Opinión
Tellado y Muñoz en 'First Dates'

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Siempre me ha sorprendido el mecanismo por el cual las formaciones políticas van escogiendo a sus grandes paladines. No conozco apenas nada de los entresijos de Génova y Ferraz como para hacer un estudio a fondo, pero imagino que en sus despachos debe de haber gente bastante más preparada que Sánchez y Zapatero, no digamos que Mariano, Casado y Feijóo, que parecen casi inverosímiles. Sospecho que mi error proviene de no haber sabido comprender el término "preparada", un adjetivo que cuadra lo mismo a un señor que no entiende su propia letra que a un borbón que no ha pegado palo al agua en su vida. Lo que está claro es que aquella "aristocracia" de la que hablaba Platón ("el gobierno de los mejores" referido a una élite formada por los más capacitados y virtuosos) hace tiempo que se fue a hacer gárgaras. Trump ha acabado por tirar de la cadena.
La verdad, cuesta creer que en un partido con la tradición y la veteranía del PSOE no hubiese nadie mejor que Santos Cerdán para organizar el cotarro. ¿Nadie lo vio venir? ¿Nadie advirtió a la directiva, aunque fuese de manera anónima, del peligro que llevaba el colega y de los desmanes que se estaban cometiendo? ¿Eran tontos, eran ciegos, miraban para otro lado o bien sabían que, en el caso de hacer una advertencia pública, podían acabar como Pablo Casado, defenestrado después de denunciar los negocios sucios del hermano de Ayuso? Vaya por Dios, para una vez que Casado intentó ponerse a la altura del aristós platónico, su carrera se fue a la mierda en cero coma. Mientras tanto, con Ábalos y con Santos Cerdán al frente el PSOE volvía a ser la misma factoría de chorizos de toda la vida. Vete a saber, a lo mejor es que la tradición de los grandes partidos españoles es precisamente esa.
Tampoco sorprende demasiado entonces que el movimiento de fichas en la tabla periódica del PP, tras la dimisión de Cuca Gamarra del cargo de secretaria general, haya provocado el ascenso de dos elementos tan radiactivos como Miguel Tellado y Ester Muñoz. Un señor que abre la boca y sube el pan, una señora que ni comiendo pan cierra la boca. Ya les avisaba hace un par de meses que Gamarra estaba inmersa en una contradicción visceral entre su verdadera personalidad y su papel de hooligan político, y que al final iba a acabar haciéndose daño. Lo decía completamente en serio: al lado de Tellado y de Muñoz, Gamarra es una mezcla entre Eva Perón, Martin Luther King y Gandhi.
Miguel Tellado y Ester Muñoz. Es difícil pensar que en Génova no tuvieran ningún reemplazo más presentable que una pareja que habría dado mucho más juego en una cita a ciegas en First Dates. Las camareras corriendo despavoridas, Carlos Sobera sin saber dónde meterse, el argentino de la barra callado por una vez y poniéndose a fregar los platos. Todo puede esperarse de un dúo de matones verbales que ha demostrado carecer de límites a la hora de exponer las vergüenzas de sus rivales y las suyas propias. Desde el nacionalismo gallego de sus inicios al nacionalismo español de su apoteosis, la trayectoria de Tellado es una pedrada fulgurante, un meteorito capaz de cualquier cosa: desde insultar a las víctimas del terrorismo exhibiendo una foto de los asesinados por ETA en el Congreso a confesar que no lee un libro ni por equivocación y que lleva las gafas de adorno.
En cuanto a Ester Muñoz, está haciendo méritos para superar a su pareja por la derecha, con declaraciones tan repugnantes como que los representantes de Sumar, y en concreto Yolanda Díaz, habían sido testigos directos de abusos sexuales, de vejaciones a mujeres e incluso de pederastia. Era difícil dar más asco, pero Muñoz ya lo había hecho en 2019, cuando recién llegada al Senado, criticó la Ley de Memoria Histórica con estas palabras: "¡Quince millones de euros destinados a que ustedes desentierren unos huesos en lugar de mejorar los sueldos de jueces y fiscales!" Por no hablar del encefalograma que revela su tuit en la pasada edición de Eurovisión: "Otro año que voy a votar a Israel sin haber escuchado la canción". Es difícil que ambos se superen, pero pueden estar seguros de que en los próximos meses no dejarán de intentarlo. Decía William Blake que "el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría". No creas, William, no siempre.
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