Opinión
Regularizar la prostitución
Por Ángeles Caso
-Actualizado a
Gran escándalo ante la noticia de que las prostitutas campan a sus anchas en torno al Mercat de la Boqueria de Barcelona, utilizando incluso los soportales del mercado como lugar de encuentro con sus clientes. Todas ellas, por supuesto, inmigrantes, africanas y sudamericanas, mujeres que han intentado huir de la miseria y han caído en manos de mafias que las secuestran, las esclavizan y las extorsionan.
Hace algunos meses escribí aquí sobre la prostitución y la falta de escrúpulos de los hombres que se relacionan con esos seres desdichados sin preguntarse por su situación. Aquel artículo provocó un aluvión de comentarios en el blog, muchos de ellos en mi contra. Está claro que esta sociedad tiene una rara relación con ese negocio: lo consentimos, pero a la vez lo despreciamos. Muchos desean que exista, y lo consideran incluso necesario. Sin embargo, al mismo tiempo quieren que sea algo oculto, que no perturbe con su sordidez nuestras vidas de ciudadanos decentes, el tranquilo paso cotidiano por las calles.
Esta vez son probablemente las feministas quienes van a echárseme encima. Yo también lo soy –feminista–, pero no comparto la opinión mayoritaria entre mis compañeras, que consideran que no debe legalizarse la explotación del cuerpo femenino: soy partidaria de que se regule de una vez por todas el asunto. Que esas mujeres salgan de la marginalidad. Que tengan derechos y deberes, paguen sus impuestos y sean amparadas por la Seguridad Social y las normas de todos los trabajadores. Y que los empresarios que viven alegalmente a su costa respondan por fin ante la ley de todos sus desmanes.