Opinión
El interior del ministro
Por David Torres
Escritor
Todo el mundo sabe que el ministro Jorge Fernández Díaz se cayó en una marmita de agua bendita cuando era pequeño. Y si alguien todavía no se ha enterado, ya se encarga él de que se entere, como cuando le contó a Boadella en un vagón del AVE que la Virgen de Fátima había colaborado en la caída del comunismo. Esa era una información privilegiada que no manejaba ni la CIA ni la KGB ni el Mossad. No sale ni en los papeles de Wikileaks que la Virgen de Fátima era agente doble en el muro de Berlín.
Este efecto Obélix lastra a Fernández Díaz en el duro desempeño ministerial. No es fácil ir por ahí transportando santos a hombros del mismo modo que Obélix cargaba un menhir de mochila. No son visibles a golpe de retina, pero cuando uno habla con él, a sus espaldas se arremolinan los ángeles, los querubines y los serafines como en un cuadro de Murillo. A veces hasta se le arremolina detrás Rodrigo Rato. Se trata de una responsabilidad muy grande cuidar de un montón de amigos invisibles que están presentes por lo que pudiera pasar. Otros ministros tenían línea directa con la policía y con los mandos de inteligencia militar, pero Fernández Díaz telefonea directamente a la parroquia o a Iker Jiménez.
-Hay un querubín regando los geranios.
-Sí, señor ministro. En seguida enviamos a alguien.
-No, sólo dígale que no se olvide las begonias.
Con tal afluencia de seres sobrenaturales revoloteando a su alrededor, Fernández Díaz podría prescindir de muchos de sus colaboradores. Podría despedir a jardineros, secretarios y guardaespaldas y reemplazarlos con ángeles y santos, pero eso sería aumentar las estadísticas de desempleo. Mejor dejarlos para pequeñas tareas y asuntos sin importancia. El ministro ha confesado en una entrevista en La Vanguardia que él tiene un ángel de la guarda que le ayuda a aparcar el coche. Hasta le ha puesto nombre para que no vaya a confundirse ni de coche ni de espalda: Marcelo. Marcelo es un gran nombre para un mayordomo invisible.
-Marcelo, búscame las llaves de casa, que no sé dónde las he puesto, haz el favor.
-Marcelo, ¿tú no sabrás por casualidad si por aquí cerca hay una célula terrorista del ISIS?
-Marcelo, échame una mano con el nudo de la corbata, ¿quieres?
El ministerio del Interior, sea del país que sea, es un lugar que fomenta la desconfianza, la paranoia, la esquizofrenia y las enfermedades mentales en general. Hay ministros que ven conjuras contra el gobierno, los hay que ven fantasmas correteando por los pasillos y los hay que van dando propina a su ángel de la guarda para que les guarde el aparcamiento, como si fuera un gorrilla con alas. Es normal que, a fuerza de bregar con espíritus y entes incorpóreos, al ministro se le apareciera un día en su despacho Rodrigo Rato, un hombre que cada día tiene más pinta de mártir.
-Que me mandan tuits, Jorge. Muchos.
-No te preocupes, hombre. Te voy a poner de escolta dos arcángeles.
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