Opinión
Lo que vuelve
Por Magda Simó
Periodista y escritora
-Actualizado a
La enésima vuelta de los pantalones acampanados barriendo las calles nos recuerda que sólo hacen falta veintipocos, treinta años, para que los ciclos se repitan. También la normalización del fascismo, pero eso sería otro tema. Todo vuelve, porque como sociedad, tenemos una memoria cortísima y se nos olvidan las partes malas de las modas. Aunque bueno, arrastrar el dobladillo de los vaqueros por la inmundicia de las aceras puede ser algo relativamente inocuo, no tanto el restarles importancia a las manifestaciones del totalitarismo. También es cierto que colectivamente no somos precisamente de reacciones rápidas y que a menudo nos hace falta un tiempo de latencia y una cierta distancia de las situaciones para ver las cosas en perspectiva, desde fuera del bosque, y entenderlas en su conjunto. Tiempo, reflexión y pensamiento crítico, tres elementos tan escasos en nuestros días como el paladio.
Si ya ha vuelto la moda de los 90 y estamos dejando las aceras como los chorros del oro, significa también que en el ciclo infinito de los revival ya estamos en las condiciones óptimas para mirar atrás con una visión más nítida y un ángulo lo suficientemente abierto. Abrimos la veda de resituar y resignificar esos años y eso sobre todo nos hace volver la mirada a València, que fue el epicentro de la contracultura y el punto de ignición de muchos de los fenómenos que más tarde nos marcarían como sociedad, extendiéndose como una mancha de aceite.
Pensaba todo esto a propósito de una novela que he leído estos días: ‘Carne’, del escritor y guionista valenciano David Pascual, que edita Colectivo Bruxista. Con la prosa contundente y decididamente sórdida que le es propia y que ya conocemos de ‘Gordo de porcelana’ o ‘Dinosaurio’, Pascual viaja hasta los años 90 y el advenimiento de la telebasura. Es una historia sencilla: una adolescente desaparece y ese suceso pone el foco mediático sobre un pueblo valenciano en esa época pre-internet, de LOGSE y desarrollismo, en la que se gestaron muchas de las dinámicas sociopolíticas actuales. Una adolescente y no tres, porque eso incluso en la ficción parece inverosímil, pero todas reconocemos rápidamente a qué marco mental y a qué psicosis social nos conduce esta premisa. En ese contexto, Pascual construye un relato que va mucho más allá de los hechos que ocurren y que nos vuela la cabeza hacia un pasado lo suficientemente cercano para recordarlo y lo bastante lejano para observarlo a vista de dron, como si fuera una maqueta.
Ya hace unos años que se atiende al otro gran icono de los 90, la ruta destroy o ruta del bakalao, con una concepción diferente y un enfoque muy distinto al que se construyó colectivamente en vida misma del fenómeno. Mientras los informativos y documentales de la época se focalizaban en el abuso de drogas sintéticas, los accidentes de tráfico y la incomprensión de los padres frente a un estilo de ocio totalmente nuevo y visto como disfuncional y problemático, en el presente los ensayos y estudios coinciden en hablar de la construcción, y posterior destrucción, de una escena musical vanguardista y pionera en Europa, además de una iconografía propia potente y disruptiva. Al respecto, la joven editorial valenciana Barlin Libros, dedicada a la no ficción, cuenta con dos obras fundamentales que exploran estos aspectos. Por un lado, el ensayo ‘En éxtasis’, del periodista Joan M. Oleaque, un análisis novedoso desde una perspectiva sociológica, que se publicó inicialmente en 2004 y que en 2017 Barlin reeditó en castellano con gran éxito, y que ofrecía una mirada nueva a la gestación de la escena valenciana de la electrónica. En el mismo contexto, Barlin publicó también ‘Ruta gráfica’, un libro de gran formato a cargo de Moy Santana y Antonio J. Albertos que atiende a la parte más visual de la ruta del bakalao, los elementos de diseño gráfico que acompañaban a esa explosión de subcultura y que construyeron una estética y un imaginario propios. El libro, además, fue el punto de partida para una exposición en el IVAM, el museo valenciano de arte moderno, que recorría la evolución de la cartelería, merchandising e identidad visual de las discotecas de la ruta y los situaba en su justo lugar como elemento cultural y artístico.
Este año, otro de los espacios museísticos de València, Bombas Gens, acoge otra exposición dedicada a la ruta, en este caso con un concepto inmersivo y de realidad virtual menos centrado en sus elementos como vanguardia artística y más como experiencia colectiva y punto de referencia generacional, por lo que las citas culturales ligadas a los 90 se multiplican. Y ya como última muestra de su honda pisada, no puedo quedarme sin mencionar otra gran novela reciente que también mira hacia los claroscuros de esa época: ‘Aquí abajo’, de Laia Viñas, publicada en catalán por L’Altra Editorial y en castellano por Colectivo Bruxista.
Así que, treinta años después de la eclosión, auge, demonización y declive de la ruta del bakalao, ya podemos verla de otra manera y entender su recorrido en el marco social y político y su influencia sobre diferentes generaciones. Lo mismo nos pasa con la evolución de algunos formatos televisivos, que emergieron en esa época y se incorporaron a nuestra manera de ver el mundo, como cuenta David Pascual en ‘Carne’. Es ahora, y no antes, cuando somos capaces de comprender la vorágine del capitalismo aplicado a la comunicación de masas, el morbo, la lucha por las audiencias y la progresiva insensibilización de los espectadores ante contenidos cada vez más amorales y agresivos. Seguramente, a la velocidad supersónica con que mutamos en la sociedad hiperconectada, en unos pocos años ya podremos reflexionar, si nos deja la adicción a la dopamina, sobre las dinámicas actuales de relacionarnos y de gestionar nuestras vidas.
Todo vuelve. Y normalmente lo hace reinterpretado y actualizado, esencialmente igual, pero con un tinte de novedad: los pantalones tal vez no arrastren tanto y los 90 fueron raros, pero aportaron materiales que nos construyeron. Y como todo vuelve, a ver si vuelve pronto el consenso general sobre que las vacunas son buenas, la tierra no es plana y el fascismo es malo, por decir tres básicos que merecen un revival. Así, como deseo navideño.
Comentarios de nuestros socias/os
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros socias y socios, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.