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La corrida de Esperanza Aguirre

La campaña electoral de Aguirre está siendo un cargar la suerte en la caspa. Preguntada ayer por los negocios de su marido quiso hacer un quite embraguetado y le salió una gurripina.

 

Recibir a Esperanza Aguirre a porta gayola siempre es arriesgado porque la del PP suele entrar a los sitios como un miura y quienes la esperan y no se apartan exponen su vida a un grave peligro. A la una en punto de la tarde de ayer lunes estaba previsto que la dirigente más bravía de la derecha asistiera a un homenaje al torero Enrique Ponce por sus 25 años de alternativa. Y la lideresa no dio la espantada. Llegó vestida de grana con una chapa azul PP, hizo el paseíllo con su cuadrilla de subalternos y se dispuso a efectuar una faena corta pero aseada, de esas de vuelta al ruedo en las plazas de segunda.

Si lo que cuenta es cierto, Aguirre mamó el Cossío antes de que los Cuadernos Rubio le enseñaran a leer, y ello le inculcó en su más tierna infancia una indescriptible pasión por los toros que competía con sus otras dos grandes y declaradas devociones: un cristianismo como Dios manda y un desbordante amor a la patria que salta a la vista incluso en el collar rojigualda de su perro. La condesa consorte de Bornos es ‘goyesca de honor’ y ha recibido el premio Pepe Luis Vázquez, ahí es nada, que viene a ser como los Grammy de la tauromaquia. Esta mujer distingue un toro ensillado de otro escurrido, diferencia el ensabanado del bragado y el cornibajo del cornivuelto. Quizás se confunda algo con las divisas, pero es que en el PP de lo que más se entiende es de francos suizos.

Recibir a Esperanza Aguirre a porta gayola siempre es arriesgado porque la del PP suele entrar a los sitios como un miura

Acudía Aguirre al coso de la Fundación Diario Madrid procedente de un desayuno informativo en el que tuvo que realizar una tanda de muletazos de aliño para ensalzar a Ana Botella, con la quien se les tiene tiesas desde hace años. La actual alcaldesa sería para Aguirre irrelevante de no ser porque su marido, el estadista con bigote más principal de la historia de España, parece haberle puesto la cruz y eso es como si el tendido siete de las Ventas te coge ojeriza y empieza a pitarte desde los primeros lances con el capote. Enfrentada a todo bicho viviente en el PP, la diestra de los techos altos quiso congraciarse con el matrimonio Aznar con un bajonazo infame: “Ana ha sido esa gran mujer que está detrás de un gran hombre”, proclamó en el descabello.

La campaña electoral de Aguirre está siendo un cargar la suerte en la caspa, hasta el punto de que no resultó extraño que en el homenaje a Ponce se pudiera ver a Rupert, ese peluquero de los 80 tan socorrido que igual te cardaba que te hacía unas mechas. La candidata se ha hecho fotografíar con su Jack Rusell terrier, Pecas, impagable a la hora de evacuar ante las cámaras, en la mismísima Feria viendo a Talavante o en la pradera de San Isidro vestida de chulapa y dándole al chotis. Ayer descompuso un tanto la figura cuando le preguntaron por su marido el conde, a quien el diario Infolibre ha presentado como un lobista trincón de varias empresas relacionadas con la Comunidad de Madrid. A Fernando Ramírez de Haro, que ya ha empezado a ser conocido como míster 10%, le quiso hacer su santa un quite muy embraguetado y le salió una vulgar gurripina: “Mi marido es absolutamente admirable”, acertó a decir acochinada en tablas.

Ya con la muleta y sin temor a nuevas tarascadas, la alcaldable se deshizo en elogios hacia Ponce, que aunque ahora no venga a cuento siempre ha toreado de pico, que es torear un poco de mentira, a distancia. El panegírico que hizo del torero llegó por momentos a parecer autobiográfico: “Los grandísimos maestros han sabido torear todo lo que les ha salido por el toril. A cada toro le han dado su lidia sin repetir la misma faena”, explicó.

Es indudable que de faenas Aguirre entiende porque ha hecho unas cuantas. A Rajoy, por ejemplo, le ha dado derechazos hasta decir basta

Es indudable que de faenas Aguirre entiende porque ha hecho unas cuantas. A Rajoy, por ejemplo, le ha dado derechazos hasta decir basta, ha sido implacable con las banderillas y en algún momento quiso incluso devolverle al corral por manso. Cospedal ha sufrido sus revoleras. Con Gallardón practicó las chicuelinas y los trincherazos, pensados para cortar el paso al animal. A Botella y a Cifuentes las ha toreado al natural, con combinaciones muy vistosas rematadas con el tradicional pase de pecho. Y así. De no haber fallado con la espada, habría acabado con el encaste PP en un santiamén.

Últimamente, ha perdido muchas de sus facultades. Ni manda, ni templa. Torea fuera de cacho. Los derrotes de la Gürtel le han hecho perder tantas veces el engaño que hasta su público más fiel ha comenzado a fijarse en otros matadores a los que jalear. Los gañafones deslucen mucho.

Con su última corrida, Aguirre aspira a ser alcaldesa y hasta puede que lo consiga pese a lo desastroso de su lidia. En este país cualquier cosa es posible. Cuentan que Juan Belmonte tuvo como banderillero en su cuadrilla a un falangista llamado Joaquín Miranda, que llegó a ser gobernador civil de Huelva. Viendo al preboste en el palco en un festejo benéfico, un amigo del torero le preguntó cómo era posible que un banderillero acabara siendo gobernador. “Pues cómo va a ser -respondió Belmonte-. Degenerando”. Tartamudo y todo, el Pasmo de Triana era un sabio.

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