Opinión
El planeta tiene límites

El Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK) publica un informe anual llamado Planetary Health Check (Chequeo de Salud Planetaria) que evalúa la situación de los nueve límites planetarios. En su informe de 2025 advierte que todos ellos muestran signos de empeoramiento frente a la anterior edición de 2024. Pero, además, alerta de que un nuevo límite ha sido superado, y se une a los seis ya traspasados: la acidificación de los océanos.
Un grupo de 28 científicos internacionales liderados por Johan Rockström, del Centro de Resiliencia de Estocolmo (Stockholm Resilience Centre), diseñó en 2009 los límites planetarios. Definían así nueve umbrales que permiten y sostienen la vida como la conocemos, y son: cambio climático, pérdida de biodiversidad, ciclo del nitrógeno y fósforo, cambios en el agua dulce, cambio de uso del suelo, acidificación de los océanos, agujero de ozono, contaminación por partículas en la atmósfera, y contaminación química. Estos nueve procesos ecológicos están interconectados y definen un espacio de actuación seguro para el desarrollo humano. De manera que, si se superan, podrían provocar cambios drásticos e irreversibles en el sistema terrestre, poniendo en peligro la habitabilidad del planeta. Los tres primeros fueron los que antes entraron en una zona de alto riesgo. En 2015 se añadió a la lista el uso de la tierra, y en 2023, la alteración del agua dulce y la polución con sustancias sintéticas superaron las barreras consideradas como seguras. En 2025 el pH de los océanos ha sobrepasado el umbral crítico, superando los umbrales considerados seguros para la vida marina. De este modo, de los nueve límites planetarios son dos los que permanecen hoy dentro del umbral seguro: la carga de aerosoles atmosféricos y el ozono estratosférico (si bien sus valores siguen estando por debajo de los de mediados del siglo XX).
Una vez que se cruza un límite, aumenta el riesgo de dañar irreversiblemente funciones esenciales de la Tierra y de activar puntos de inflexión que provoquen cambios permanentes. Y, si varios límites se rompen, los riesgos se incrementan rápidamente. Los científicos de Potsdam señalan que el equilibrio entre biosfera, clima y otros procesos planetarios comenzó a romperse desde mediados del siglo XX, con el aumento de la actividad humana, especialmente con industrias, agricultura, nuevos químicos y el uso creciente de combustibles fósiles. La acidificacion de los océanos, de la misma manera, está impulsada principalmente por la quema de estos combustibles y la mayor presencia de CO2 en la atmósfera. Un problema agravado por la deforestación y los cambios de usos del suelo, lo que “degrada la capacidad de los océanos para actuar como reguladores del clima”, sostienen desde el PIK. De modo que, según Steve Widdicombe, copresidente de la Red Global de Observación de la Acidificación Oceánica, sobrepasar este umbral puede considerarse “no solo una crisis medioambiental, sino una bomba de relojería para los ecosistemas marinos y las economías costeras”. Dice el Informe 2025 que las actividades humanas han empujado a la Tierra más allá de su espacio operativo seguro y la resiliencia natural del planeta se está debilitando: el calentamiento global se ha acelerado, los ecosistemas muestran claros signos de degradación, y están apareciendo señales de alerta temprana de puntos de inflexión en sistemas clave. Denominan Antropoceno a esta era en la que la actividad humana domina el sistema terrestre, y sigue acercándose al punto en el que el planeta en su conjunto supera la zona de peligro y se introduce en la zona de alto riesgo (con mayor certeza de cambios irreversibles y a gran escala). Parece ser que entramos en esa Terra Ignota con la que Paul Crutzen, el premio Nobel de Química, se refiere metafóricamente al sistema climático y ambiental de la Tierra alterado bajo la influencia humana, sin comprender completamente las consecuencias.
Aunque cruzar un límite no significa que ocurra un cambio catastrófico de inmediato, sí indica que nos acercamos a zonas de riesgo alto para el sistema Tierra. De manera que, para salvaguardar su resiliencia y estabilidad, debemos insertarnos dentro de los límites, estas barreras de protección definidas científicamente que garantizan la salud terrestre. Afirman los investigadores que, aunque se reduce rápidamente, aún permanece abierta la posibilidad de volver a un espacio operativo seguro. Explica el Informe 2025 que el sistema biofísico de la Tierra está formado por todos los componentes interconectados de nuestro planeta: aire, agua, hielo, tierra y todas las especies vivas. Estos interactúan constantemente, formando una gran red en la que los cambios en unos pueden afectar a los demás. Y que considerar el sistema terrestre de esta manera, nos puede ayudar a cuidarlo mejor. De este modo, para los científicos, volver al espacio operativo seguro puede ser aun estratégicamente factible si alineamos nuestras acciones con este conocimiento. Según Johan Rockström, "aunque la situación sea crítica, aún hay tiempo para actuar. El fracaso no es inevitable; es una elección. Una elección que debemos y podemos evitar". Sin duda, replantear el papel que los seres humanos jugamos como especie en esta trama de vida, se ha convertido en un desafío ineludible. Se acerca el fin de año y, esta vez, nuestro deseo de un próspero año 2026 estará necesariamente unido a cifras que demuestren que hemos decidido cambiar el rumbo.
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