Opinión
Demasiado Lula
Por Público -
LUIS MATÍAS LÓPEZ
Periodista
Qué ha pasado en Brasil para que los vencedores tengan el gesto torcido y los perdedores canten victoria? Uno: que los votantes no han asumido que las elecciones fuesen un plebiscito sobre Lula. Dos: que el presidente se ha pasado de prepotente (“La opinión pública somos nosotros”) y omnipresente (parecía que el candidato era él). Tres: que los escándalos de corrupción han pasado factura. Cuatro: que la candidata verde, Marina Silva, que dimitió como ministra de Medio Ambiente en desacuerdo con el modelo de desarrollo de la Amazonia, ha logrado un magnífico resultado. Y cinco: que Dilma Rousseff, designada por la ley del dedo, no es Lula. Total, que habrá segunda vuelta y que, en cuatro semanas, pueden cambiar mucho las cosas.
Con cerca del 47% de los votos, sería sorprendente (y catastrófico para su mentor) que Rousseff no conquistase la presidencia, pero, en teoría, el vuelco es posible, si el ex gobernador de São Paulo José Serra (32,6%) suma el 19,3% de Silva, en óptima posición para negociar.
Lula ha pecado de soberbio, aunque motivos tenía para serlo. Con él al frente, Brasil ha sido la última gran economía en sufrir la recesión y la primera en superarla, la mayoría de sus habitantes ha subido algún peldaño en la escala socioeconómica, y la pobreza se ha reducido espectacularmente. Además, es la sigla más pujante de los emergentes BRIC, principal interlocutor latinoamericano de EEUU y destacado actor internacional que aspira a un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. No obstante, en muchos aspectos aún es un país tercermundista, con enormes bolsas de miseria en las que germinan el narcotráfico y la violencia, corrupción política y policial, graves déficits en infraestructuras y educación, y terrible desigualdad social.
De haber optado a un tercer mandato, Lula habría arrasado en las urnas, pero no quiso forzar la Constitución. Eso le honra pero, sin él en liza, no sorprende que muchos de quienes admiran cómo ha transformado Brasil piensen que su legado no peligrará aunque no lo administre quien él pretende. Y, si por fin se impone Rousseff, que es aún lo más probable, será mejor que no sea de forma arrolladora. Hasta puede que le venga bien una victoria más justa para que no le resulte ominosa la sombra de un Lula poco dispuesto a actuar como un apacible jubilado político.