Putin despeja el camino para un rearme atómico global
La suspensión por Moscú de su participación en el tratado New Start deja en mínimos la seguridad nuclear en el mundo y abre las puertas a una nueva carrera de fabricación de armamento atómico, en la que China ya está tomando posiciones.
Madrid-
Dos guerras sacuden hoy día Europa: la de Ucrania, a punto de cumplir su primer año, y la nueva Guerra Fría, que acaba de recibir otro espaldarazo con la decisión del presidente Vladímir Putin de suspender temporalmente la participación de Rusia en el Nuevo Tratado de Control de Armas Estratégicas, más conocido como New Start o Nuevo Start.
El líder ruso ha tomado su decisión en el peor de los momentos: da el pistoletazo a un futuro rearme nuclear en medio del mayor enfrentamiento armado en territorio europeo desde la Segunda Guerra Mundial, que cuenta con la creciente involucración con armas, dinero y apoyo logístico de la mayor parte de los países europeos, además de Estados Unidos, el principal competidor de Rusia en arsenales atómicos.
El New Start, firmado en 2010, limita a 1.550 las ojivas nucleares desplegadas por cada país, es decir, listas para entrar en combate, y los misiles balísticos y bombarderos pesados que pueden portar esas cabezas atómicas a 700.
Ahora que Rusia ha dejado en suspenso su participación en el New Start, si este tratado no es reemplazado por otro similar antes de que concluya en 2026, tal ausencia de control podría desencadenar una carrera de armas nucleares como no se ha visto desde los años setenta del siglo pasado.
Con la suspensión del New Start por Rusia, nada impide ahora a las superpotencias que, sin el necesario y riguroso control que imponía este tratado, puedan hacer lo que les dé la gana y fabricar cuantas cabezas nucleares consideren oportuno, por mucho que el Kremlin o la Casa Blanca digan que, pese a todo, respetarán el espíritu del New Start.
China podría aprovechar para fortalecer su arsenal nuclear
E igualmente podrían hacer otras potencias nucleares, como China, principal adversario geopolítico de Estados Unidos y enfrentada a Washington en torno a Taiwán. Las fuerzas armadas chinas poseen hasta 350 ojivas nucleares que pueden armarse en misiles intercontinentales capaces de impactar en blancos a 15.000 kilómetros. De hecho, el programa de modernización del arsenal nuclear chino se aceleró con la llegada de Xi Jinping al poder hace una década y ha sobrepasado tecnológicamente a los programas ruso y estadounidense.
La revisión de la posición estratégica nuclear de Rusia, que altera todo el tablero de seguridad atómica del planeta, sin duda, fue uno de los asuntos tratados esta semana en Moscú por el máximo representante de la diplomacia china, Wang Yi, quien se ha visto con el propio Putin, el ministro de Exteriores Serguéi Lavrov y con el jefe del Consejo de Seguridad de Rusia, Nicolái Pátrushev.
Wang Yi, quien llegó a Moscú casi coincidiendo con el discurso de Putin, ha dado un espaldarazo a Rusia en uno de los momentos en que el Kremlin precisa del apoyo chino. "Estamos preparados para fortalecer nuestra asociación estratégica y nuestra cooperación profunda con Rusia", ha sentenciado, por si hubiera alguna duda, Wang, director de la Oficina de la Comisión de Asuntos Exteriores del Comité Central del Partido Comunista de China, por encima del Ministerio de Exteriores.
La respuesta asimétrica de Putin
Putin, en su discurso ante los representantes de la Duma y el Senado rusos, ha recurrido a una de esas famosas "medidas asimétricas" utilizadas por la antigua Unión Soviética en tiempos de la otra Guerra Fría: eran golpes de efecto que ponían en jaque a sus contrincantes y daban poco margen a una reacción racional que no avanzara hacia el desastre total.
Toda la diatriba del jefe de Estado ruso intentando justificar una guerra injustificable quedó de pronto solapada por el anuncio de esa decisión de congelar la participación rusa en el New Start. Putin dejaba a medio mundo intentando dilucidar el alcance del mensaje y al otro medio temblando ante las inciertas posibilidades que tal acción conlleva.
Con el anuncio de Putin, el envío inminente a Ucrania de tanques europeos, que deberían "cambiar" la situación bélica a favor de Kiev, ha perdido mucho de su poder de amenaza y ha recordado lo que se viene obviando en Occidente: uno de los contendientes directos en esta guerra dispone de un arsenal ingente de armas de destrucción masiva.
Joe Biden prometió medio millón más de dólares en armas
El mensaje de Putin también ha servido para apagar el eco mediático que dejó, un día antes, la inesperada visita del presidente estadounidense, Joe Biden, a la Ucrania en guerra para mostrar todo su apoyo a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski. Biden prometió dinero para armas, pero evadió la última demanda de Kiev: la entrega de aviones de combate, muy necesarios para la contraofensiva de primavera que al parecer prepara el ejército ucraniano.
