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El canto de la sirena: Burkina Faso
Esta era la situación en Burkina Faso, el país en el que fueron asesinados hace una semana los periodistas españoles David Beriain y Roberto Fraile cuando realizaban un documental sobre caza furtiva.
Luzes-Público
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Abandonada por las élites gobernantes, resulta difícil para la juventud del este y del oeste de África resistir los cantos de sirena de los movimientos yihadistas. La desesperación y el desempleo llevan a los jóvenes de Kenya, Somalia, Malí, Nigeria y Burkina Faso directamente a los brazos de grupos militares que les ofrecen dinero y un sentido a su vidas, alimentado por el odio y el resentimiento contra la corrupción y la violencia gubernamentales. El hecho de que sus dirigentes sean financiados por Occidente con millones en ayuda militar y de que lleven a cabo una mala gestión de la ayuda al desarrollo, alienta cada vez mayores simpatías por los islamistas radicales. Con la única excepción de Nigeria, las estrategias efectivas parecen ausentes en esta particular guerra contra el terror.
Luzes-Público ofrece a continuación parte de la investigación de AIPC-ZAM, realizada en 2016 en cinco países africanos por periodistas autóctonos. Esta era la situación en Burkina Faso, el país en el que fueron asesinados hace una semana los periodistas españoles David Beriain y Roberto Fraile cuando realizaban un documental sobre caza furtiva.
En una competición de teorías de la conspiración, la que sigue estaría probablemente entre las finalistas: el viejo exdictador de Burkina Faso, Blaise Campaoré, y sus aliados franceses, estarían detrás del ataque terrorista del 15 de enero de 2016 en el Splendid Hotel del centro de la capital, Uagadugú. Este lujoso hotel, y el aún más exclusivo restaurante Cappuccino, junto con el Lee Taxi Brousse, el bar al aire libre que hay enfrente, eran lugares de entretenimiento no sólo de expatriados amantes de la música y de la cultura occidental, sino también de jóvenes e intelectuales progresistas de Uagadugú. Resulta obvio para algunos que tales lugares serían objetivo del exdictador, quien, al igual que los terroristas, buscaba sembrar el pánico para propiciar un violento cambio de régimen.
El ataque ocurrió justo cuando los movimientos ciudadanos progresistas perseguían a Campaoré y luchaban contra un golpe dirigido por sus aliados. Algo que da que pensar. Se podría deducir que Campaoré se habría aliado con Al Murabitun, el movimiento yihadista que reivindicó los ataques, en los que murieron siete burkinenses ese 15 de enero. Pero la mayoría de la gente en Burkina Faso no piensa así. Con todo, los representantes de los movimientos progresistas están preocupados respecto de que esa amenaza terrorista le esté haciendo el juego a aquellos que prefieren un Estado militarizado y dictatorial con un gobierno autocrático.
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Por ejemplo, el activista de derechos humanos Chrysogone Zoumoré, del movimiento Coalición Nacional de Lucha contra la Carestía de la Vida (CCVC), está preocupado por el papel que están jugando las fuerzas especiales francesas, la Comandancia de Operaciones Especiales que tiene su base en el pequeño aeropuerto de Burkina Faso. Principalmente, dice, esta fuerza está protegida por un acuerdo de defensa que establece que los soldados franceses no pueden ser perseguidos por crímenes en el país, ni siquiera en caso de asesinato. Una prerrogativa que parece obscena en el contexto de las recientes revelaciones sobre abusos sexuales a menores por parte de soldados franceses en la República Centroafricana.
En segundo lugar, el comandante de las fuerzas especiales, el general Benoît Puga, es un viejo aliado del régimen corrupto y opresor de Campaoré. Según la revista de investigación francesa Le Canard Enchaîné, Puga fue además uno de los cerebros que estaban tras de la invasión occidental y la caída y muerte de Gadafi en Libia en el 2011, lo que acabaría por desencadenar la invasión yihadista del Sahel que destruyó Tombuctú y Gao.
En tercer lugar, él y otros viejos militares y políticos franceses partidarios de Campaoré, jefes en la sombría red franzáfrica [combinación de las palabras Francia y África usada para denotar la relación de Francia con las antiguas colonias africanas], conocida por sus operaciones oscuras y explotadoras alrededor de África, no llevan exactamente un registro de las bandas que combaten, los señores de la guerra o las milicias extremistas. Al contrario, tienen la reputación de llegar a acuerdos con estos grupos, incluido el de Mokhtar Belmokhtar, antiguo líder de una banda de secuestradores, contrabandista de tabaco y ahora instigador de los ataques de Al Murabitun en los hoteles Radisson Blue, en Bamako (Malí) un año antes, y en el Splendid de Burkina Faso.
