Opinión
Bilis
Por Espido Freire
El ciudadano medio se encuentra con la crisis económica y con noticias cada vez más alarmantes sobre ella con la consternación de quien ha dejado escapar algo muy valioso y muy querido sin darse cuenta de la pérdida hasta que se ha completado. Si hace apenas dos años hablábamos del mileurismo (no del generacional, sino del generalizado) como de un fenómeno extraño, que acabáramos de descubrir ante los ojos legañosos al fin abiertos, ahora se habla de nuevo de desempleo, ese virus que rebrota en cepas diferentes en escenas distintas.
No nos dijeron que las cosas iban bien, pero ahora sólo dicen que van mal. Incluso las posibilidades pequeñas, accesibles, para el ahorro desaparecen: las hipotecas suben, pero las casas a la venta ven cómo el viento agita los carteles de venta. La bolsa insiste en que lo peor ha pasado, pero ¿dónde está el dinero para animarla? El agua se ha convertido en un bien tan precioso que los barcos la transportan, como antes el petróleo. La gasolina permite que todo suba de manera desproporcionada, los proveedores de alimentos denuncian que el 80% del precio desorbitado que paga el comprador por un tomate se lo llevan los intermediarios. La tarifa eléctrica nocturna desaparece.
Se vendió como algo interesante, con un vago aroma ecológico, incluso. Ahora, debido a la modificación del Real Decreto que la regula, y que permitirá una subida generalizada de la luz, las personas que contrataron esa tarifa, más de un millón, pagarán entre un 25% y un 80% más.
Endesa e Iberdrola actúan aquí como los profesores de matemáticas que sobrecargaban a los niños de deberes. Las matemáticas resultaban esenciales, decían, y no eran tantos deberes. Idéntico discurso que el de lengua, inglés o física. La subida de la luz, con tarifa normal, sólo será de un 11%. Suficiente para el sabor de la bilis en la boca. Pero sólo será un poquito más en el agua, en el arroz, en la gasolina, en el Euribor, una subida moderada, razonable, nada nuevo, un poco más, ese poquito más.