Opinión
Despotismo garrulo

Por Marta Nebot
Periodista
Siempre ha sucedido. Los patrones los aúpan en la cosa pública con ese objetivo. Lo peor de Montoro no es que vendiese leyes: los suyos siempre las han vendido. Nada nuevo bajo el sol -al que este ministro puso impuestos- salvo la obscenidad de cobrar por anticipado y sin disimulo.
Y esto no es solo cosa patria. El poder siempre cuida del poder y, tras la caída del telón de acero, conforme iba perdiendo el miedo a las revoluciones proletarias, ha permitido que el capitalismo se vuelva a desbocar.
El incremento de la desigualdad mundial, la concentración de riqueza -cada vez más monstruosa- mientras las pobrezas crecen de manera exponencial no paran de confirmarlo. El sostén y la justificación de los paraísos fiscales, de los recortes de los Estados del bienestar, de los derechos sociales conquistados junto a la vuelta a recaudar menos por arriba y más por abajo y la falta de legislaciones que controlen al mercado -incapaz de distinguir entre bienes superfluos y de primera necesidad- son la pistola humeante cotidiana que en Europa olemos a diario y que dispara contra la democracia tanto como da armas a la ultraderecha anti política.
Aquí, en España, por no hablar solo de lo que no se está haciendo en el mundo, nos falta una ley de regulación de los lobbies desde hace tiempo. Este caso no hace más que confirmar que hay cosas obvias para frenar corruptelas que no se han hecho y que, lamentablemente, siguen sin estar previstas con fecha y hora.
Pero todo esto, siendo gravísimo, no me parece lo peor de lo peor de este asunto; solo más de lo mismo. Lo llamativo aquí es el despotismo garrulo del ministro de Hacienda que más tiempo ha ejercido el cargo en esta democracia. Casi el 20%. Diez años. Una década, según acabamos de descubrir fuera de los círculos donde era un secreto a voces, en la que el ministro "más fanfarrón" ahora resulta que no fanfarroneaba. No es que tuviera colmillo retorcido de palabra, que fuera mordaz y sarcástico. Es que utilizó toda la información confidencial que custodia la Agencia Tributaria a su antojo en beneficio propio para coaccionar, extorsionar y ejecutar con fuego económico a enemigos ideológicos, rivales políticos dentro y fuera de sus filas y periodistas que intentaron informar sobre sus negocios o simplemente sobre sus políticas. Y era tan soberbio que encima lo decía.
Y ya está confirmado. No necesitamos ningún procedimiento judicial arduo y largo que demuestre su despotismo aburrado porque, una vez levantado el secreto de sumario de la investigación que intentará demostrar lo de sus dineros, se ha abierto la caja de pandora de los damnificados de una España reciente que a estas alturas resulta viejuna.
La opinión pública acaba de descubrir que en los Gobiernos de Mariano Rajoy, además de policía patriótica, hubo Agencia Tributaria a la carta, ministro de Hacienda bananero; ellos, a los que tanto les gusta la fruta y ésta más que ninguna.
No se me ocurre nada más frutero que el terrorismo fiscal, que tener a un país acojonado por las amenazas de su ministro de Hacienda. Y el silencio cómplice o preventivo o cobarde u obligatorio ahora roto por todas las víctimas que han salido de todos los armarios (Carlos Alsina, Federico Jiménez Losantos, Javier Chicote, Federico Quevedo, Esperanza Aguirre...) y los que seguirán saliendo demuestran que hoy España es mejor.
Lo único similar ocurrido tras la salida del Partido Popular del Gobierno es lo que le pasó a Esther Palomera, adjunta al director de ElDiario.es, amenazada con el cierre del periódico por Miguel Ángel Rodríguez, jefe del gabinete de Isabel Díaz Ayuso, por informar sobre el procedimiento judicial por fraude fiscal del novio de la presidenta madrileña. Aquello se contó y se publicó en cuanto sucedió aunque no se llevó a los tribunales y ese señor sigue en el mismo sitio.
De momento tampoco ninguno de los que acaban de denunciar a Montoro ha anunciado procedimientos judiciales. Es curioso teniendo en cuenta que hoy el fiscal general del Estado está sentado en un banquillo por muchísimo menos.
Quizá estamos mejor que hace unos años. Tal vez estamos algo mejor cuando gobiernan unos que cuando gobiernan otros.
Feijoo pretende presentarse como algo nuevo y limpio, habla de "mafia o democracia", pero no se desprende ni marca distancias con los viejos y sucios que le precedieron. El Congreso Nacional del PP que acaba de celebrar para reproclamarse, franqueado por Aznar y Rajoy sacando pecho, lo han reconfirmado: su pasado está muy presente, su democracia tiene rasgos de las mafias más turbadoras.
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