Opinión
La corrupción de la derecha
Por Público -
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RAMÓN COTARELO
Tiene color político la corrupción? Ciertamente. Hay corruptelas en el PSOE, como las hay en el Partido Popular, y a los efectos legales todas son lo mismo: delitos. Pero políticamente presentan rasgos diferenciados. Mientras que las de la izquierda obedecen a comportamientos irregulares de sujetos específicos que meten la mano en la caja común, pero van en contra de la política de la tendencia a la que pertenecen, que siempre ha preconizado la austeridad en la gestión pública, las de la derecha tienen un aspecto más estructural y aparecen imbricadas en la ideología de la tendencia en que se dan, sobre todo, a raíz de la llamada “revolución neoliberal”, consistente en poner todo lo público al servicio de lo privado.
Los ideólogos neoliberales presentan ese principio de la privatización (o expolio) de lo público en favor de lo privado como la panacea que garantiza la prosperidad general. Ofrece, sin duda, oportunidades a los sectores sociales que pueden aprovecharlas –y son aquellos a los que representan los partidos de la derecha–, pero empobrece a la inmensa mayoría y es causa directa de la crisis. Algo parecido a las desamortizaciones del siglo XIX, que beneficiaron a los campesinos ricos que podían pagar las tierras, los aperos y las simientes.
Las oportunidades vienen calvas y hay que atraparlas como sea. En sociedades dominadas por el neoliberalismo, en las que se eliminan los controles públicos, se desregulan las relaciones económicas y laborales, se confía la vigilancia a empresas privadas sólo interesadas en los beneficios o, incluso, a un quimérico mecanismo de autorregulación del mercado, lo habitual es que los agentes privilegiados recurran al fraude, al cohecho, a la información privilegiada y a la simple estafa para ganar a la competencia y maximizar su lucro.
Se genera así una connivencia entre los intereses económicos y los políticos, que fue norma en los años de la apoteosis neoliberal coincidentes con los dos mandatos del PP. Los de las privatizaciones en interés privado y político de los gobernantes, de las desregulaciones, de la liberalización del suelo que provocó la burbuja inmobiliaria y de muchas presuntas ilegalidades que se conocen ahora, al arreciar la crisis económica, que aquí es más grave por esa burbuja inmobiliaria que tiene responsables económicos y políticos.
Afloran los resultados de aquella tupida red de intereses políticos y económicos urdida al amparo del neoliberalismo carpetovetónico, típico ayer del Gobierno de Aznar y hoy del de Aguirre (la que ponía la mano al fuego por sus consejeros); un neoliberalismo que conjuga el intervencionismo partidista en medios y adjudicaciones con la ausencia de control público de las operaciones con que sus allegados se han forrado en los últimos años.
Es injusto que quienes han pretendido poner coto a tanto desmán al llegar al poder en el partido en 2004, sean quienes deban pechar con la condena moral que provoca en la opinión este racimo de presuntos sinvergüenzas. Pero tienen un remedio fácil: que colaboren con la Justicia para esclarecer cómo surgieron y cómo prosperaron estas tramas en tiempos de Aznar y si este o sus allegados tienen algo que ver con ellas y cuánto.
Ramón Cotarelo es Catedrático de Ciencias Políticas