Opinión
Gaza: matar de hambre, ¿por qué no?
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"Doce días sin una gota en nuestras cañerías. Doce días de lenguas hinchadas, de niños llorando, no de dolor, sino de una sed tan profunda que se convierte en silencio (...). Las mismas manos que antes suturaban heridas ahora temblaban de hambre (...). Así que me convertí en lo que nunca quise ser: un hombre que suplicaba por su propia vida."
Dr, Ezzideen. Médico, trabajando en Gaza.
Para conseguir el título de Estado genocida con matrícula de honor, Israel está aplicando desde los últimos 170 días un método de exterminio simple, pero infalible: matar de hambre y de sed cortando todos los suministros esenciales para la vida.
Una situación de bloqueo que conoce muy bien la población gazatí. Desde que el Estado sionista impuso el bloqueo a Gaza en 2007, Israel no ha dejado de perfeccionar su técnica de asedio: racionar calorías, restringir el acceso a agua, electricidad y medicinas. Un bloqueo minuciosamente calculado para presionar sin oficialmente matar. Israel, protegido por la complicidad occidental, no necesita esconderse. Creado, criado, blindado y justificado, el Estado sionista ha entrado en estadio de éxtasis de euforia colonial. Ya no solo eleva el nivel de atrocidades, sino que las exhibe con alarde. Como declaró su ministro de defensa, Yoav Gallant, en octubre de 2023: "No habrá electricidad, ni alimentos, ni gas…estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia".
Con ayuda de su tutor, Estados Unidos, ha creado un sistema de distribución "humanitaria" emprendedor. Monetiza el reparto de comida y lo transforma en una película del oeste americano. La población palestina desesperada es conducida y cercada como si fuera ganado, por vaqueros que usan fusiles en vez de lazos. Ha añadido un toque de gamificación. Una especie de ruleta rusa cuyos participantes, hombres y niños palestinos, depauperados y hambrientos, tienen que elegir entre sus estómagos vacíos o ser objetivo de francotiradores.
Como de todo se aprende, Israel está evaluando los resultados de esta gestión tan exitosa del exterminio palestino. Con estas evidencias y la experiencia contrastada de casi dos años de genocidio, las empresas en el terreno y las universidades con trabajo de campo podrán conseguir fácilmente socios europeos para crear consorcios y optar a financiación dentro del programa de investigación Horizonte Europa. Sus preguntas de investigación van a ser muy bien puntuadas: cómo aniquilar un pueblo rebelde, cómo convertirlo en infrahumano y cómo contar con el apoyo internacional, cualesquiera que sean los procedimientos. Sería una investigación interdisciplinar, con ingeniería social y gestión emocional más productos bélicos y de control de poblaciones. Encaja de maravilla en el ideal de progreso que Europa se ha fijado para los próximos años: prepararse para la guerra. Con colegas tan aventajados como Israel, a poco que nos esforcemos, va a convertirse en una profecía autocumplida.
La Europa cómplice y corresponsable ha ido más allá de una colusión de décadas con un régimen colonial, con el apartheid y la ocupación militar israelí, para convertirse en socia plena del genocidio contra el pueblo de Gaza. Dando alas a este monstruo que hemos engordado con millones de euros de fondos de investigación para armamento y "seguridad"; a quien luego premiamos comprando sus productos bélicos, testados en las carnes sin valor de nuestras vecinas y vecinos del otro lado del Mediterráneo, en Palestina. Las últimas actuaciones de la Unión Europea son de juzgado de guardia de la Corte Penal Internacional. Úrsula Von der Leyen y Kaja Kallas tratan a Netanyahu como si fuera un viejo amigo que, quizás, se pasa un poco. Vienen a decirle: "sigue masacrando, pero no tanto", "deja que pasen más camiones -cuántos más, no se sabe-", "en las colas del hambre, por favor, no los mates (o si lo haces que no lo reporte la prensa)". La próxima reunión fijada para valorar la situación es a mediados de agosto. ¿Quién quedará para contarlo?, ¿quieren un informe post mortem? o ¿será que también tienen sus intereses?, ¿esos trillones de metros cúbicos de gas, ese tesoro energético que tantos anhelan?
