Opinión
Lo del uranio
Desde que el lunes 28 de abril un apagón dejó sin electricidad a España durante 10 horas, se han vertido ríos de tinta sobre el sistema eléctrico. El momento de crisis ha tratado de ser utilizado por el lobby nuclear para impulsar esta energía en España, e intentar evitar el cierre ya programado del parque nuclear. Para los que peinamos canas, la campaña pronuclear no es una novedad, aunque tal vez haya llamado la atención su intensidad, especialmente cuando el papel de la nuclear ha sido irrelevante en todo el proceso.
La energía nuclear no es limpia, ni es segura, y además es muy cara. Sobre cada uno de estos aspectos se ha discutido mucho en esta campaña. Llama la atención especialmente el detalle de que los negacionistas del cambio climático promuevan la energía nuclear alegando que es la mejor alternativa para, precisamente… hacer frente al cambio climático (!?). Es una de las muchas paradojas que hemos escuchado estos días.
Pero en este artículo quiero detenerme en un aspecto que los defensores de la nuclear han utilizado hasta la saciedad tras el apagón: las presuntas reservas de uranio de España. Empecemos con un spoiler: el uranio es un mineral bastante extendido en la corteza terrestre. La cuestión es que está a concentraciones tan bajas que en la mayor parte de los lugares no puede explotarse comercialmente. Y exactamente eso es lo que ocurre en España: numerosos informes avalan el hecho de que las reservas de uranio en España son escasas, de baja concentración, y su explotación generaría un gran impacto medioambiental y también social.
Hasta aquí llegaría entonces la mentira de la energía nuclear limpia, porque la minería del uranio es una de las actividades más contaminantes del mundo. Esto lo conocen bien en aquellos países en los que el uranio se explota comercialmente, por el rastro de desolación que esa minería deja detrás. De hecho, los proyectos de minería del uranio en Salamanca se terminaron definitivamente cuando el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) informó negativamente al proyecto de la empresa Berkeley en la comarca del Campo Charro en Salamanca, debido al enorme impacto ambiental que supondría.
Cuando se dice, desde el lobby nuclear, que España es el segundo país de Europa en reservas de uranio, se omite interesadamente que, en realidad, Europa solo tiene el 1,2% de las reservas globales de ese mineral. Por tanto ese dato es una verdad a medias que trata de hacer creer que en España hay mucho uranio, cuando en realidad no lo hay. Europa tiene unas reservas muy marginales de este elemento.
De hecho, en el año 2011, la empresa Nacional del Uranio (ENUSA) se desvinculó totalmente del proyecto minero de la empresa Berkeley, al considerar que el mismo no era viable ni desde el punto de vista económico, ni de sostenibilidad.
No es casualidad que el uranio que utilizan las centrales nucleares españolas se importe de Rusia (38,7%), Canadá (22,3%), Níger (9,5%), Kazajistán (11%), Namibia (3,7%), Uzbekistán (2%) y Australia (2,3%).
Por otro lado, llama la atención que los presuntos defensores del mundo rural español aboguen ahora por explotar el uranio de Salamanca, un proyecto minero que contó con una amplia oposición social en los pueblos de la comarca. Hay que recordar el enorme impacto social y ambiental que un proyecto de minería de esas características tendría sobre una comarca, ya muy dañada por la tendencia de despoblación de la España vaciada. Para sacar unos pocos kilos de uranio habría que movilizar millones de toneladas de suelo, que además quedaría muy contaminado, tal y como advirtió el CSN. Como resultado tendríamos millones de metros cúbicos de tierras y aguas contaminadas radiactivamente, cuya gestión quedaría una vez más en manos de las administraciones. Ya sabemos que en el ciclo nuclear los beneficios son privados, pero los costes de su impacto los tiene que cubrir el Estado.
En definitiva, el argumento de la existencia de uranio en España para defender las nucleares es un argumento falaz, basado en medias verdades. Hay muy poco uranio, en baja concentración y cuya explotación sería muy dañina ambiental y socialmente. De hecho, apuntar a la minería del uranio es desvelar un aspecto de la energía nuclear especialmente sucio y contaminante, que la aleja de esa imagen de energía limpia que síes defensores quieren dar.
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