Opinión
Crear, oler, tener, poseer
Por Bob Pop
El siglo XXI –que según el sociólogo Gilles Lipovetsky iba a ser el de una Hipermodernidad que reivindicara el humanismo– ha empezado como el siglo de las firmas invitadas... a diseñar. De las guest stars televisivas tan siglo XX (Ana Obregón o Boy George en El Equipo A, Rock Hudson en Dinastía), hemos pasado a las estrellas que crean prendas para tiendas en cadena: Madonna y Kylie para H&M, Eugenia Martínez de Irujo para Tous, Kate Moss para Top Shop, Milla Jovovich y las hermanas Cruz para Mango o Tamara Falcó para Barbour. Sin olvidarnos de las que aprovechan la confusión de su nombre con los atributos de sus personajes de ficción para lanzar perfumes firmados sobre el cristal o el cartón: Antonio Banderas, Sarah Jessica Parker, Paris Hilton, David Beckham, Britney Spears o Beyoncé consiguen, gracias a sus finas estampas, definir de un solo vistazo la personalidad de algo tan abstracto como una fragancia idéntica al resto.
Las celebridades diseñan prendas e inspiran perfumes de temporada que compramos como quien se instala en las manos llenas de alfileres una nueva versión del vudú 3.0. Los poseemos. Son nuestros. Más que cuando compramos sus discos, sus DVDs, entradas para sus conciertos o sus películas; más porque sentimos que en sus nuevas aventuras creativas nos necesitan como nunca, como fieles consumidores de fetiches. Y ahí vamos a estar. Y ellos con nosotros: sobre nuestra piel.