Son las cuentas en forma de pingües beneficios de empresas que ahora conocemos las que sostienen el genocidio. En la Economía del Genocidio no sólo cuentan las ganancias, también los ahorros. Estaría bien hacer un cálculo de lo que el Ejército israelí ahorra en gastos bélicos al matar de hambre a la indefensa población de Gaza. En entierros también ahorran: arrasan con los tanques y las excavadoras, y compost gratis. Los estrategas del rearme en Europa, que tomen nota de estos modos de proceder: es mucho más barato exterminar por hambre, está probado históricamente. Eligiendo este método medieval, todas saldríamos ganando. La Unión Europea no necesitaría disimular su desidia hacia los derechos humanos. Y la población europea no tendría que apretarse el cinturón, ni física y metafóricamente. Porque, como ya ha mostrado Francia, la inversión en armamento implica brutales recortes en gasto social.
Matar de hambre masivamente tiene otros beneficios añadidos. Erosiona moralmente, porque se ceba en los seres más inocentes y débiles: recién nacidos, bebes e infancia menor de cinco años; también en las mujeres embarazadas y criando. Rita Segato explica muy bien como traspasar esa frontera de salvaguarda ancestral, es el santo y seña de las recientes formas de brutalidad global. Actuando tan cruelmente buscan doblegar la dignidad de los pueblos y comunidades, cuyas resistencias se articulan, precisamente, en torno a la defensa de esa dignidad colectiva. Tal y como lleva haciendo el pueblo palestino desde hace más de 80 años. Impedir nacimientos, asesinar agónicamente a la infancia, dejar secuelas irreversibles físicas, psicológicas e intelectuales y traumatizar de dolor a las familias, todo está pensado para la aniquilación social e identitaria del pueblo palestino. Son laboratorios de crueldad para testar los límites de la humanidad, dicen desde Médicos sin Fronteras. Y parte de la estrategia es hacernos creer que como ciudadanía no tenemos ninguna capacidad para reaccionar contra esto. El problema es que estos laboratorios de crueldad tienen sucursales en Europa. Son nuestros gobiernos los que obstaculizan nuestra capacidad de protesta y resistencia. Acaba de acuñarse un acrónimo para normalizar esta supuesta posición política: PEP (progresista excepto Palestina). No nos engañemos, la persecución no es exclusiva hacía la ciudadanía o los grupos comprometidos con Palestina. En el mismo saco meten la inmigración forzada, las personas en busca de refugio, los movimientos ecologistas y la lucha sindical. Y, dependiendo de lo antidemocrático que sea el partido en el gobierno, tampoco se libran los movimientos de diversidad sexual ni los feministas. Mientras, soldados israelíes descansan del genocidio en Europa y los cruceros israelíes visitan la costa mediterránea.
El hambre ha sido una baza jugada desde el principio del genocidio. En el documental Gaza, la franja del exterminio (Rangel, 2024), una de las niñas que aparece, relata con voz entrecortada y lágrimas en los ojos, cómo se tapa la boca por las noches para que su madre no escuche el rugido de su estómago hambriento. En medio del indescriptible horror provocado por Israel conmueve profundamente la sensibilidad de esta niña que, consciente del sufrimiento de su madre, intenta mitigarlo.
¿Se puede concebir forma mayor de tortura que ver morir lentamente de hambre a una hija, a un hijo? Desde Gaza nos llega el alarido desesperado de quien ahora solo desea morir bajo una bomba, o que lo hagan sus criaturas, pero no de hambre. Que no mueran de hambre. Así que, ahórrense proclamas vacías: la inanición siempre es intencionada y se cocina, ladina, en despachos blindados donde la burocracia firma sentencias de muerte con el mismo pulso con que pasa página.
