Opinión
Izquierdas y elecciones: un poco de utilitarismo

Faltan en principio dos años para las próximas elecciones generales, y no es probable que el presidente del gobierno decida adelantarlas, salvo que se produzca alguna situación de debilidad a su derecha. Sin embargo, y a la vista de lo que sugieren las encuestas, tanto el PSOE como las fuerzas que integran Sumar, están insistiendo en la necesidad de aclarar el panorama con el que se presentarán a las próximas generales las fuerzas estatales que se sientan a la izquierda del hemiciclo. Desde el respeto al derecho que tienen los partidos políticos a elegir las estrategias y las tácticas con las que mejor entiendan que cumplen sus objetivos y las funciones que les atribuye el artículo 6 de la Constitución, creo que hay algunas reflexiones que pueden ser útiles para ese conjunto de fuerzas.
La primera de ellas se refiere a la forma más provechosa de concurrir a las elecciones generales. Existe, al respecto, un consenso básico entre los distintos agentes implicados, en el sentido de que no conviene que haya más de dos ofertas dirigidas al votante de izquierda no nacionalista. Ese consenso no llega, sin embargo, al “cómo”. El PSOE considera que son Sumar y Podemos quienes deben solucionarlo. Sumar, por su parte, piensa que es Podemos quien debe rectificar y que bastaría repetir la misma receta de las últimas generales -aunque algunos sectores de la coalición discrepan de que una nueva coalición deba construirse sobre iguales cimientos-. Podemos, por su parte, considera que hay una responsabilidad del PSOE, que ha utilizado a Sumar desde el gobierno para intentar desactivarlos; y que las fuerzas de Sumar deben decidir si están más cercanas al PSOE o a los morados y vincularse a uno u otro polo. En resumen, las tres fuerzas coinciden en la conveniencia de una reconfiguración en dos opciones, aunque difieren en la forma de llegar a ella.
La segunda de las reflexiones está vinculada a la anterior: en caso de que las izquierdas de ámbito estatal se presentaran a las elecciones con dos ofertas, ¿con qué estrategias les convendría hacerlo; no desde el interés particular de cada una de las opciones, sino desde su interés común en superar en el Congreso a la suma de las derechas? Se trataría de movilizar el mayor electorado posible, evitando que el crecimiento de una opción se hiciera a costa del debilitamiento de la otra, con resultado de suma cero. Para ello, creo que sería conveniente que hubiera dos opciones nítidamente diferenciadas, que apelaran a perfiles-electores distintos, uno más institucionalista y otro más impugnador. De esa forma, no sólo podrían mejorar sus expectativas de gobernar, sino que, a la vez, cumplirían más eficazmente la encomienda que la Constitución hace a los partidos políticos de servir de cauce para expresar el pluralismo político de la sociedad. Por eso mismo, no me parece eficiente que el PSOE se “podemice”, ni que el espacio a su izquierda se “pesoice”. Este tipo de imposturas tienden a desmotivar a la ciudadanía y acrecentar el abstencionismo, el aliado silencioso de las derechas y del statu quo. Por contra, creo que en la actual fase política, y con el actual sistema electoral, podría resultar más movilizadora la existencia de dos opciones nítidamente diferenciadas, que pudieran competir entre ellas, y hacerlo incluso duramente, pero asumiendo, sin complejos, que comparten intereses, y que saben cooperar y llegar a acuerdos; y que lo hacen sin la menor necesidad de cuestionarse mutuamente la existencia, ni tampoco de desdibujar los perfiles propios de cada una.
Esa sería, en mi opinión, la forma más eficiente de gestionar las oportunidades que ofrece el sistema electoral al Congreso. En cuanto al Senado, el sistema en vigor, tendencialmente mayoritario, premia enormemente a los miembros de la lista más votada en cada provincia, que tiende a obtener tres de los cuatro escaños en juego. Lo recomendable no sería aquí la diferenciación, sino exactamente lo contrario: que esas dos opciones a la izquierda del tablero apoyaran una única lista conjunta, compuesta por personas de consenso de ambas fuerzas, como sucedió, por ejemplo, en su día en Euskadi, con el Frente Autonómico, cuyas listas, consensuadas por PNV, PSOE y un pequeño partido de izquierda vasca, tenían garantizados de antemano tres de cada cuatro senadores en juego. Soy consciente de las dificultades que tendría hoy en día un acuerdo de este tipo, pero el premio resulta tentador, ya que, incluso en el escenario que indican las encuestas actuales, aún siendo la fuerza más votada el PP, la lista de izquierdas obtendría una mayoría muy holgada, en torno a los dos tercios del Senado, lo cual le permitiría mantener un espacio institucional importante, incluso en la hipótesis de una mayoría conservadora/reaccionaria en el Congreso. Y ello resultaría beneficioso no sólo para las izquierdas, sino también para el sistema político, ya que daría más juego a la arquitectura de “checks and balances".
Puede parecer que hay una contradicción en plantear dos estrategias diferentes para unas mismas elecciones, pero es que no es lo más eficiente competir con la misma estrategia en dos procesos que, aunque sean simultáneos, tienen reglas de juego que derivan de lógicas contrapuestas: la proporcional en el Congreso, y la mayoritaria en el Senado. Además, esta estrategia diferenciada, sería, en mi opinión, el mejor mensaje para el elector de izquierdas de que las fuerzas que le pretenden representar, han aprendido a gestionar con normalidad proyectos diferenciados; y de que son capaces, a la vez, de generar instrumentos virtuosos de cooperación, y de contención de la ola reaccionaria.
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