Opinión
Carmena, más pobre que estándar
Por Anibal Malvar
Periodista
-Actualizado a
Manuela Carmena ha disuelto el contrato firmado en 2002 por el ayuntamiento de Madrid con las agencias de calificación norteamericanas Standard&Poor's y Fitch. Las agencias de calificación son unos curiosos negocios dedicados a ponerle nota a tu situación económica, social, política, sexual, intelectual y sanitaria, y los paletos le dan una importancia desmesurada, como a todo aquello que pagan caro y en dólares. Pero si las agencias de calificación no te dan el aprobado, esos angelitos llamados grandes inversores exigen porcientos usureros para prestarte pasta. Las agencias de calificación no son públicas, no son independientes, no están controladas por nadie y son un negocio. De ahí que tú puedas comprar a tu agencia de calificación una nota alta cuando te estás arruinando, como hizo Lehman Brothers en el aparatoso prólogo de la crisis económica o engaño financiero más doloroso, estúpido y cruel de la modernidad. O sea, este.
Yo considero que con unas cuentas públicas absolutamente transparentes no es necesario este extraño fenómeno de las agencias de calificación, que tal vez representan intereses un tanto sesgados, como había sugerido sutilmente, hace ya dos años, el responsable de finanzas del Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato: "No quiero agencias de calificación. Ni privadas, al servicio de intereses espurios, ni públicas al servicio de los mismos intereses". La frase suena a alegato de detective blando al final de una mala película negra de la sagrada serie B. Pero Sánchez Mato la dijo antes de ser elegido, y, como prólogo o atrio de una contemporánea película política, el alegato suena mejor. Quizá a promesa electoral. Cómo engordan las viejas frases cuando encuentran su viejo momento.
La secuencia del divorcio es guionera.
En 2002, el ayuntamiento del PP contrata a estas cuadrillas de ángeles calificadores por la desdeñable cantidad de 100.000 euros al año. Standard & Poor's y Fitch cobran 56.500 y 50.500 euros, respectivamente, por sus lehmanbrotherianos e infalibles informes, según los cuales los especuladores pueden pagar más o menos interés cuando Madrid emita deuda.
Manuela Carmena, roja intransigente y populista, defiende en todo momento que no se debe emitir más deuda desde Madrid. No llega a ser una promesa electoral, porque eso, ya está demostrado, no existe. Pero la cumple.
Carmena gana las elecciones. Anuncia una auditoría sobre la deuda contraída por el ayuntamiento en las últimas legislaturas. Hay sospechas de que parte de esa deuda no sea legítima. Si un gobernante corrupto vende duros a pesetas, como se hizo con NovaGalicia, la vieja caja gallega que rescatamos por 9.000 y vendimos por 1.000, a lo peor convendría investigar si se han sacado tajadas. No sería la primera vez que ocurre, aun en un país tan honrado como España
Entre el 4 y el 6 de septiembre se producen tediosas reuniones entre el equipo económico de Carmena y directivos de Standard&Poor's y Fitch en España. No resisto a imaginarme cómo fueron las conversaciones. Seguro que hubo ofertas muy difíciles de rechazar, como en los clásicos. Pero en ellas se plantó el equipo de Carmena y les dijo a los honestos calificadores que seguiría adelante con la auditoría de la deuda, que las operaciones urbanísticas de Chamartín y Campamento serían revisadas, y que quizá el magnate chino Wang Jianlin no iba a obtener todas las licencias deseadas para sus negocietes en el país.
Dos semanas después, S&P amenazó a Madrid con rebajar su calificación de BBB a bono basura si Carmena continuaba rojeando y parando movimientos especulativos.
Ahora Carmena acaba decir que le da igual: que, como no va a emitir más deuda, la calificación de su bono se la trae al pairo.
Esperanza Aguirre ha criticado virulentamente la decisión de la alcaldesa con estas sabias y honradísimas palabras: "Si todas las instituciones del mundo se fijan en las agencias de rating, por algo será".
Y la portavoz de Ciudadanos, Begoña Villacís, también se ha quitado la máscara buenista: "No hay por qué castigarlas porque retraten lo que están viendo".
O sea, no contratar a estos señores de la especulación y la estafa, a los encubridores de Lehman Brothers o de la deuda griega, es "castigarlos", asegura Ciudadanos.
Para terminar con el guión de la película solo es necesario que Manuela Carmena visite Dallas. Démosle tiempo a la Historia. A nuestra perversa Historia. Y nos pasaremos unas décadas más especulando con la trayectoria de otra bala mágica. Si es que vivimos en un mundo enormemente peliculero, donde nunca, o casi nunca, pasa nada.
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