¡Calladitas, las universidades están muy monas! Entre todas las universidades públicas del Estado español, sólo la Universidade da Coruña se ha sumado al escrito de las rectorías belgas pidiendo la suspensión del Acuerdo de Asociación con Israel. ¿Dónde están las notas de prensa de nuestros rectorados indignados por esta vuelta de tuerca genocida que apuntala el escolasticido? Según los cálculos de Unicef, Israel ha asesinado una media de 27 niños y niñas diariamente en Gaza, desde el 7 de octubre de 2023. Casi una clase de educación primaria asesinada al día desde hace aproximadamente 643 días. La infancia es la materia prima de la educación, es el corazón y la fuerza vital que produce el aprendizaje. Sin alumnado, las escuelas, las universidades no son nada. ¿Dónde están las declaraciones de las Facultade de Educación y de Psicología? ¿Van a estudiar en sus clases las terribles secuelas que produce el hambre en la infancia, y a lo largo del desarrollo evolutivo, y la atención psicopedagógica que requieren?
Aunque no lo expresen, nuestras colegas y equipos de gobierno saben que la comida nos atañe a todas. Que no hay ninguna fórmula matemática, ni ensayo académico que pueda producirse con el estómago vacío. Ni un examen que pueda ser estudiado y aprobado mientras te obligan a ayunar. Lástima que, como nuestras panzas siguen llenas, nuestras hijas e hijos no lloran de hambre ni sed, ni se consumen lentamente delante de nuestros ojos; y, cada vez, quedan menos mayores para testificar sobre las penurias de la guerra civil y de la posguerra, nos hemos olvidado o, quizás, nunca hemos tenido conciencia del rugido de las tripas, de la sensación de mareo, de la debilidad inmensa y de la ofuscación mental. Hambre que espera hartura, no es hambre ninguna, nos decían.
Matar de hambre masivamente es la forma definitiva del epistemicidio. Como está denunciándose repetidamente desde Gaza, con voces que claman para evitarlo. Mata la posibilidad misma de la existencia, de todos los saberes, talentos y potencialidades de cada persona y de la cultura y el grupo social, deja secuelas irreversibles en la infancia y expone a las personas y a las comunidades a múltiples situaciones de indignidad. Mata la memoria colectiva y la pulsión de futuro, sofoca todo atisbo de esperanza antes siquiera de que alcance a pronunciarse. Matar de hambre certifica el derrumbe de una civilización occidental que, definitivamente, comprobamos está podrida hasta la médula: todo sea por el poder económico, todo sea por ese gas.
Estamos viviendo una paradoja inconcebible: cuanto mayor es la atrocidad, mayor es la impunidad y mayor la persecución de la protesta pacífica en nuestros propios países; también, mayor es el ocultamiento en los medios de comunicación. Es un intento de crear una realidad paralela que pone en duda nuestra propia cordura. Quieren darnos una lección que nos negamos a aprender: los grupos y poblaciones insurgentes, incómodas, somos población sobrante y pasamos a ser objetivos militares y de seguridad interna. Nos quieren obedientes, explotadas, anestesiadas, mientras hiper-producimos, publicamos, sin tiempo para pensar, organizarnos, actuar y sentirnos tocadas por la presencia vital del resto de los seres humanos.
Las universidades gazatíes también se niegan a aprender esta lección de sumisión. El pasado 14 de julio, los rectores y rectoras de las universidades de Gaza hicieron un llamamiento internacional para solicitar la colaboración en el mantenimiento del sistema educativo superior palestino. A pesar de que todas las universidades en Gaza han sido destruidas físicamente por el Estado genocida, en su carta los y las académicas palestinas advierten: "Nuestras universidades son mucho más que edificios. Somos comunidades académicas, formadas por estudiantes, profesorado y personal, que seguimos vivas, decididas a llevar adelante nuestra misión." A través del proyecto HEiAN (Higher Education International Academic Networks), la ONG de Reino Unido Mothers of Hind ha conseguido que más de 1000 voluntarios y voluntarias de las universidades de todo el mundo se enrolen en un proyecto de apoyo a esta misión educativa y académica.