Aunque la actual lucha de los franceses contra el terrorismo fuera real, Zougmoré teme que lo estén empeorando. "El ataque en Uagadugú siguió al ataque al hotel Radisson Blu en Bamako", dice. "Fue después de que las fuerzas especiales francesas se trasladaran aquí para combatirlos en Bamako, la capital de Malí. Nos asustamos al pensar que los terroristas los seguirían hasta nuestro país. Y eso fue exactamente lo que pasó".
En su opinión, hay una tendencia: "Cuando los franceses intervinieron en Malí en 2013 comenté que este tipo de intervención propagaría el problema del terrorismo más allá de las fronteras malienses. A saber: si hacías un recorrido alrededor de Uagadugú en el 2013 o el 2014, veías que había lugares como la embajada y las escuelas francesas que ya estaban incrementando su protección. ¡Sabían que algo iba a suceder!".
Y no son solo los franceses. Burkina forma parte de la operación anual dirigida por los estadounidenses, en la que también participa Países Bajos. El mando regional Africom, liderado por Estados Unidos, opera aquí, y el país también forma parte del corredor francés Barkhane, que se extiende desde Chad, en el este, hasta Mauritania, en el oeste. El país forma parte asimismo de la Alianza contra el Terrorismo Trans-Sáhara, de nuevo liderada por Estados Unidos, que permite misiones de vigilancia y pequeños equipos de colaboración con naciones aliadas. Y después está la fuerza de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, MINUSMA.
Todo esto parece indicar la necesidad de una fuerza militar global para perseguir a los terroristas, y dirigentes locales fuertes con los que trabajar. El presidente de Chad, Idriss Deby, un antiguo aliado franzafricano y amigo del ex dictador Campaoré, dirige ahora la alianza antiterrorista de los países del Sahel llamada G5. El discurso de que «sólo un líder fuerte apoyado por Occidente puede lidiar con el terrorismo» está también apoyado en los medios por un coro de aliados de Campaoré que cuentan con una única línea argumental: «El ataque en el Splendid no habría ocurrido sí Blaise hubera estado aquí». Eso enfurece los progresistas y alimenta esa teoría de la conspiración que afirma que Blaise estaría detrás planeando su vuelta.
Activistas como Zougmoré temen que esta militarización y la cesión de soberanía nacional a favor de aliados occidentales suponga una amenaza a lo que defiende su movimiento: más transparencia gubernamental y responsabilidad, menos espionaje sobre la oposición y menos corrupción. Laurent Bigot, un antiguo diplomático francés reconvertido a consultor, parece compartir esta opinión cuando advierte en Le Monde de que el Gobierno de Burkina Faso, mientras acuerda con Occidente la lucha contra las milicias, con lo que está comprometido básicamente es con obtener información política, con el único propósito de contrarrestar a la oposición y mantener un sistema basado en la corrupción. "Ni la corrupción ni la evasión fiscal son de gran interés para la comunidad internacional", escribe Bigot.
Por supuesto, Al Murabitun y sus grupos hermanos, Al Qaeda del Magreb Islámico (AQIM) y el Frente de Liberación de Macina (FLM) o Katibat Macina, este último un grupo que lucha por el retorno al reino idealizado y nómada Fulani, deben ser también combatidos militarmente. Pero Zougmoré cree que deben hacerlo los propios burkinenses: "Los franceses deberían entrenarnos y darnos las armas. Podemos pelear sin el paraguas de Occidente. Luchamos nosotros solo contra Blaise Campaoré, nadie tiene que hacerlo por nosotros". De hacerle caso al querido rapero local Smockey, este es un sentimiento compartido por muchos. "Hay 18 millones de reservistas", reza su canción más popular, que hace un llamamiento a "arrebatarle el terror a los terroristas".
Tal vez las fuerzas antiterroristas deberían considerar esos 18 millones de reservistas como aliados, en vez de hacerlo con los viejos políticos sin crédito y con las marionetas franzafricanas. Pero por el momento no existen indicios de que la estrategia de Occidente en la región vaya a cambiar.
Este artículo se publicó originalmente en gallego en la revista Luzes https://luzes.gal
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