Noruega es un país muy rico en recursos naturales escasos, además del petróleo tiene mucha agua dulce, pero sus habitantes se pasan medio año echando de menos un recurso vital: la luz solar. Durante los meses de invierno el sur de Noruega sólo ve el sol cinco horas al día, al norte pasan una noche que dura dos meses. El ansia de sol es la principal razón por la que tantos noruegos visitan nuestro país. Pero no sólo la latitud influye en las horas de sol, Rjukan (3.000 habitantes, pronunciado ‘riukan'), al sur de Noruega, está encajonada en un valle: de septiembre a marzo ven la luz del sol iluminar sus montañas, pero no sus calles. Hasta la pasada semana. Ahora un gran espejo refleja el sol de la montaña a la plaza del Ayuntamiento y algunas cosas están cambiando en la ciudad. Empezando por la fiesta para recibir al sol que se ha adelantado del 12 de marzo al 31 de octubre y, esta vez, con la prensa internacional como invitada.
El ingenio, compuesto por tres espejos con una superficie total de 51 metros cuadrados, consigue reflejar entre el 80 y el 90 por ciento de la luz solar a un área de entre 200 y 600 metros cuadrados en la plaza, a medio kilómetro. Los espejos siguen el movimiento del sol, para lo que utilizan, apropiadamente, energía solar y eólica. Su construcción ha costado 5 millones de coronas (600.000 euros). 'Estoy muy contenta de que se haya gastado el dinero en esto', comenta Hege Næss, una ciudadana, 'es fantástico, la plaza está siempre llena de gente cuando hace sol'. Ahora el Ayuntamiento ha peatonalizado la plaza e instalado bancos, el espejo 'ha cambiado radicalmente el centro de la ciudad', afirma Kjell Gunnar Dahle, responsable de prensa del Consistorio.
Pero el apoyo ciudadano ha tardado en llegar, la idea del espejo la tuvo en 2001 Martin Andersen, un artista noruego de 40 años, patillas decimonónicas y risa fácil. Recuerda que 'mucha gente estaba en contra, pensaban que el dinero debía usarse en mejorar las carreteras'. Aclara que es artista por vocación y formación, pero no de éxito: 'me gano la vida trabajando de socorrista en la piscina, cubierta, por supuesto'. Andersen tuvo la idea nada más llegar a la ciudad, 'tenía una hija pequeña y todos los días quería que estuviera al sol, cada día tenía que andar más y subir más a la montaña, así que se me ocurrió traer el sol aquí en vez de perseguirlo'. Tras estudiar la viabilidad del proyecto gracias a una beca municipal, pasó ocho años buscando financiación, un tiempo en el que 'a veces quería olvidarlo todo, pero mucha gente no me dejaba. Es una idea muy bonita, como un cuento de hadas exótico, traer el sol a un valle oscuro'.
La idea no es nueva, un pueblo de los alpes italianos cuenta con su espejo solar desde 2006. Y en Rjukan, aunque Andersen no lo sabía en 2001, la idea acaba de cumplir 100 años, pocos más que el pueblo en sí. La culpa de todo la tiene una impresionante cascada que ya no existe. En ese valle no había una población, seguramente porque está medio año a la sombra. La ciudad se comenzó a construir en 1905 alrededor de la fábrica de fertilizantes de Norsk Hydro del industrial noruego Sam Eyde, que aprovechaba la energía generada por la cascada (ahora es una central hidroeléctrica). En pocos años un destino turístico para excursionistas pasó a ser uno de los focos industriales del país, y donde no vivía nadie tenían su casa casi 3.000 personas.
El 31 de octubre de 1913, cuando la ciudad acababa de despedirse del sol hasta marzo, el contable Oskar Kittelsen publicó en el periódico local una idea, instalar un gran espejo en la montaña que reflejara la luz del sol hacia el pueblo. Era, al igual que Andersen, un recién llegado, y es que 'cuando eres de aquí te acostumbras', explica Næss, 'lo peor son las semanas después de que desaparezca el sol, pero te haces a ello'. Andersen se encontró al principio con una fuerte oposición, 'era como si estuviera diciendo algo de mala educación. En Rjukan no hay sol, si quieres sol vete a la montaña, me decían'.
Hace un siglo, el fundador de la ciudad tomó interés en el espejo de Kittelsen, pero se descartó por dificultades técnicas. En 1928, Norsk Hydro construyó Krossobanen, el primer teleférico del norte de Europa, y el más antiguo del continente en funcionamiento, con el fin de que sus trabajadores y sus familiares pudieran subir a la montaña a sentir el sol durante el invierno. El funicular fue muy popular, 'hasta los años 70, que la gente empezó a tener coche propio, las colas en el Krossobanen los domingos eran enormes', recuerda Dahle. Y aún sigue vendiendo 'más de 30.000 billetes al año', ya que sirve de acceso al Parque Natural de Hardangervidda, uno de los mayores de Europa.
