empresas o ciudadanos a limitar su consumo. Alemania ha activado esta semana el nivel 2 y no descarta dar el próximo paso hacia el racionamiento.

El objetivo es "estar preparados para lo peor"

El motor germano es altamente dependiente de este hidrocarburo ruso. El 55% de sus importaciones de gas llega desde Rusia. Pero desde el inicio de la guerra en Ucrania, el suministro se ha reducido en dos tercios. No es el caso de España, que apenas recibe hidrocarburos de este país. Por ello, fuentes del Gobierno del Ejecutivo aseguran que Madrid no está todavía en el escenario de cocinar estos planes.

Fuera de las fronteras europeas uno de los efectos de la guerra más preocupantes es la crisis de inseguridad alimentaria. Ucrania, el granero de Europa, tiene 20 millones de toneladas de grano bloqueadas. España ha liderado una propuesta para sacar del país 8.000 toneladas en una operación a cargo del país que arrancará el 15 de julio. Los cereales llegarán en tren hasta los silos del país y desde ahí serán trasladados a países del Mediterráneo. En Bruselas comienza a extenderse la preocupación de que Putin está utilizando los alimentos como arma de guerra para presionar a la comunidad internacional y sentar las bases para desatar nuevas olas migratorias desde el norte de África hacia el sur de Europa.

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