Opinión
O discursiño

-Actualizado a
[Franco, Franco, que tiene el…].
Sí, perdón, buenos d.. ¡buenas noches!
[A ver si le ponemos letra al himno de una vez, que luego la mente nos juega malas pasadas. Los estribillos aprendidos en la infancia son como los jesusitodemivida y los padrenuestros: no se olvidan jamás].
Vaya por delante que no he hecho esto nunca. Lo único que nos unía al rey y a mí era su firma estampada en mi título universitario [empecé la carrera con El Campechano y la terminé con El Preparao]. Sin embargo, este 2025 han ocurrido cosas tan inverosímiles como la visita de Sus Majestades [la fórmula sirve para los de Oriente y para los de España, ¿no?] a mi municipio natal, Burela. Eso nos proporciona una suerte de hermandad que me legitima para sustituirle en ámbitos menos proclives a la monarquía [ya sabéis, Diario Público: cuna de rojos republicanos secesionistas feministas transincluyentes izquierdosos de la ETA].
Con estos mimbres inicio la tarea que la Jefa de Opinión me ha encomendado para el día de Nochebuena [tarea informalmente llamada en mi cabeza: O Discursiño]. Como la última y única vez que el CIS preguntó por el desempeño como monarca de Felipe VI fue en 2015 y el pobre hombre suspendió [con un 4,34 sobre 10, es que no había ni opción de redondearle al 5, y encima el malvado gobierno de Sánchez nos ha quitado la convocatoria de septiembre], me atrevería a decir, y me atrevo, que quizás en determinados sectores de la población O Discursiño cause una mayor adhesión que el Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey [MNSMR para la generación Zeta]. Y si no, hagan ustedes como las cientos de felicitaciones que en los últimos días, y los que vendrán, están recibiendo por WhatsApp [¿puedo nombrar a empresas privadas en O Discursiño? ¿Meta nos patrocina algo?]: pónganme un emoji de carita sonriente, reenvíenme un meme navideño de otro grupo diferente o déjenme en visto como si fuese el GIF de Feliz 2026 del transportista que dijo que no había nadie en casa cuando era mentira.
Como vivo en pecado con mi pareja y nosotros no exponemos a nuestra hija menor en redes, deseo a todas las personas lectoras de estas palabras, en mi nombre y en el de mi perra Lúa, unas felices fiestas, porque ateos sí, pero vacaciones en festividades religiosas también [Abascal no devuelve su festivo del 1 de mayo, ¿verdad? Pues yo tampoco]. Este 2025 ha sido un año lleno de retos, pero casi llegamos al final del ciclo cumpliendo el mayor de todos: no celebrar elecciones en ningún lugar de España. Fallamos en el tiempo de descuento. Lo de no vivir en perpetua campaña electoral es como ser joven y propietaria de una vivienda: utópico. Y tal y como va el mundo, ya no nos atrevemos a soñar a lo grande. Nos conformábamos con que Hitler no resucitase en versión Naranjito y ni eso nos concedió el año.
Hubo un Gran Apagón y durante unas horas la España Habitada supo lo que era vivir en la Vaciada. Llega a durar algo más y nos convertimos en la España Colapsada, como cuando llueve en Madrid [Cries in Galician]. Se murió el Papa y cayó Bashar al-Assad, pero ni con Netanyahu ni con Putin hubo suerte. Yo entiendo a Dios Padre: todos los años celebrando el nacimiento de tu hijo para, solo tres meses después, tenerlo de vuelta y asesinado a tu derecha, ¡qué menos que compartir la mesa celestial con gente decente como José Mujica, Verónica Echegui, Diane Keaton, Robert Redford o Jane Goodall! A Vargas Llosa todavía no saben si ponerlo en el ático o en el sótano, pero el peruano tiene suerte de no haber estado en Badalona en los últimos días, porque habría terminado debajo de un puente.
El cambio climático siguió llegando en su versión fuego y lluvia este año también, y los que más rédito sacaron de él son los que niegan su existencia. Que se lo digan a las 47 asesinadas por sus parejas o ex-parejas, o a los 35 huérfanos menores de 18 años que dejan detrás: a lo mejor el negacionismo es más efectivo que las pulseras para los maltratadores de las que todavía estamos esperando conocer por qué han fallado [las cifras son válidas a 24 de diciembre: por desgracia, mi predicción es que en estos últimos 7 días aumentarán. Espero tener el mismo porcentaje de acierto que con la Lotería de Navidad, que no compro].
Si has llegado hasta aquí, ahora solo me sale decir "lo siento, me he equivocado y no volverá a ocurrir", porque seguramente este no era el discurso que esperabas [culpa tuya, también te digo, que yo lo he bautizado como O Discursiño, tus expectativas deberían de haber estado más bajas]. O sí, quién sabe. No he encontrado todavía una fórmula correcta para gestionar que parece que el mundo se va a la mierda: unirme al desastre o intentar sacar esperanzas Mr.Wonderfulianas. Mi psicóloga me dice que entre el negro y el blanco hay muchos colores, pero creo que soy daltónica. Peor sería ser una genocida, una corrupta, una racista, una machista o una putera [¿aquí la RAE tampoco quiere lenguaje inclusivo o sí?].
Intento hacer el ejercicio de confiar en la humanidad y busco en Google "noticias positivas 2025". Me sale que ha disminuido la probabilidad de que el asteroide 2024 YR4 impacte en la Tierra. Quizás tenemos el listón muy bajo [y no tengo muy claro si que el pedrolo pase de largo es bueno o malo]. También encuentro que las energías renovables ganan espacio al carbón, que el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida ha alcanzado su tamaño más pequeño desde 2019, que 15 millones de personas salieron de la situación de hambre en 2025, que España supera por primera vez los 84 años de esperanza de vida, que el lince ibérico ha alcanzado un máximo histórico con 2.401 ejemplares censados… Curioseo entre lo más buscado de Google y descubro que en el 5º puesto de la actualidad la población española ha tecleado "migración de la mariposa monarca". En 2ª posición del "quien es..." tenemos "...andy y quien es lucas". En la 2ª del "como…" está "...hacer caca en el trabajo". En la 4ª del "por que…" añadimos "...la feria de abril es en mayo". Sonrío.
Seguro que me dejo algún acontecimiento histórico imperdonable, pero cuando todo lo que pasa es excepcional, nada permanece. Y quizás ese es el problema. Nos hemos habituado a la hipérbole constante, a lo trascendental como habitual, y mientras tanto la vida pasa y nosotros nos olvidamos de vivir porque estamos en modo supervivencia. A lo mejor es que nunca supimos cómo se hace.
Duérmete, que te voy a cantar / Una nana tan cruel / Como la realidad / Érase una vez
Una humanidad (…) Yo, que querría poder contarte / Que ahí afuera está la vida y solo hay gente / Que quisiera comprenderte / Y abrazarte y alegrarte y ayudarte siempre.
Yo querría poder contaros, que dijo Robe Iniesta.
No dejemos que nos arrebaten poder contarnos.
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