Opinión
Peperos Anónimos
Por David Torres
Escritor
León de la Riva ya no sólo tiene problemas con cualquier mujer que entrase con él en un ascensor: ahora también los tiene con cualquier posible votante del PP, sea hombre o mujer, que se atreviera a acompañarle en un trayecto hasta el quinto piso. El polémico y medieval alcalde de Valladolid ve normal que, con la que está cayendo, sus votantes escondan la cabeza por vergüenza y busquen en las guías telefónicas alguna terapia de choque que pueda ayudarlos a sobrellevar su dolencia:
-¿Qué le ocurre a usted? ¿Es alcohólico? ¿Yonqui? ¿Sexoadicto? ¿Anoréxico?
-Peor, doctor, mucho peor. He votado al PP.
-Bueno, hombre, tampoco es tan grave. Como otro montón de españoles.
-Sí, doctor. Pero es que voy a volver a votarlos.
-¿Usted también? ¡Qué insensato!
-Más aun. Es que me presento otra vez candidato a la concejalía. No se puede ni imaginar: hemos dejado el pueblo tiritando.
-Qué me va a contar, si éste era uno de los mejores hospitales de la provincia y ahora parece un puesto de la Cruz Roja.
-¿Qué puedo hacer, doctor?
-Voy a recetarle un grupo de peperos anónimos. Esta es la dirección. Allí se reúnen y comentan sus experiencias. Vaya, vaya, aunque yo fui una vez y le advierto que es espeluznante.
-¿En la calle Génova?
En efecto, el votante del PP siempre ha sido bastante anónimo, cagapoquito y qué dirán, pero Mariano ha conseguido que este efecto avestruz haya aflorado también entre los cuadros dirigentes. Sin ir más lejos, el ministro de Industria, José Manuel Soria, ha pedido por favor a las masas que les entregaron su confianza hace tres años que vuelvan a hacerse el harakiri, pero con mechas. Soria lo tiene aún más difícil para refugiarse en un ascensor, primero porque está de chapapote hasta las cejas y segundo porque cualquiera que lo viera de lejos podría confundirle con Aznar, el pokemon oficial del partido. De cerca, ya no tanto, de cerca se parece más a Aznar subido a un taburete. Siempre nostálgico y atento a los simbolismos, Soria se afeitó el bigote en cuanto a su ídolo empezó a transparentársele el suyo, y no ha parado hasta conseguir un miniyo del Prestige por aquello de que la gente no se confunda de cuál es la opción política que más le interesa. La comparación que hizo entre los goles en propia puerta y la trama Gürtel, la Púnica, el negocio sanitario de Capio, los sobres de Bárcenas y demás latrocinios que asolan la Península no fue demasiado afortunada, quizá porque Soria aún no se ha enterado que los goles en propia puerta no cuentan como propios ni aquí ni en Suiza.
Aun así, al votante de derechas asqueado y más que harto, que no ve más salida que la abstención o cortarse las manos antes de las elecciones, le queda una alternativa milagrosa: Ciudadanos, que es igual que el PP pero después de pasar por Corporación Dermoestética. Ciudadanos es la marca blanca de la gaviota, igual que en aquel número hilarante de Martes y 13 en que un locutor le ofrecía a una señora muy empecinada que salía de un supermercado dos o tres botes de detergente a cambio del detergente suyo de toda la vida. La señora se negaba y se negaba, hasta que el locutor, desesperado, arrancaba el envoltorio que cubría el bote y descubría que era su mismo detergente de siempre:
-Pero, señora, si es lo mismo.
-Ya, pero no es igual.
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