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La feminización de los trabajos en el hogar, la educación y la sanidad vuelca el peso de los cuidados sobre las mujeres

Los hombres suelen ocupar los cargos de responsabilidad incluso en los sectores más feminizados, redundando en la jerarquía y estructura de poder patriarcal.

Cientos de personas protestan con carteles durante una manifestación convocada por la Plataforma Feminista Guadalajara por el 8M, Día Internacional de la Mujer, en Guadalajara, Castilla La-Mancha (España).
Cientos de personas protestan con carteles durante una manifestación convocada por la Plataforma Feminista Guadalajara por el 8M de 2023. Rafael Martín / Europa Press

Aunque a nivel formal y tácito la igualdad de oportunidades esté escrita negro sobre blanco como un derecho, también en el mercado laboral, la realidad es que algunas profesiones tienen nombre de mujer. El trabajo remunerado es central, por la gran influencia que tiene en el tiempo, la independencia económica y el estatus social, en la configuración de la masculinidad y la feminidad, así como de los roles de género.

Los datos reflejan que los trabajos feminizados suelen estar relacionados con el cuidado de la salud, la educación, los servicios sociales, la limpieza, la enfermería, la secretaría y el trabajo doméstico, todos ellos asociados a unos estereotipos que perpetúan la desigualdad de género. 

La profesión ejercida mayoritariamente por mujeres es, en concreto, la de las empleadas domésticas (340.707 trabajadoras), donde ellas son el 95,56%, según la última estimación del Instituto Nacional de Estadística (INE). Una cifra llamativa si se tiene en cuenta que en ninguna otra ocupación superan el 90%.

Los hombres, en cambio, sobrepasan el 90% en 28 profesiones distintas; sobre todo en trabajos de conductores, mecánicos o tareas de construcción, aunque también en otros como fontanería o sacerdocio. Los lugares en los que trabajan más mujeres son las tiendas y almacenes, y lo hacen como vendedoras (627.213).

El 95,56% de las empleadas domésticas son mujeres

Uno de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es precisamente la igualdad de género. Su meta 5.5 es "asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública" y establece indicadores para medir esto, como el 5.5.2, que hablan de la "proporción de mujeres en cargos directivos". 

Sin embargo, ellos mandan incluso en el sector más feminizado de todos, de acuerdo con los datos a los que ha tenido acceso Público. Dentro de las 'Actividades de los hogares como empleadores de personal doméstico' solo hay nueve directores generales o presidentes ejecutivos, de los cuales seis son hombres y tres mujeres. Una distribución del poder que refleja la concentración masculino del mismo, incluso allí donde ellas son más. 

La otra cara de las profesiones feminizadas, más allá del reconocimiento social, es la peor remuneración si se compara con aquellas que acaparan los varones. Esto refuerza directamente la brecha salarial y sitúa a las mujeres en una posición de vulnerabilidad económica que, como advierten las expertas, es clave en contextos de violencia de género y violencia sexual.

Ellas nos cuidan

Lo que evidencian las cifras es una división clara que da lugar a dos grupos: uno que aglutina los trabajos físicos, donde el uso de la fuerza es clave (mecánicos, técnicos, relacionados con el transporte o las ciencias naturales); y otro donde se concentran actividades que tienen que ver con las ciencias humanas, la estética y, sobre todo, los cuidados. Como es predecible, los hombres se suelen ocupar de los primeros y las mujeres, de los segundos. 

Ellas nos educan. Las mujeres representan el 88,52% de las 115.881 maestras y educadoras de Infantil, el 78,63% de las 28.494 profesoras de educación especial, el 78,41% de las 314.742 profesoras de Primaria, así como el 62,78% del resto de los puestos de profesionales de la enseñanza.

También ellas velan por nuestra salud. Según las cifras recogidas por este medio, el 89,33% de las auxiliares de enfermería, el 84,37% de las 302.856 enfermeras y parteras, el 73,35% de las farmacéuticas y el 62,03% de las médicas son mujeres.

Al igual que ocurre con la educación, lo que se observa es que a medida que escala la responsabilidad del puesto, el porcentaje de mujeres se reduce, redundando en estructura de poder masculinizada que se mencionaba antes. El INE distingue hasta diez categorías de profesiones de directivos en las que ellas son mayoría solo en una.

Destacan por su llamativa feminización las peluqueras (79,44%), las trabajadoras de la limpieza de oficinas, casas y hoteles, las llamadas kellys (80,12%), las cuidadoras de niños y niñas (87,08%), las trabajadoras de ayuda a domicilio (85,91%) y las expertas en ciencias sociales (78,76%) como sociología, historia o psicología.

Estas cifras se infieren de una estimación hecha por el INE a partir del Censo de Población y Viviendas de 2021, que contiene los datos más actualizados con un nivel de desglose tan detallado. Se dividen las profesiones en 164 tipos distintos siguiendo la Clasificación Nacional de Ocupaciones (CNO) y se categoriza también a los trabajadores en 272 sectores distintos siguiendo siguiendo la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE).

Desarticular la masculinidad dominante

Como explica la politóloga Carla Aguilar-Cunill en el artículo Las nuevas masculinidades en el contexto laboral, la incorporación de los hombres a trabajos considerados típicamente femeninos es clave para el desarrollo de nuevas identidades masculinas que asimilen valores y habilidades asociados a las mujeres. A su vez, "la reivindicación de este desarrollo ejerce presión para que haya cambios en la conciliación familiar" y el reparto de las tareas reproductivas.

La autora plantea cómo las identidades femenina y masculina se autorregulan precisamente "en entornos que las ponen a prueba". En concreto, se centra analizar el comportamiento de los varones y observa cómo cuando realizan trabajos tradicionalmente reservados para las mujeres, en los que, además, trabajan con compañeras, la masculinidad se vuelve más visible y, a partir de ahí, se puede poner más en cuestión.

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