Opinión
Cómo seguir aboliendo el género

Por Barbijaputa -
Periodista
Las feministas llevamos aboliendo el género desde que fuimos conscientes de que el machismo existía y nos organizamos para darle la batalla. Por eso, cuando escuchamos eso de “el género nunca desaparecerá” o “es utópico hablar de la abolición del género”, siempre recordamos que -solo en España- las mujeres hemos conseguido derribar muchos aspectos del género: desde acabar con la tutela masculina hasta el derecho al aborto, pasando por la legalización del divorcio, leyes específicas contra la violencia machista, el derecho a la educación, el fin de los feminicidios por “honor” y un largo etcétera. Antes de que alguien nos diga que es utópico acabar con el género, recordémosles que hasta hace nada, las azafatas estaban obligadas a vestir falda para enseñar las piernas, solo porque nacieron con vulva, o que darle un cachetito en el culo a tu secretaria era gracioso y no un delito sexual, simplemente porque él era un hombre y tú una mujer.
Quien dice que el género no se puede abolir, es porque ignora que el género es precisamente la herramienta del sistema patriarcal para colocarnos roles, mandatos y expectativas diferenciadas a unos y a otras, basándose en nuestro sexo al nacer. Porque incluso ese “¡Ha sido una niña!” genera un trato diferente a la bebé que al crío de “¡Ha sido un niño!”. No es ninguna utopía abolir el género, como muestra la realidad. Las mujeres ganan terreno cada día, e incluso los espacios que nos estaban vetados, están ahora feminizados, sin ir más lejos, la medicina.
Hay mujeres que están cada día poniendo su granito de arena para abolir el género y puede que ni siquiera sean plenamente conscientes. Criar a una niña sin querer encorsetarla en el género es participar activamente en la abolición. No repetir mensajes que a nosotras sí nos dijeron sin descanso, como que debemos comportarnos como señoritas, no mancharnos la ropa al jugar, no despeinarnos, tener cuidado de no enseñar las bragas y, en definitiva, fomentar nuestra libertad de pensamiento y de movimiento, es fomentar la igualdad, es darle la espalda al género, que va empequeñeciendo.
Desde las charlas STEM hasta las docentes que rompen las expectativas, liberan a niñas y niños del yugo del género. El feminismo en las aulas es esencial para romper con la norma del azul y el rosa, del ser bruto y el ser cuidadosa, del ser valiente y el ser miedosa, del ser de ciencias y ser de letras… Cada minuto de feminismo, cada gesto, deja crecer a niños y niñas más libres, más ellas mismas, más rebeldes contra la dictadura de los mandatos del género. Hacer hoy que los niños vean a las niñas como seres humanos fomenta que los adultos del mañana no violenten de ninguna manera a las adultas que esas niñas van a ser.
Dar la batalla también a las marcas de “juguetes” que fomentan roles sexistas, como los diseñados para niñas, centrados en la moda y la cosmética, que las hace preocuparse desde niñas por su aspecto, forma parte del activismo que pretende abolir el género. Antes eran juegos que nunca podían faltar, por suerte cada vez son más hogares los que se niegan a pedirlos en la carta de las reinas magas. Ser conscientes y señalar cómo estas industrias perpetúan roles muy dañinos no solo ayuda a la abolición, sino que también genera ruido y acaba educando a los adultos, que son quienes hacen que las niñas acaben pidiendo “juegos” que van contra sus intereses.
El género también se abole organizando o asistiendo a talleres, charlas y actividades que nos hablan sobre lo dañino del género y cómo podemos empezar a desmantelarlo juntas. Desde desmontar la idea de la feminidad hasta entender por qué no hay masculinidad buena o mala, entre otras muchas cosas, porque por desgracia, el género es como el polvo tras una explosión, consigue entrar en todas partes, todo lo impregna, y aun cuando crees que acabaste con él, siempre viene más.
Cuestionar las instituciones, como la educación, la medicina, los medios de comunicación, etc., forma parte de la abolición del género. Porque todas las esferas de la sociedad son patriarcales, y como tales, están llenas de actitudes, personas, protocolos, estructuras, etc., profundamente machistas, que perpetúan los roles y exigencias de género. Participar en colectivos que denuncien estas prácticas y exijan cambios estructurales es vital para avanzar, y la evidencia la tienen todo lo que han conseguido las asociaciones y comunidades de mujeres que, desde sus pequeñas parcelas, han presionado siempre al poder para la consecución de un mundo más justo.
Abolimos el género cada día, a veces de forma muy consciente, pero también a veces casi sin darnos cuenta. Y si somos capaces de esto, es porque hay una capa de género que ya nos hemos quitado: la del miedo. El miedo al conflicto, al qué dirán, a esto no debería hacerlo o decirlo porque soy mujer… Ir perdiendo el miedo también es abolir el género que diseñaron para nosotras, es ir rompiendo un vestido que no nos deja andar, ni bailar, ni saltar. Abolir el género es rasgarnos unas vestiduras que nunca elegimos, es desnudarnos ante un mundo que, en parte, aún es puritano, y no quiere vernos desnudas, sino bien encorsetadas. Abolir el género es conseguir que los jirones que aún vestimos solo aparezcan en los libros de historia de las niñas del futuro.
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