Este artículo se publicó hace 4 años.
PutinLos amigos de Putin en el mundo
El presidenrte ruso es consciente de que para que Rusia vuelva a ser un actor de talla global necesita una área de influencia y unos líderes con los que aliarse a nivel regional y mundial.
Àlex Bustos
Moscú-
Vladimir Putin, que nació en la Unión Soviética cuando era un superpoder, es consciente de que para que Rusia vuelva a ser un actor de talla global necesita una área de influencia y unos líderes con los que aliarse a nivel regional y mundial.
El ejemplo del que más se habla en la actualidad es el de Bielorrusia y Aleksandr Lukashenko, pero Putin necesita más "amigos" con los que establecer objetivos comunes pactos para poder ser un contrapeso real a los Estados Unidos. A diferencia de los tiempos de la Unión Soviética, las alianzas actuales de Rusia son más estratégicas que ideológicas, ya que suelen priorizar intereses compartidos a posicionamiento ideológico.
Aleksandr Lukashenko, una amistad complicada
Bielorrusia y Rusia son países hermanos culturalmente. Incluso el mismo Lukashenko se refirió al país euroasiático como "el hermano mayor" cuando se reunió con Putin en Sochi el pasado lunes. En ese encuentro acordaron que Minsk recibiría 1.500 millones de dólares en créditos de Moscú y la vacuna rusa Sputnik V en primicia, siendo el primer país extranjero en recibirla.
Bielorrusia tiene dependencia económica de Moscú, y Rusia quiere conservar a su "hermano pequeño" en su órbita, para que no le pase como en Ucrania o en Georgia. Una de las máximas de la política exterior rusa es conservar a los países de la que considera su "área de influencia" a su lado y evitar una expansión mayor de la OTAN.
Ejemplos de la dependencia de Bielorrusia son los créditos blandos que recibe desde Moscú y las ventas de gas y petróleo a precios muy favorables que procesaba o revendía a Europa, quedándose con las ganancias como intermediario. Cabe también destacar que el mayor importador y exportador de Bielorrusia es Rusia.
Aunque Rusia está interesada en tener a Minsk cerca, es favorable a un cambio político siempre y cuando este pueda venirle bien. Algunas fuentes señalaban que el opositor favorito de Moscú era el banquero encarcelado Viktor Babaryko, incluso llegando a llamarle títere. Antes de las elecciones, Lukashenko llegó a incriminar a Moscú en la llegada de mercenarios de Wagner a la capital bielorrusa. Los detuvieron, según Minsk, porque vinieron a "desestabilizar el país".
Rusia y Bielorrusia forman parte del llamado Estado de la Unión, una entidad supranacional próxima a la confederación. Dentro de este se han planteado propuestas como el uso de una moneda común, la integración del Ejército o la libre circulación de personas. Esta última si se aplicó, pues rusos y bielorrusos pueden viajar libremente entre ambos países.
Moscú está interesado en no dejar caer a Lukashenko, pero con Batka (padre, como lo llaman algunos bielorrusos) contra las cuerdas, el Kremlin puede aumentar la presión para avanzar aún más el Estado de la Unión. Lukashenko, por el momento, se había negado a ir más allá en la confederación de ambos países porque quería ser un "aliado" de Moscú, no un "subordinado", pero en la situación actual Putin puede apretarle más.
Uno de los apoyos más recientes de Rusia a Minsk fue el envío de periodistas de medios rusos cercanos al Kremlin para sustituir a trabajadores de la televisión pública bielorrusa que dimitieron o hacían huelga como protesta contra Lukashenko.
Desde RT (Russia Today) también se ha atacado a Sviatlana Tsikhanouskaya, de la oposición. La jefa de edición en ruso de la cadena, Margarita Simonián, afirmó en directo que la opositora es ligeramente más inteligente que "un orangután". La única entrevista que Lukashenko ha concedido después de las elecciones del 9 de agosto fue a periodistas rusos, entre ellos la misma Simonián.
Bashar Al-Asad, el más cercano en Oriente Medio
Al-Asad es el único autócrata que tras la Primavera árabe, que empezó en 2011, mantiene el poder. Para ello fue imprescindible el apoyo de las tropas rusas, que brindaron un apoyo al régimen sirio para luchar tanto contra los rebeldes como contra el Estado Islámico. El dictador sirio es el máximo representante del partido Baaz Árabe Socialista, que lleva en el poder desde 1963. Al-Asad sucedió a su padre tras 29 años en el poder.
Rusia está interesada en tener una base militar en territorio sirio, en el Mediterráneo, ya que de esta manera tiene una disponible todo el año, a diferencia de la mayor parte de las bases rusas, que durante el invierno son inutilizables. También le conviene tener países amigos en la región, ya que Occidente cuenta con aliados importantes en la zona como Israel o Arabia Saudí, mientras que Moscú cuenta con Damasco como único aliado próximo en esta parte del mundo.
