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Revista Luzes Geografía de la depresión

Es una dolencia que se puede atajar con un buen sistema de asistencia y prevención. Galicia lidera la tasa de pacientes diagnosticados, casi el doble del promedio estatal, pero carece de profesionales en la sanidad pública para atender los casos que se vienen disparando en los últimos años.

La depresión es una enfermedad que llega acompañada de un profundo sentimiento de tristeza. / Pixabay
La depresión es una enfermedad que llega acompañada de un profundo sentimiento de tristeza. / Pixabay

LUZES-PÚBLICO | Andrea Nogueira 

La depresión es una enfermedad que llega acompañada de un profundo sentimiento de tristeza, de un desasosiego intenso y una preocupación constante que incluso puede tener manifestaciones somáticas. Está catalogada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una de las principales causas de discapacidad en el mundo.

Dentro del territorio estatal, Galicia lleva años a la cabeza de la lista de pacientes, viviendo además un aumento de la tasa: mientras que en España afecta a cerca de un 7% de cada 100.000 habitantes, aquí se acerca al 13%, según el Instituto Nacional de Estadística. Se trata de una dolencia multifactorial, que en los casos más graves finaliza en suicidio. Los profesionales de la salud mental advierten que con un buen sistema de prevención y asistencia se podría atajar; en cambio, Galicia está lejos de conseguir los recursos que hacen falta.

Cuando se habla de estadísticas, la depresión tiene cara de mujer. Son más del doble del total de personas afectadas. Por encima de los 80 años, la cifra se dispara. Pero cuando se baja a los casos concretos, la enfermedad atraviesa generación y géneros. En el caso de Sabela –nombre ficticio para proteger su identidad– tiene 46 años y una verborrea vivaz. Pasó por dos procesos depresivos diferentes.

El primero, hace 20 años, surgió en el que se suponía uno de los momentos más felices de su vida: la llegada de su único hijo. "Me di cuenta de que me estaba pasando algo porque pasé de ser una persona que siempre estaba riendo a sentirme muy triste, no paraba de llorar, y para mi entorno solo tenía un lamento constante: si estaban conmigo, porque estaban; si no estaban, también era malo", recuerda. Acudió al médico, quien le diagnosticó una depresión posparto.

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La OMS calcula que una de cada diez mujeres que dan a luz pasa por este estado; por el contrario, las unidades médicas no realizan un trabajo preventivo o informativo, como recomiendan los profesionales sanitarios. Para Sabela el estigma de la depresión se duplicó: "Imagina el impacto, que te digan eso hace veinte años y por tener un niño, que además ya tenía dos años. Yo le pedí una segunda opinión al médico". Fue derivada al especialista, donde recibió un tratamiento farmacológico y también apoyo terapéutico. "Pero muy precario y muy lento", recuerda. Cree que las citas desperdigadas y el poco tiempo de consulta pudieron prolongar la duración de la dolencia. Sabela asegura que los mismos médicos se excusan por la mala atención y siempre se exceden en los minutos establecidos por paciente.

El Movimiento Gallego de Salud Mental (MGSM) nació en 2014 como un resorte contra los defectos que existen en este tipo de asistencia sanitaria. Rosa Cerqueiro, portavoz de la asociación y psicóloga clínica, relata que la crisis económica y la aplicación de los recortes dejó "paralizada" a la sociedad y, "de alguna manera, también a los profesionales". En ese período asumieron que no era posible mejorar el Estado de Bienestar, pero cuando además se comenzó a revertir con lo que consideraban casos graves de falta asistencial, formaron este grupo interdisciplinar. Las primeras reivindicaciones apuntaron contra los cierres estivales de camas en unidades psiquiátricas, que en algunos casos suponían anular la existencia de este servicio. "Llegamos a puntos que nunca antes habían pasado: había altas precoces en los hospitales, listas de espera... teníamos la sensación de que las cosas iban mal y que no podíamos quedar callados. Había que pararlo", recuerda Cerqueiro.

