Opinión
Pecunia non olet
Por Manolo Saco
Hace un rato que me enteré de que este periódico había renunciado a los anuncios de contactos sexuales y prostitución, sumándose así a las recientes recomendaciones del Congreso de los Diputados. Lo cuenta el director de este periódico, Arsenio Escolar, en su blog. Así que cogí el teléfono para llamar a José Antonio Martínez Soler, el Consejero Delegado de 20 Minutos, a quien le tienen que cuadrar las cuentas a final del ejercicio, para preguntarle si Arsenio, el director de su periódico, había abandonado el tratamiento médico. “Que no, que no nos hemos vuelto locos, que queremos predicar con el ejemplo”, me pareció oírle.
Y como no tenía a mano el número de teléfono de los médicos que tratan a ambos, se me ocurrió continuar indagando en la gravedad del deterioro de la salud de mis amigos, hasta acabar sonsacándole la cifra de a cuánto renuncia un periódico al año por clausurar el escaparate del mercado del sexo, a cuánto sale el kilo de vergüenza torera. Y me lo dijo. Y he quedado más preocupado todavía, como cuando Rajoy sale de una entrevista con ZP, pues es de esas cifras mareantes que por sí solas certifican que ambos están muy malitos. Que os cuente Arsenio, si se atreve.
Una vez repuesto, sólo supe contestarle a JAMS: ¿Pero tanto se folla en este país? No me ha sido permitido revelaros cuánto se folla ni la cifra que el periódico tira por la ventana tan salerosamente, pero si os sirve de pista os diré que el negocio puteril invierte en publicidad más que Coca Cola y El Corte Inglés juntos. Eso explica el secreto tan bien guardado de que hasta las publicaciones más sesudas y conservadoras acojan sin pestañear en sus páginas el gran negocio del sexo en todas sus variantes de tailandés, griego, completo, al natural, con yacuzzi, kamasutra, profundo francés, lluvias doradas y besos negros entre otras especialidades. Todas disciplinadamente han asumido como propio el consejo que el emperador Vespasiano le daba a su hijo Tito: “pecunia non olet”, el dinero no huele, no importa si proviene de un impuesto a las letrinas o de la prostitución.
Una vez que nos hemos librado de favorecer con nuestra complicidad un negocio que en la mayoría de los casos es una de las muchas caras de la esclavitud, propongo seguir caminando por la senda de los valientes (suena a película) y, ya puestos, deshacernos de otro negocio, esta vez cómplice de la estupidez, que no de la maldad: la sección de horóscopos y bienaventuranzas.
Cierto es que con la fe hemos topado, una fe que además de mover montañas mueve mucho dinero, cuyos sacerdotes son los adivinos, echadores de cartas, intérpretes del tarot y fabricantes de horóscopos. Ya una vez dejé por escrito mi reflexión sobre cómo es posible que un adivino profesional, vestido patéticamente con faldones de Ágatha Ruiz de la Prada, sea capaz de predecir mi futuro y no consiga adivinar, ni siquiera intuir, que los que llaman a su puerta son dos chorizos que le van a robar y darle una paliza de muerte, como le ocurrió al famoso Rappel.
Uno podía pensar que con el aumento de la cultura media y la extensión de los conocimientos en la era de la comunicación, los aprendices de adivinos y escribidores de horóscopos de los periódicos acabarían extinguiéndose como los dinosaurios. Pero no, resisten el paso del tiempo y de las generaciones con buena salud, en dura competencia con las religiones. Bien es verdad que la calidad literaria de los horóscopos de hoy está a años luz de los de antaño, algunos de ellos verdaderas joyas del arte sibilino.
La época dorada de los horóscopos en la prensa abarcó desde la posguerra hasta los setenta, cuando a este país le hacía tanta falta creer desesperadamente. Cuentan los más viejos que en un influyente diario cuando fallaba en sus entregas el adivino de plantilla, tomaba el relevo el chaval de los teletipos, un matao que se vengaba de su rutina tediosa dejando volar la imaginación, prediciendo desgracias y venturas zodiacales, como un dios que gobernaba a su capricho. Y se notaba. Generalmente el chaval era más generoso y los lectores más felices.
Lo asombroso es que las publicaciones continúen alimentando hoy el absurdo, dando carta de naturaleza a la posibilidad de que la conjunción de los astros en determinadas posiciones determine nuestra salud, dinero y amor, dependiendo del día y hora de nuestro nacimiento. Hoy, las secciones de horóscopos se hacen, generalmente, con una plantilla, y cualquiera con un poco de labia puede hacer oposiciones a adivino. Si no, aprended de Mariano Rajoy: le basta con mirar a los ojos a Zapatero para predecir en cuántos trozos se va a romper España en apenas un par de años.