Opinión
Brasil, COP30 y la paradoja extractivista

Por Miguel Urbán
Cada día que pasa, las evidencias —ya no solo científicas sino también las más empíricas, como lo sucedido en Valencia el año pasado— constatan la emergencia ecológica. No como un fenómeno propio de un futuro funesto, sino como una realidad presente. El propio secretario general de la ONU, António Guterres, afirmó que 2024 fue "toda una clase magistral de destrucción climática". Esta frase fue parte de su discurso inaugural con motivo de la cumbre climática mundial de la COP29 en Bakú, justo hace un año.
Un año más la COP —Conferencia de las Partes, por sus siglas en inglés—, la reunión de los países firmantes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), se vuelve a reunir para supuestamente tomar decisiones políticas a nivel internacional para combatir el cambio climático o disminuir sus efectos. Esta vez en Brasil, con el peso simbólico de celebrarse en la Amazonía, en un contexto caracterizado tanto por la agudización de los efectos de la crisis ecológica como por el creciente negacionismo climático abanderado desde la Casa Blanca por Donald Trump.
Brasil está utilizando el macroevento climático para intentar posicionarse como el campeón del capitalismo verde. Un movimiento que tiene mucho de disputa política interna, como antagonismo al negacionismo de la extrema derecha bolsonarista a un año de las elecciones presidenciales, a la vez que posiciona a Brasil como actor regional e internacional. Todo ello en el marco de una coyuntura marcada por una Unión Europea que está abandonando el maquillaje del Pacto Verde para mostrar una cara más caqui, militar, de "Rearm Europe", así como por el crecimiento del negacionismo abanderado por la internacional trumpista.
La COP30, que se celebra en Belén, mostrará los límites del soft power brasileño para liderar la agenda ambiental global mientras incrementa la producción de petróleo, expande la frontera de los combustibles fósiles e incrementa el agronegocio que exacerba la crisis climática y sus fenómenos meteorológicos extremos. De hecho, un mes antes de la cumbre climática Petrobras, la empresa petrolera pública brasileña, obtuvo la licencia para perforar la cuenca de la desembocadura del Amazonas. Una explotación que convertirá a Brasil en el cuarto productor de petróleo más grande del mundo, solo por detrás de Estados Unidos, Arabia Saudí y Rusia.
De hecho, las dos últimas reuniones de la COP se realizaron en Bakú, Azerbaiyán (2024), y Dubái, Emiratos Árabes Unidos (2023), países con una economía centrada en los combustibles fósiles, mostrando las contradicciones existenciales de este tipo de cumbres. En el caso de Dubái, el CEO de Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC) usó su cargo como presidente anfitrión de la reunión internacional para cerrar negocios petroleros. Mientras que en Bakú los lobistas del sector de los combustibles fósiles tuvieron más de 1.700 representantes, una cifra muy superior a la de las delegaciones de los países más vulnerables al cambio climático. Son ejemplos que muestran la captura corporativa de la COP y parte de sus deficiencias estructurales para ser un foro útil para enfrentar la crisis ecológica en marcha.
Pero no solo los combustibles fósiles parecen estar fuera del control de la COP, sino también otras actividades extractivas como las mineras o el agronegocio. Brasil ha evitado reconocer el papel de la agricultura intensiva en la deforestación, principal contribución del país a las emisiones de gases de efecto invernadero. Una realidad que, una vez más, choca con el barniz de capitalismo verde que quiere vender el país en esta cumbre, con su medida estrella del Fondo para los Bosques Tropicales para Siempre (TFFF, por sus siglas en inglés). Una iniciativa público-privada que pretende crear un fondo de 125.000 millones de dólares (25.000 como aporte de los Estados y 100.000 de multinacionales), administrado por el Banco Mundial para invertir en los mercados financieros, repartiendo su rentabilidad anual —se estima en unos 4.000 millones— entre los países que preserven sus bosques. El propio ministro de Finanzas, Fernando Haddad, afirmó que el fondo es "la principal iniciativa de Brasil" en la COP.