El Movimiento Gallego de Salud Mental (MGSM) nació en 2014. / Pixabay
El Movimiento Gallego de Salud Mental (MGSM) nació en 2014. / Pixabay

El MGSM pidió a la Consellería de Sanidade que llevase a cabo un recuento de las dotaciones y recursos existentes y que iniciara las acciones necesarias que garantizaran una buena asistencia. El anterior Plan Gallego de Salud Mental había expirado en 2011 y en 2017 se anunció la composición de un grupo de trabajo que confeccionaría el nuevo, pero la asociación denuncia que aún no existe.

En este tiempo, ellos mismos redactaron un informe en el que recogen las propias recomendaciones de la Xunta de los años 1987 y 1997, así como las herramientas con las que se cuenta hoy: número de profesionales, unidades de atención, etc. El resultado, "Recursos en salud mental en Galicia", visualiza un déficit del 12% de los auxiliares de enfermería, del 32% de psiquiatras, del 49% en psicología clínica y enfermería, del 68% en terapia ocupacional y del 73% en trabajo social. Con esta falta de recursos humanos la vocal de la organización subraya la imposibilidad de prestar un servicio digno. La carga asistencial que soportan los profesionales por culpa de estas carencias provoca que las pautas recomendadas para los tratamientos no se sigan correctamente y que los plazos sean en muchos casos insoportables para los pacientes.

Cuando Sabela atravesó una segunda depresión, la más fuerte segundo describe, ya no acudió a su médico de cabecera por la urgencia que tenía. "Sabes que pueden pasar dos meses hasta que te tratan, y mientras te dan unas pastillas, que igual ni te sientan bien, pero no lo saben; mis padres estaban muy preocupados y me llevaron directamente a un psicólogo de pago". De eso hace ocho años. En junio de 2018 8094 gallegos estaban a la espera de la primera cita en los servicios de psiquiatría del Sergas.

El detonante de la segunda depresión de Sabela fue la separación de su pareja pero, como indica el psiquiatra Cipriano Luis Jiménez, no siempre existe una circunstancia ambiental: "Hay una depresión que podemos llamar de tipo endógeno, en la que el metabolismo puede influir como factor para que se produzca un estado depresivo; también sabemos que toda una serie de circunstancias reactivas pueden intervenir, y en cuyo caso siempre son más tratables desde el punto de vista de la terapia que de tratamientos químicos".

La Agencia Española del Medicamento señala que el consumo de ansiolíticos aumentó entre 2000 y 2013 un 57,4%

La Agencia Española del Medicamento señala que el consumo de ansiolíticos aumentó entre 2000 y 2013 un 57,4% y en el caso de los antidepresivos un 200%. Los expertos, que califican este incremento de «excepcional», apuntan que a la subida de los casos diagnosticados se añaden otros factores como la falta de prevención y de tiempo para las terapias.

Cerqueiro insiste en la importancia de trabajar desde la atención primaria para reducir los tratamientos farmacológicos y también la cronicidad de la enfermedad, porque "un buen trabajo a tiempo reduce las patologías y las consecuencias en la calidad de vida" y recuerda que esto también repercute en la carga económica que supone para el Estado. Sabela tuvo que medicarse, no solo por la depresión, sino porque la tensión mental a la que estaba sometida se traspasó a su cuerpo y acabó empeorando una enfermedad crónica que padece.

La Agencia Española del Medicamento señala que el consumo de ansiolíticos aumentó entre 2000 y 2013 un 57,4%. / Archivo
La Agencia Española del Medicamento señala que el consumo de ansiolíticos aumentó entre 2000 y 2013 un 57,4%. / Archivo

"Estaba triste, pero sobre todo muy enfadada, y esas sensaciones hicieron que me doliera continuamente el lomo", describe. Pero lo que le resultó más medicinal fue la terapia, por eso defiende la necesidad de contar con este recurso en la sanidad pública. "Igual que si te duele algo vas al médico de cabecera, si cuando estás agobiado puedes acudir rápido a una sesión estoy segura de que muchas de estas cosas no acabarían en depresión". Ahora se encuentra nuevamente esperando una cita médica en la sanidad pública, en este caso para un familiar que sufre ataques de ansiedad. Hasta dentro de mes y medio no será evaluado. "Mientras, pastillas", anota. Jiménez coincide en que solo con el hecho de verbalizar los sentimientos negativos en un entorno que cobije a la persona ya se ahorraría mucho sufrimiento.