Por ello, junto a otros países como China, Rusia rechaza cualquier resolución del conflicto sirio que implique un cambio de régimen. Aparte de la simpatía por Damasco, uno de los argumentos de Moscú para denegar una intervención militar en Siria para deponer a Al-Asad es el recuerdo de la que se hizo en Libia, que actualmente es un Estado fallido. Moscú también ha defendido a Damasco de las acusaciones de usar armas químicas contra civiles, como afirman ONG británicas.
A diferencia de Pekín, el país euroasiático ha enviado efectivos a Siria e incluso ha bombardeado algunas localidades dominadas por los enemigos del régimen de Bashar Al-Asad. Su apoyo fue muy importante en ofensivas como la de Palmira, tras la cuál Moscú trajo a la Orquesta del Teatro Mariinsky para "honrar" a las víctimas del terrorismo. Sin embargo, medios occidentales han denunciado que Rusia, durante la campaña contra los rebeldes, bombardeó sistemáticamente hospitales y otras zonas donde vivían civiles.
Nicolás Maduro, una excepción en Sudamérica
Cuando Guaidó se autoproclamó el presidente interino de Venezuela, Rusia fue de los primeros países que no le reconoció como líder legítimo del país caribeño. El país sudamericano se empezó a acercar a Rusia al inicio del mandato del ahora fallecido Hugo Chávez, a principios de milenio. Este entendimiento no ha cambiado con Nicolás Maduro, que prefiere a Moscú antes que a Washington.
El año pasado Moscú envió apoyo militar a Caracas por un tratado de cooperación militar entre ambos países, así como instaló baterías antiaéreas rusas S-300 en los alrededores de la capital venezolana. Los mercenarios rusos de la compañía Wagner, que fueron detenidos en Minsk mencionados anteriormente, se supone que se encontraban en Bielorusia de camino a un tercer país, y algunos de ellos aseguraron que su destino final era Venezuela. Su misión allí es desconocida. Desde tiempos de Hugo Chávez, Caracas es el mayor comprador de armas rusas en el continente, llegando algunos años a comprar el 73% del total de ventas de Moscú en América.
Putin ha apoyado también la economía venezolana con préstamos favorables, según cálculos del Los Angeles Times, de cerca de 17.000 millones de dólares. La empresa estatal rusa Rosneft tiene acciones minoritarias en seis destacados proyectos de PDVSA, la petrolera de titularidad pública venezolana. Otra importación destacada desde Rusia es la de trigo, pues desde 2017 Caracas recibe 60.000 toneladas de este alimento mensualmente.
Rusia está muy interesada en conservar buenas relaciones con Maduro, pues otro de sus aliados en el cono sur, Evo Morales, fue expulsado de la presidencia por un golpe de Estado, y su lugar lo ocupa la autoproclamada presidenta interina de Bolivia, Jeanine Añéz, más cercana a Washington. La presencia de Rusia en el continente nunca ha gustado a los Estados Unidos, que aplica la doctrina Monroe de "América para los americanos". Por ello es también interesante para Rusia poder tener países amigos en esta parte del mundo, ya que muchos otros gobiernos de la región han sido o son en la actualidad aliados de los estadounidenses. Otros aliados de Putin en América son Cuba o Nicaragua.
Viktor Orbán, el único aliado en la UE
La Unión Europea y Rusia nunca han sido muy cercanos entre ellos, a pesar de las relaciones comerciales que siempre han tenido, especialmente países como Francia, Alemania y Reino Unido. Desde Bruselas, uno de los argumentos que defendía la posibilidad de crear un Ejército europeo era Rusia, así como uno de los supuestos culpables de injerencias en la votación del Brexit o las protestas de los chalecos amarillos en Francia. La excepción más notable a la desconfianza hacia Rusia es Hungría.
Viktor Orbán, el presidente húngaro, comparte muchos puntos de vista con Vladimir Putin, como su manera de entender la democracia, su ideología nacionalista o su rechazo al liberalismo occidental. Orbán nombró a Putin como uno de los ejemplos de "democracia liberal" exitosa.
Estados Unidos teme que este apoyo desde Moscú tenga el objetivo de dividir a Occidente, tal y como expresaba Mike Pompeo durante su visita a Europa en el 2018, cuando aseguró que Budapest no debería "dejar a Putin crear una división entre la OTAN y sus amigos".
El presidente húngaro, por su parte, defiende su buena relación con Rusia y es uno de los mayores partidarios de rebajar las sanciones occidentales a Moscú por la ocupación de la península de Crimea. Desde el 2014, año de la anexión, Orbán se ha reunido anualmente con Putin. Hungría, además, depende del gas natural ruso, aunque le disgusta que entre únicamente por Ucrania.
El húngaro es también partidario de acercarse a Minsk, siguiendo la máxima de "el amigo de mi amigo es mi amigo". En la última visita a Bielorusia el pasado mes de junio mostró buena sintonía con Lukashenko y expresó que era el momento de que la UE quitara las sanciones a Bielorusia. Con la defensa de Lukashenko, Orbán quiere tender un puente en dirección a Moscú. También pide un acercamiento a la Unión Euroasiática, una organización que tiene entre sus miembros a países que formaban parte de la Unión Soviética como Rusia, Bielorrusia o Armenia entre otros.
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