La impresionante naturaleza de la zona, con el parque natural, la montaña Gaustatoppen, y el lago Tinnsjøen, es el principal motivo para visitar Rjukan. Aunque puede que el espejo desbanque a la naturaleza como principal atracción. La historia ha aparecido en más de 1.100 medios de comunicación de todo el mundo, 'esto ha supuesto una campaña de marketing para la ciudad que la consultora First House ha valorado en 200 millones de coronas (24 millones de euros), y eso sin valorar las apariciones en televisión', explica Dahle.
Esta ha sido la segunda ocasión en la que la pequeña ciudad de Rjukan ha atraído la atención de la prensa mundial. No está mal para una ciudad de 3.000 habitantes y apenas un siglo de historia, aunque sin duda la vez anterior fue más relevante. En los años 30 la fábrica de fertilizantes de Norsk Hydro había comenzado a producir agua pesada como un subproducto de su negocio principal. El agua pesada es un elemento necesario para moderar el plutonio en reactores y bombas nucleares. Durante la II Guerra Mundial Hitler ocupó Noruega y puso a la fábrica a producir agua pesada exclusivamente. Rjukan era un elemento clave en la carrera por conseguir la bomba atómica, y los aliados lo sabían.
Una decena de miembros de la resistencia noruega realizó el que luego el ejército británico calificaría como el sabotaje más importante de toda la guerra. Su historia se recoge en una película de Hollywood con Kirk Douglas, Los héroes de Telemark (Anthony Mann, 1965). Tras sobrevivir un invierno en las montañas, y sin disparar un solo tiro, consiguieron entrar en la fábrica y destruir toda el agua pesada que se había producido así como parte del equipamiento. Lograron huir con vida pese a que miles de soldados nazis estuvieron buscándolos frenéticos durante meses. Todos escaparon, algunos esquiando 400 kilómetros hasta Suecia. Un año después la producción se había restablecido, y ante los ataques aéreos a la fábrica los alemanes decidieron llevar toda el agua pesada a Alemania. De nuevo un comando de la resistencia noruega frustró sus planes, consiguió hundir el carguero cuando zarpaba de Rjukan para cruzar el lago Tinnsjøen. Así Hitler se quedó sin agua pesada, y sin bomba nuclear.
Desde que hace un siglo se le ocurriera a Kittelsen hasta hace una década que se le ocurrió a Andersen, la idea de los espejos ha estado abandonada. Aunque no del todo, en 1967, el periódico local publicó que se iniciaba un proyecto mucho más complejo, con centenares de espejos que reflejarían la luz del sol a toda la ciudad, incluso hablaba de la posibilidad de tener viñedos y naranjos en el valle. Fue el 1 de abril, día de los inocentes en Noruega. El espejo actual es más modesto, sólo ilumina la plaza, pero no es una broma. 'Es igual que estar al sol, es muy agradable', dice Dahle, 'no es sólo la luz, también da bastante calor, no se puede mirar al espejo sin gafas de sol, y si vas a pasar mucho tiempo ahí, hay que ponerse crema protectora', advierte.
La falta de luz solar impide la sintetización de la vitamina D, y puede provocar depresión. Los noruegos la combaten tradicionalmente tomando aceite de ricino, rico en vitamina D, y haciendo mucho deporte, que genera la serotonina necesaria para mantener el ánimo. Y en las últimas décadas con lámparas de luz natural y también huyendo en busca del sol. España es el primer destino turístico para los noruegos: en 2012 hasta 1.250.000 noruegos visitaron nuestro país, un cuarto de la población total. Y se espera que este año sean millón y medio, casi un tercio de los noruegos, los que vengan.
Pero aunque los ciudadanos de Rjukan no se calificarían como depresivos, sí reconocen que 'ésta era una ciudad desierta en invierno. Todo el mundo se iba a la montaña en cuanto podía. Nadie andaba por la calle, sólo se veían coches'. Andersen explica que ahora 'la gente va mucho a la plaza, y van andando, se paran al sol cinco minutos, y charlan'. Gracias al espejo la plaza es el punto de encuentro. Aunque sin llegar a tener viñedos, Rjukan está haciéndose un poco más mediterránea gracias al espejo, pero no hay que temer porque el turismo noruego descienda en España. 'Voy todos los años a Alicante, porque allí hace sol seguro, aquí con espejo o sin él, está nublado muchos días', reconoce Dahle. Andersen tranquiliza entre risas, 'no creo que podamos competir con España todavía... la comida, el vino, el ambiente... Ni de lejos'.
Martin Andersen ha cumplido su sueño tras más de una década. Y ya tienen nuevo proyecto, 'tengo que aprovechar que ahora me darán carta blanca en el Ayuntamiento para lo que quiera', bromea. Se trata de una obra que recuerde la visita de Julio Verne a Rjukan en 1862. Quiere escribir una frase del autor francés en una carretera, sólo se podría leer desde muy lejos. Verne fue a ver la famosa cascada. Ya no está, pero seguro que lo que encuentra ahora le parecería aún más interesante. Quién sabe, tal vez a él ya se le había ocurrido.
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