Si bien matiza que la familia no puede ejercer de psicóloga, subraya que sí cumple con una función de apoyo muy relevante y en muchos casos debe ser quien anime el enfermo a acudir a un profesional. Por el contrario, explica que en la actualidad la actitud más común cuando se conocen "las debilidades" de un ser querido es evitar el tema. "Hay una especie de complicidad con el entorno que hace que se cierre cualquier tipo de comunicación, lo que es un mecanismo psicológico muy curioso", describe. El psiquiatra lamenta que vivamos en una sociedad reticente a expresar emociones como la tristeza, pues provoca que la salud mental sea "un tabú".

Esto no está presente en otros países, como en los americanos o los de Centroeuropa, que comparten la asistencia y la terapia "como si fuese algo que están haciendo con valor positivo", apunta. Adoptar esta postura y normalizar las enfermedades mentales supondría tener una sociedad más sana pues, como indica Cerqueiro, estos casos son "el termómetro" del bienestar y la salud de una sociedad.

Un país de suicidas

Detrás de un suicido no siempre hay una enfermedad de salud mental, pues los factores que influyen en este acto son muchos y muy diversos, pero Jiménez señala que uno de los primeros elementos a tener en cuenta en la depresión es que lleva consigo el pensar fuertemente en acabar con la vida. "A veces las personas lo verbalizan, los enfermos dicen cosas como ‘yo no pinto nada’, lo que no quiere decir que vaya a suceder", advierte el psiquiatra.

Casi cada día muere una persona por suicido en Galicia, una cifra que se viene manteniendo en los últimos años. Segundo el Imelga, en 2017 se quitaron la vida concretamente 324 personas. El MGSM denuncia que no se cumplen los requisitos básicos de prevención que estipula la OMS en lo que es ya la principal causa de muerte externa, es decir, que no se produce por causas naturales. Galicia, junto a Asturias, también ostenta aquí la mayor tasa de España: 12 suicidios por cada 100.000 habitantes, cuatro puntos por encima de el promedio nacional.

Para analizar los suicidios en Galicia se deben tener en cuenta algunos factores muy significativos como el envejecimiento de la población, su dispersión, el clima e incluso cuestiones etnográficas. Además de los casos en áreas urbanas, Jiménez recuerda que "no cabe duda de que la Galicia rural es una sociedad totalmente desarticulada" y que este es "un elemento importantísimo" para que se pueda producir un suicidio e incluso un acto de criminalidad. Las imágenes que propician algunas zonas son de otrora: "Hay cientos, por no decir miles, de parroquias que están en una situación trágica; entras allí y no ves a nadie, de vez en cuando aparece una persona de ochenta y muchos años, como una especie de superviviente, con una o dos vacas".

Hay cientos, por no decir miles, de parroquias que están en una situación trágica; entras allí y no ves a nadie

Este aislamiento social provoca que muchas personas queden «descolgadas» del sistema y, en consecuencia, olvidadas por este. Aunque la depresión se ceba mayoritariamente con las mujeres, son los hombres los que cometen más actos de suicidio. Ellas sufren más cargas en el día a día, por el machismo que las avasalla con la organización de la casa, el cuidado de los familiares y la subordinación en el trabajo. Eso provoca, a su vez y según el psiquiatra, que tengan más «defensas» a la hora de afrontar las desgracias o la soledad y así logran huir de una situación extrema como finalizar con la vida. En cambio, el hombre está falto de esa agilidad emocional, pues la sociedad les impone el mantenimiento de una imagen de fortaleza. Por este motivo, ocultan su malestar y la depresión muchas veces solo se manifiesta en un enfado perpetuo que se interpreta como un mal carácter. Acaban optando por quitarse la vida en lugar de pedir ayuda.

Este artículo se publicó originalmente en gallego en la revista Luzes. Ahora Público lo reproduce como parte de un acuerdo de colaboración con la revista. Aquí puedes encontrar más artículos de Luzes en Público.

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