La Unión del Profesorado y Personal Empleado de la Universidad de Birzeit, en la Palestina Ocupada, lanza un grito para que amplifiquemos el clamor por Gaza. Proclaman que las y los palestinos "ya no necesitan ofrecer pruebas de la brutalidad del enemigo al intentar borrarlos —las personas muertas ni pueden ni necesitan aportar evidencia—. Pero los cuerpos de las vivas —las desplazadas, asediadas, enfermas, heridas, hambrientas y sedientas— aún resisten, impulsadas por una voluntad de vivir". Es hora de tomar medidas decisivas: exigir un alto el fuego inmediato y permanente y restaurar la acción humanitaria, ya. Se acabaron las soluciones hipócritas y los gestos simbólicos, como los lanzamientos aéreos o los acuerdos de ayuda deficientes.
Justo lo que está proponiendo Israel cuando habla de una pausa "humanitaria" diaria. Lo dicen desde Oxfam: esas estrategias erróneas no van a ayudar en una situación de hambre manufacturada. Lo denuncian desde la Universidad de Birzeit: son una cortina de humo para la inacción, que no pueden reemplazar las obligaciones legales y morales de los Estados para proteger a la población civil palestina y garantizar un acceso significativo y a gran escala de los suministros vitales. Los Estados pueden y deben salvar vidas antes de que no quede ninguna por salvar. Todas debemos intensificar la lucha contra este Estado colonial genocida y contra todos los gobiernos cómplices, colaboradores y cobardes que le brindan apoyo y cobertura. Debemos fortalecer el movimiento de boicot y llevar ante la justicia —tanto a nivel local como internacional— a los y las criminales de guerra sionistas y a sus socios, colaboradores y negacionistas del genocidio, desde Ramala hasta La Haya.
"Estemos con Gaza en nuestros estómagos, en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo y estudio, y en las calles y plazas de todo el mundo. Trabajemos juntas y juntos para romper el asedio a Gaza por todos los medios posibles: mediante protestas, donaciones, la organización de convoyes y flotillas que desafíen el bloqueo. No solo está en juego la vida en Gaza: lo que se está atacando es la propia idea de la vida. Hoy es Gaza y Palestina, mañana será en todas partes."
Desde la Red Universitaria por Palestina, con el estómago encogido y un nudo en la garganta, no callamos y no paramos. Nos duele profundamente vuestro martirio. Nos sentimos visceralmente responsables de todo lo que está pasando. Nuestra responsabilidad no es sólo moral, intelectual o política; es sobre todo material, porque son las condiciones primarias de existencia humana las que están siendo cercenadas en contra de todo lo éticamente concebible y legalmente regulado. Porque nos sentimos parte de una red de interdependencia vital y social que va más allá del estrecho horizonte de nuestras clases y nuestras investigaciones. Por eso mismo estamos convencidas, como lo está Francesca Albanese, que este momento de inflexión histórica, el genocidio en Gaza, marca un punto de no retorno. Supone una obligación para despertar de nuestro letargo institucional y social, para anticipar la posibilidad de otros mundos posibles y de otras universidades posibles, enseñando, investigando, denunciando y movilizando. Está en marcha aquí y ahora: por Palestina, por la Humanidad y por el Mundo.
"Parecía que la pesadilla no podía empeorar. Y sin embargo lo hace".
Volker Tur, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
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Artículo firmado en nombre de la RUXP (Red Universitaria por Palestina) por:
Mar Rodríguez Romero, Universidade da Coruña
Safaa Elidrissi Moubtassim, Universitat de Valencia
María José Lera, Universidad de Sevilla
Irina Fernández Lozano, UNED
Amal Abu-Warda, Universidad Complutense de Madrid
Guillermo Muñoz Matutano, Universidad de Valencia
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