Impulsar un Fondo para los Bosques Tropicales mientras, unas semanas después, se tiene previsto firmar el acuerdo comercial Unión Europea–Mercosur —conocido popularmente como un acuerdo de "vacas por coches"—. Mientras la UE pretende mejorar el acceso al mercado Mercosur para sus multinacionales de automóviles, accesorios para la automoción, empresas energéticas, bebidas y servicios financieros, a cambio los países del Mercosur quieren más acceso al mercado europeo para sus materias primas, carne de vacuno y pollo, soja, azúcar y etanol para biocombustibles, entre otros productos. No podemos obviar que la ganadería es el mayor impulsor de la deforestación en el Amazonas, con el 63 % de las áreas deforestadas ocupadas por pastizales.
Esta COP será la primera desde que Donald Trump volviera a la Casa Blanca. En una declaración de intenciones inequívoca, Estados Unidos no solo no participará en la cumbre de líderes de este fin de semana, sino que tampoco enviará representantes de alto nivel a las negociaciones técnicas de la cumbre de Belén, que comenzarán a partir de este lunes próximo. Así, muestra su desprecio más absoluto por los espacios multilaterales, reafirmando también la bandera del negacionismo climático como un rasgo definitorio de la ola reaccionaria global. De hecho, el presidente argentino, Javier Milei, la figura más prominente de la internacional reaccionaria en el continente latinoamericano, seguirá el ejemplo de Trump y tampoco acudirá a la COP de Belén.
Un negacionismo ultraderechista, que resulta funcional al malmenorismo del capitalismo verde. Un espejo cóncavo en él que poder agrandar la imagen del fondo especulativo para los Bosques Tropicales, no ser muy críticos con las prospecciones petrolíferas en el amazonas o incluso defender el verde caqui militar de la unión europea. Una forma de achicar el espacio de lo posible para las políticas de mitigación climática mientras agranda la influencia y la importancia del negacionismo, cediéndoles la vitola de antisistemas en un momento de malestares crecientes.
Pero estos días en Brasil no solo se darán cita los lobistas del capitalismo verde, caqui y fósil, o los representantes de los gobiernos, que acuden de forma litúrgica a fichar como el que visita la iglesia año tras año el día de Todos los Santos para poner una vela por los difuntos y limpiar su conciencia hasta el año que viene. También se desarrollarán diferentes iniciativas populares y encuentros que pretenden establecer alianzas amplias entre organizaciones sociales, políticas y sindicales que rechacen este modelo violento y depredador, así como su maquillaje verde de malmenorismo.
Ante la impotencia del negacionismo y el barniz verde del capital extractivo, es fundamental levantar un nuevo internacionalismo ecoterritorial, desde la base y pegado a los procesos comunitarios. En este sentido, este fin de semana en Belén, coincidiendo con la cumbre de jefes de Estado de medio mundo, nace Pueblos contra el Extractivismo, una plataforma de encuentro de organizaciones populares que enfrentan la minería y el extractivismo en todas sus formas. Denunciando cada proyecto que destruye la vida en los territorios, no como amenazas desconectadas, sino en tanto materialización concreta de las dinámicas del capitalismo verde militar.
Porque, ante un escenario de emergencia climática, crisis ecosocial y avance de una internacional reaccionaria al servicio de los intereses de los superoligarcas, no podemos seguir confiando en cumbres que se han convertido en estructuras zombis parasitadas por lobbistas del capital. Necesitamos enfrentarnos a la dictadura de la ganancia para arrancar conquistas que sitúen la vida y el territorio en el centro. Pueblos contra el Extractivismo nace como una iniciativa humilde al servicio de los procesos de lucha popular contra la lógica extractivista. Al mismo tiempo, hay muchas otras iniciativas que se reunirán estos días en Brasil, desde el foro pos-extractivista en São Paulo hasta los encuentros ecosocialistas y la Cumbre de los Pueblos en Belén. Propuestas que van más allá del chantaje funcional entre el negacionismo climático y el capitalismo verde, ensanchando el marco de lo posible.
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