Opinión
Entre Ayuso y Sémper, pero sin Feijóo

Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
-Actualizado a
El debate interno en el Partido Popular lleva tiempo cociéndose, pero ahora ha alcanzado el punto de ebullición incompatible con una aparente normalidad y el silencio que se pretende de cara a la galería. Tiene que ser muy complicado mantener una posición de apoyo a un Estado cuyo primer ministro, Benjamin Netanyahu, corrupto de pro y asesino de manual, pretende hacer del genocidio una causa normal y racional. Asistir en directo a masacres de niños y niñas, todos los días; a torturas por hambre y enfermedad, por amputaciones sin anestesia en hospitales en ruinas... No sé: debe de ser muy difícil gestionar este apoyo al miserable de Netanyahu cuando llegas a casa y das un beso a tus hijos, por ejemplo. Porque esto va de humanidad: más de 53.600 gazatíes asesinados/as en 19 meses, la mayoría muy mayoritaria, niños y niñas; así, dicen, se acaba de raíz con el problema de los genocidas ultrasionistas: no niños, no nuevas generaciones de palestinos.
Resulta que la Unión Europea, siempre tan rápida y tan cínica, ha decidido que quizás habría que reconsiderar las relaciones con el Estado de Israel. Un "quizás" en la UE es un debate en bucle en el resto del mundo, o sea, que cuando se alcance un acuerdo, en su caso, todo lo que se haga será in memorian de un pueblo que ya no existe, Palestina, y cuyos ciudadanos/as fueron masacradas ante los ojos del mundo y la impotencia salvaje de buena parte de sus habitantes, los cuales, no lo olviden, mandarán a las instituciones a un agujero negro de una patada en el culo. ¿Para qué nos sirve tanta democracia de salón si sus responsables son incapaces de poner fin a la evidencia de un crimen colectivo, de una limpieza étnica de este calibre? Vengan a llorarnos después por la antipolítica y el "Todos son iguales", que quienes se quedaron afónicos de gritar por Palestina en las calles y en los medios de comunicación les van a razonar un par de cosas sobre los derechos humanos, el derecho internacional y los cómplices que guardan silencio y lo permiten todo con la cobardía más rastrera por no molestar al poderoso criminal.
En este contexto está el PP: ¿Callamos? ¿Denunciamos? ¿Apostamos por Netanyahu o por los derechos humanos violados con el descaro de quien se sabe impune? Las costuras han empezado a resistirse en el primer partido de la oposición; desde luego, en privado, el hilvanado lleva tiempo a punto de reventar: el sufrimiento y los crímenes son de tal envergadura y crueldad en Gaza, la limpieza étnica tan evidente que hay pocos seres humanos que resistan su visión -y pocos políticos a los que se les escape el posible coste electoral de semejante matanza, para qué nos vamos a engañar-.
En este momento, hay tres apoyos firmes de Netanyahu inasequibles al desaliento y la humanidad más elemental, que nos acusan de antisemitismo (precisamente están ahí los herederos de Fraga, los de la "conspiración judeomasónica" de Franco, como ya hemos comentado aquí) y otras patrañas como la complicidad con Hamás, a quien el propio Netanyahu confirmó que había ayudado a fortalecerse por la vía de la pela qatarí, algo similar a lo que hizo la Casa Blanca con Bin Laden en los 80 para luchar contra Rusia.
Los tres apoyos de Netanyahu son ahora Donald Trump, por supuesto; las ultraderechas trumpistas en Europa y fuera de ella, y un ecosistema madrileño, trumpista asimismo, afiliado al PP, que se llama ayusismo. Este último es el que más quebraderos de cabeza provoca en la calle Génova y lleva a su líder, Alberto Núñez Feijóo, a asumir postulados tan esperpénticos como decir en las últimas horas que él no sabe lo que tiene que hacer la Comisión Europea con el genocidio, una conclusión que debe darnos mucha tranquilidad cuando Feijóo aspira a gobernar España ("La Unión Europea que haga lo que considere oportuno, yo no estoy sentado en el consejo")
El portavoz del PP, Borja Sémper, se rebeló públicamente contra Israel este jueves y acusó a Netanyahu de cometer "atrocidades"; no fue el único en su partido que se pronunció en este sentido: también lo hizo el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, aunque probablemente presionado por las manifestaciones crecientes contra Israel en la ciudad autónoma. La cuerda entre las distintas sensibilidades del PP sobre la cuestión israelí se tensa cada día y cada hora, pero no parece que Feijóo vaya a abandonar esa calculada ambigüedad que le permite navegar entre sus socios trumpistas de Vox, Ayuso y el PP europeo. Hasta que la cuerda se rompa, Palestina reviente y la culpa pueda ser del Gobierno de Sánchez, que es donde desembocan todos los ríos argumentales del gallego.
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