De momento no llegarán F-16 ni ningún otro caza occidental a Ucrania. Dado el ritmo actual de la guerra, la entrega de aviones de combate dejaría desguarnecidas la propia aviación militar europea. Además, Rusia considera una línea roja la entrega de aviones occidentales a Ucrania, casi un eufemismo después del paso dado por Putin, que sube la apuesta y pone sobre la mesa las armas nucleares.
Stoltenberg: el mundo es ahora más peligroso
La primera reacción en Estados Unidos ha sido calificar la suspensión del New Start como una sobreactuación de Putin, pues el acceso de inspectores extranjeros a los silos nucleares rusos no se cumplía desde que se desató la pandemia del Covid.
Stoltenberg: "las armas nucleares hacen del mundo un lugar más peligroso"
En Bruselas, la reacción ha sido más cauta y ha revelado un alto grado de inquietud. "Más armas nucleares y menos control de estas armas hacen del mundo un lugar más peligroso", afirmó el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, al conocerse la noticia.
"Con la decisión de hoy sobre el New Start, toda la arquitectura de control de armas ha sido desmantelada", agregó el político noruego, quien el fin de semana pasado se las veía muy ufano e instaba a los países de la OTAN a enviar a Ucrania toda la munición convencional que tuvieran para derrotar a Rusia.
China, la gran incógnita nuclear
Las implicaciones que la suspensión temporal del New Start por Rusia puede tener en el resto del planeta sí pesan sobre Washington. EEUU teme que China justifique ahora sus propios avances en la fabricación de armas atómicas ante la ausencia de un control entre las dos grandes superpotencias nucleares.
El posicionamiento de China es más preocupante en el actual panorama de la crisis de Ucrania. Pekín oscila entre una posición de neutralidad, que incluso le postula como eventual facilitador con un plan de paz que dice tener, y su creciente acercamiento a Moscú. Rusia es uno de los socios económicos más importantes de China y la guerra de Ucrania permitió que aumentara su flujo de gas y petróleo hacia el gigante de Asia a la misma velocidad que disminuía su chorro de hidrocarburos hacia Europa Occidental por las sanciones impuestas a Moscú.
El New Start ha estado marcado por la controversia
El New Start fue firmado por Estados Unidos y Rusia hace trece años, pero poco antes de que expirara, en febrero de 2021, la Casa Blanca y el Kremlin decidieron prolongarlo por cinco años más.
Sin embargo, en agosto de 2022, Moscú congeló las visitas de inspectores estadounidenses a las instalaciones militares nucleares rusas. La explicación fue que las sanciones occidentales impuestas por el ataque a Ucrania y las restricciones de visados establecidas por la Administración estadounidense a los ciudadanos rusos impedían por su parte las inspecciones que Rusia podía hacer de los silos nucleares de Estados Unidos.
En noviembre de 2022 se deberían haber celebrado nuevas conversaciones entre rusos y estadounidenses para clarificar ésta y otras situaciones, pero Moscú las canceló en el último momento. La tensión era muy alta ante la creciente implicación estadounidense en la guerra de Ucrania.
En enero pasado, EEUU denunció que Rusia seguía impidiendo el acceso de sus inspectores a sus instalaciones nucleares militares. Moscú argumentaba que sus propios inspectores tampoco podían viajar a Estados Unidos.
Aunque el Kremlin ha apuntado que seguirá respetando el espíritu de tratado, al menos en lo que se refiere a informar a Washington sobre el movimiento de armas nucleares, ello no impedirá que haga ese despliegue o que adquiera las nuevas ojivas atómicas que el New Start le impedía fabricar y montar sobre misiles balísticos intercontinentales.
Un mensaje a quienes en EEUU no quieren que la guerra se alargue
Y esto puede ser así, al menos mientras dure la guerra de Ucrania. Porque el mensaje de Putin va directamente dirigido al Congreso de Estados Unidos, donde los republicanos opositores a Biden, ahora en mayoría en la Cámara de Representantes, empiezan a cuestionar el apoyo sin fisuras de la Casa Blanca a Zelenski, con miles de millones de dólares de por medio.
Si a los problemas domésticos estadounidenses, que ya permiten cuestionar la implicación de Washington en una aventura bélica, se une el alto riesgo de desestabilización de la seguridad nuclear en el planeta, Biden se puede encontrar con un tremendo escollo de cara a las futuras elecciones presidenciales de 2024, con los republicanos convertidos en salvadores ante una enmarañada coyuntura.
Una nueva carrera nuclear obligaría al Pentágono a requerir cuantiosas inversiones para equilibrar el eventual rearme nuclear ruso o una disparada adquisición de armas atómicas por China, y no están las cuentas del erario estadounidense como para soportar semejantes gastos.
Una cosa es fabricar armas y municiones destinadas a Ucrania, a cambio de pingües beneficios en la futura reconstrucción del país, o venderlas a los países europeos que están vaciando sus arsenales para enviar sus stocks al ejército de Zelenski, y otra el gasto a fondo perdido en armamento nuclear, que no puede ser transferido a otros países o vendido al mejor postor.
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