Opinión
Tal vez no estemos tan muertos

Por Marta Nebot
Periodista
La buena noticia es que no estamos muertos ─o no del todo─. La mala es que lo estaba pareciendo y que esto puede ser solo el breve reavivamiento típico antes del fallecimiento definitivo.
A pesar de las encuestas que dicen desde el principio que los europeos estamos en contra de lo que Israel está haciendo en Gaza (solo uno de cada cinco europeos lo justifica, según la última encuesta de Yougov), la movilización social no ha estado a la altura de nuestro rechazo.
Por mi parte, confieso que hace muchos meses que dejé de ver imágenes del genocidio de nuestro tiempo, que está siendo perpetrado por un aliado democrático al que no represaliamos y que las víctimas están retrasmitiendo directamente en nuestros teléfonos. No hay manera de no saberlo. Solo de mirar para otro lado, algo que yo también he hecho. "¿Para qué seguir llorándolos cada uno en su casa?", me dije sumándome a la marabunta de zombis en la que nos estamos convirtiendo.
Y, sin embargo, de repente, algo se ha despertado en el lugar más insospechado: la vuelta ciclista a España.
La sociedad civil, tú y yo y el resto, no solo tenemos alma ─aunque seamos ateos─ sino que además la podemos poner en juego, no dejarla en casa, no guardárnosla para luego, no solo entregársela a otro, por muy mágico o poderoso que presuntamente sea.
Han sido meses y meses, casi dos años, de batallas dialécticas en muchas tertulias sobre el ser y el deber ser, sobre el realismo y lo utópico, sobre la geoestrategia y la política y sobre intereses cruzados y dineros mientras nos ilustraban con imágenes de atrocidades y muertos de todo tipo. Son más de 64.000 asesinados en campos de refugiados, en hospitales, en ambulancias, en colas del hambre, en todos los sitios. Más de 17.000 eran niños. Hay más de 21.000 menores más desaparecidos. En este tiempo, mientras pensaba y despensaba mis argumentos, mientras miraba y trataba de olvidar lo que estaba viendo creo haber amasado este pan que hoy saco del horno, con la esperanza de que alimente a alguien, o al menos a mí misma: si de verdad creemos que no hay nada que hacer cuando nuestros gobiernos no hacen lo suficiente o se están equivocando, entonces es que ya ha ganado la antipolítica y estamos repitiendo errores históricos catastróficos. La opinión pública, la movilización social es parte de la historia.
Si creemos que lo que ocurre no depende de nosotros ni un poco, entonces es que ya somos como los que creen que no hay nada que hacer porque los ciudadanos no mandamos, porque la democracia es solo un simulacro a la espera de un salvapatrias.
La democracia es pura participación –aunque se nos esté olvidando– y no es condición sine qua non de la política. Solo el 45% de la población mundial la disfrutamos, no todos en el mismo grado y cada vez somos menos. Según el último índice de Democracia Global 2024, los que vivimos en democracias plenas somos la mitad que hace diez años. Los demócratas estamos perdiendo.
Cuando menos participamos más gana, y ganará, la antipolítica y los regímenes autoritarios. Somos parte, cómplices, colaboradores necesarios de lo que hacen los que votamos -o no-, y de los que nos están representando en este momento. Aunque muchos intenten por todos los medios que se nos olvide y que justifiquemos nuestro olvido y nuestra grave falta con la nada. La política y la democracia son aquí y ahora. La nuestra es ésta y no será otra.
La peor noticia sería que lo que está ocurriendo con la movilización contra el equipo israelí de la Vuelta ciclista a España y otras recientes iniciativas fueran solo un conato de despertar de la sociedad civil europea. Una chispa que se apague con un simple escupitajo, como insinuó con cierta razón una leyenda del ciclismo como Perico Delgado en RTVE cuando vio en directo como se retomaba la carrera después de que un grupo de manifestantes la parara en Bilbao: "Pues ya está arreglado el problema de Israel y Palestina." Sí, Perico; no es suficiente pero es un comienzo, una esperanza. Es tu amado ciclismo, tu querida Vuelta a España, pero también es un multimillonario israelí que participa en organizaciones sionistas, que se declara amigo personal de Netanyahu y su embajador, quien se niega a que su equipo abandone nuestra competición más patria.
Vamos tarde, muy tarde, sí, pero ¿es mejor ir o seguir muriendo?
Porque va de eso. Solo de eso. Hablamos de la vida o de la muerte de nuestras almas y de personas concretas. Los niños que siguen muriendo de hambre en Gaza solo necesitan que entren los camiones llenos de víveres que les hemos enviado y están ahí al lado, en la frontera, a escasos minutos.
¿De verdad no podemos presionar más todos, votemos lo que votemos, para conseguir que les llegue la comida, para parar la vergüenza de no haberlo ni intentado, para poder mirarnos al espejo y no darnos asco, creamos lo que creamos?
¿Cómo es posible que el cinismo y la impotencia estén mejor vistos que la solidaridad y la lucha? Y digo más: ¿De verdad es de inteligentes bajar los brazos y de ingenuos levantarlos? ¿Qué dirán los listos cuando vuelva, si vuelve, el terrorismo islámico alentado por este genocidio? ¿Qué dirán ellos y qué diremos los que miramos para otro lado? ¿Qué dirán y diremos cuando nos sigan quitando democracia?
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