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Trump cambia el paso de Estados Unidos en Oriente Próximo

Los nombramientos que Donald Trump ha apuntado hasta ahora, y sus propias declaraciones, sugieren que el mandato que inicia el viernes estará marcado por grandes turbulencia en Oriente Próximo. Irán e Israel serán los pivotes de una política exterior completamente distinta a la de Barack Obama y que repercutirá en toda la escena internacional.

El presidente electo estadounidense, Donald Trump, y su mujer, Melania. EFE

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

JERUSALÉN.– Barack Obama llegó a la Casa Blanca en 2008 con la promesa de reducir, o incluso eliminar, la presencia de tropas americanas en Oriente Próximo, un objetivo que sólo ha conseguido relativamente, puesto que en Siria hay aproximadamente 500 americanos y en Irak también ha sido preciso desplegar a centenares de ellos.

Pero a pesar del despliegue de esas tropas, Washington no ha conseguido acabar con el Estado Islámico, una organización que según el presidente entrante, Donald Trump, ha sido creada deliberadamente por Barack Obama y Hillary Clinton. Esto plantea a Trump la disyuntiva de aplastar a los yihadistas o simplemente de mantenerlos ocupados como ha hecho Obama desde que empezó la campaña en agosto de 2014.

Durante la carrera electoral, Trump ha declarado su intención de acabar con el Estado Islámico, y desde las elecciones de noviembre, algunos de sus asistentes han abundado en la misma línea. Pero para eso será necesario que el Pentágono envíe tropas en cantidades mucho más elevadas de lo que ha hecho hasta ahora.

Trump ha dicho que dará a sus generales un plazo de 30 días para que le presenten un plan que permita terminar con el Estado Islámico pronto. Naturalmente, es posible acabar con la organización en poco tiempo si se dispone de los medios adecuados, pero no será tan fácil acabar con el fenómeno yihadista que puso en marcha la intervención occidental en Irak y Siria.

Trump declaró que el acuerdo nuclear que Obama firmó con Teherán "es muy malo"

De la misma manera que la desaparición de Saddam Hussein no terminó con la violencia en Irak, en contra de lo que aseguraba el presidente George Bush, tampoco en Siria será posible acabar con ella deshaciéndose de Bashar al Asad o terminando con la organización del Estado Islámico. Esto debería tenerlo presente Trump si decide enviar tropas en cantidades significativas.

James Mattis, el nuevo jefe del Pentágono, también apunta a Irán. En las sesiones en las que ha intervenido en el Congreso, ha declarado que Teherán “es el actor más beligerante de Oriente Próximo”, toda una declaración de intenciones que abre un gran abanico de inestabilidad en la región.

En primer lugar, tanto Trump como sus hombres de confianza han declarado una vez tras otra que el acuerdo nuclear que Obama firmó con Teherán es muy malo. Si llevan adelante sus amenazas de rescindirlo o enmendarlo unilateralmente, contribuirán a sembrar más inestabilidad en la región, una inestabilidad de la que nadie, ni siquiera Arabia Saudí, saldrá ganando, con excepción claro está de Israel.

En esta misma dirección de inestabilidad apunta la dependencia que Trump está creando de Israel. Una administración en Washington que vuelva a depender de Israel, girará en torno a los intereses de Benjamin Netanyahu, que no son los intereses de Estados Unidos, y que tendrán como ejes principales Irán, los palestinos y Siria.

El Congreso está yendo muy despacio en la confirmación de los nombramientos de Trump, con lo que es posible que se cree en Washington un vacío de poder durante varias semanas que retrase la adopción de medidas en los temas relacionados con Oriente Próximo, al menos de las medidas más críticas.

Desde luego, quienes piensan que Trump va a dedicarse a otras cuestiones y va a hacer lo mínimo posible en lo tocante a Oriente Próximo, ignoran que Oriente Próximo es una cuestión central de la que hay que ocuparse sin demora. Todavía más, ignoran que Oriente Próximo está relacionado directamente con Israel, e Israel es una cuestión estrictamente doméstica en Estados Unidos, y no de política exterior en los términos que puede serlo el sudeste asiático, Rusia o la Unión Europea.

El yerno de Donald Trump será quien se encargue de negociar la paz entre israelíes y palestinos

El mismo presidente electo aportó una prueba clara en ese sentido al apresurarse en designar un embajador en Tel Aviv que fuera del gusto de los sectores judíos más retrógrados de Estados Unidos y por supuesto también del gusto de Netanyahu.

El designado es David Friedman, un personaje con muy buenas relaciones con los sectores más montaraces de Israel y por supuesto con los colonos judíos radicales de los territorios ocupados, esos mismos colonos a los que Trump ha invitado a su juramente presidencial en un acto sin precedentes en Estados Unidos.

En las últimas semanas Friedman, que es un abogado especializado en quiebras y que ha sido durante años abogado de Trump, ha preferido guardar silencio en lo tocante a su nuevo cargo pero recientemente habló de Jerusalén como “la capital eterna de Israel”. Una de sus misiones principales consistirá precisamente en trasladar la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv a Jerusalén.

Otro personaje central en la política de Trump hacia Oriente Próximo será su yerno Jared Kushner, quien se va a encargar de negociar la paz entre israelíes y palestinos, según el presidente. Kushner es un judío con vínculos con los sectores ultraortodoxos y que ha contribuido económicamente a algunas de las colonias judías más radicales.

Este el caso del asentamiento de Bet El, justo al norte a Ramala, que en las últimas elecciones celebradas en 2015 registró una alta participación, con un 97% de los votantes a favor de partidos de la derecha o la extrema derecha, incluida la extrema derecha religiosa.

Todos estos datos, especialmente los relativos a Irán e Israel, sugieren que en cuanto Trump entre en materia, la situación en Oriente Próximo puede escapar al control aún más de lo que se ha escapado durante el mandato de Obama.

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