Opinión
Anotop, el Supremo

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Mucho reírnos de Feijóo, mucho reírnos de Rajoy, mucho reírnos de Ayuso, pero es evidente que uno de los grandes logros del PP es haber destrozado, saqueado y exprimido un país mientras el país se parte el culo a carcajadas. El rescate a las cajas que no nos iba a costar un euro, la contabilidad ficticia con B de Bárcenas, el dinero negro circulando en sobres como en una película de Scorsese, el ministro del Interior condecorando a una Virgen de madera, los contratos a dedo de la hermana de Feijóo, las vacaciones en el yate de un narco, los miles de ancianos muertos que se iban a morir igual, el ciudadano anónimo forrado repentinamente de millones que, por un maravilloso birlibirloque jurídico, acaba intercambiando la cabeza con el fiscal general del Estado. Tienen una cantera de cómicos inagotable y, cuando crees que ya no pueden superarse, van y te sacan a Mazón cantando bajo la lluvia, a Casado con sus disfraces o a Tellado y Muñoz a pelo en la nueva versión de Los Morancos.
Se entiende que haya gente que siga erre que erre votando al PP aunque les roben en su cara, les arrasen los servicios públicos o se quejen por la falta de médicos después de haber despedido por las bravas a unos cuantos millares. Es la hostia de gracioso tener que esperar año y medio para conseguir una cita con un especialista, o que no te avisen del positivo en una prueba de cáncer, o que te digan que no pasa nada y luego que sí pase. Me imagino a sus votantes eligiendo las papeletas en el colegio electoral y pensando: "Bueno, no nos van a subir la pensión, se van a cargar la economía y, en general, nos van a joder vivos, pero es que son la monda". España es como aquel pueblo de bromistas de Gila en donde le meten un cartucho de dinamita por la oreja a un maestro de escuela mientras duerme la siesta, le vuelan la cabeza en pedazos y entonces llega el padre y dice: "Me habéis matado al hijo, pero lo que me he reído".
En el momento de gloria de su filípica parlamentaria, cuando pensaba que iba a golpear el último clavo en el ataúd de Sánchez, a Feijóo se le escapó el martillo, resbaló con su propia lengua y soltó un jeroglífico egipcio que parecía el descubrimiento de un faraón gallego. "Anotop at" dijo, y se trabó como una máquina de tabaco cuyo mecanismo se engancha con las monedas sueltas. Su estupor parecía sacado de esos sueños en los que uno se da cuenta de que va por la calle con los cataplines al aire o dispara una pistola cuyo cañón de repente se vuelve fláccido y pega un gatillazo. Tengo la impresión de que sus asesores lo hacen a posta, los muy cabrones, escribiéndole vocablos muy difíciles de pronunciar ("anatomía", a quién se le ocurre), como si intentaran repetir esa leyenda, nunca verificada, que dicen que le ocurrió al rey Juan Carlos leyendo un discurso sobre el Papa. Tenía que pronunciar "pontífice", pero la palabra estaba cortada en dos folios por un guion, "pon" a un lado y "tífice" al otro, y entonces Juan Carlos dijo "pon", dio la vuelta a la hoja y luego, muy tranquilo, dijo "tífice".
No es la primera vez que Feijóo tropieza con el logopeda, aunque sus gazapos más hermosos solían limitarse a términos extranjeros. A Bruce Springsteen lo rebautizó "Bruce Sprinter", cambiándole de profesión, y al gran grupo irlandés de música celta, The Chieftains, lo transformó en "Tichestein" una especie de monstruo pariente del Frankenstein de Mary Shelley. Hablando de monstruos, el "Anotop" de Feijóo sonaba un poco a las horrendas divinidades de Lovecraft (Nyarlathotep, Yog-Sothoth o Cthulhu, que nadie tiene la menor idea de cómo se pronuncia), aunque tampoco nos extrañaría nada que acabara rotulado en un local de sexo duro. Daba un poco de lástima verlo enzarzado con su propio chiste, mientras Esther Muñoz aplaudía con el piloto automático y le cerraban el micrófono porque se le había acabado el tiempo y también porque dejara de hacer el ridículo. También da mucha risa, sí, pero a lo mejor Feijóo ha invocado a Cthulhu sin querer y verás la que nos viene encima.
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