Felipe, Leonor y la búsqueda de una modernización imposible: "Si la hubiera, la monarquía desaparecería"
El CIS lleva una década sin preguntar por la Corona; casi el mismo tiempo que el actual monarca en el trono. "La institución intenta vender una imagen renovada, pero antes habría que saber hasta qué punto cuenta con el respaldo de los españoles", señalan los expertos.

Madrid--Actualizado a
El emérito se ha cansado de estar en un segundo plano. Hace unos días demandó al expresidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla por unas declaraciones "injuriosas" vertidas en distintos medios de comunicación. No fue el único damnificado. Juan Carlos I también prepara una querella contra Corinna Larsen, según han adelantado Lecturas y El Periódico. Lo hace para "defender su memoria", la misma que pronto verá la luz en un nuevo libro autobiográfico. Es posible que la obra no cuente cómo se las ha ingeniado el monarca para mantener su fortuna en secreto, ni cuánto costó "tapar" su relación con Bárbara Rey. Juan Carlos tampoco hablará –previsiblemente– de las comisiones por la venta de armas ni de cómo se fraguó su llegada al trono; una llegada que –de momento– no tiene fecha de caducidad.
"España venía de cuatro décadas de dictadura. La gente tuvo que elegir entre una democracia con monarquía o no tener Constitución. Eso fue el referéndum de 1978: la culminación de la cultura del nacionalismo reaccionario español", arranca Toni Morant, profesor de Historia Contemporánea y coordinador del Aula d'Història i Memòria Democràtica de la Universitat de València. El acceso de los Borbones a la Corona no responde a un proceso popular ni democrático. La opacidad que cerca el intento de golpe de Estado del 23F, donde el emérito pudo tener un papel relevante, acentúa todavía más las dudas respecto a su figura. "Juan Carlos asumió el trono como heredero de Franco, cuesta creer que desarrollara motu proprio unas convicciones demócratas", añade Morant.
La corrupción y los escándalos durante su etapa al frente de la institución han terminado forzando su fuga a Abu Dabi. El juancarlismo –que no la realeza– firmó el principio de su fin el 2 de junio de 2014. "Su majestad el rey acaba de comunicarme su voluntad de renunciar al trono y abrir el proceso sucesorio", anunció el entonces presidente Mariano Rajoy. Felipe VI empuñó el cetro y puso en marcha la maquinaria para "modernizar" la Corona, lo hizo con la intención de reparar los estragos que había causado su padre. ¿Lo ha conseguido? La falta de encuestas oficiales no nos permite saber hasta qué punto la estrategia ha surtido efecto.
El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) lleva diez años sin pedir valoraciones sobre la jefatura del Estado. La última pregunta al respecto tuvo lugar un año después de la abdicación del emérito. Pedro Sánchez todavía no había sido expulsado del PSOE y Ciudadanos estaba a pocos meses de convertirse en la tercera fuerza política del país. La pandemia ni siquiera se podía adivinar y Barack Obama dormía aún en la Casa Blanca. Felipe VI mejoró ligeramente la nota del emérito, pero tuvo que conformarse con un 4,34.
"La monarquía necesita desvincularse del legado de Juan Carlos I e intenta vender una imagen renovada. Leonor juega aquí un papel fundamental. Lo que pasa es que antes de vender nada habría que saber hasta qué punto la institución cuenta con el respaldo de los españoles. Zarzuela no quiere abrir este debate, centra sus esfuerzos en conectar con un público al que no sabe si realmente está llegando. Es una contradicción en sí misma, pero la institución siempre ha funcionado así, con contradicciones", explica Isabel Menéndez, catedrática de Comunicación en la Universidad de Burgos.
El 43,8% de los españoles considera que urge celebrar un referéndum sobre la continuidad de la monarquía parlamentaria como forma de Gobierno. Y el 39,4% votaría a favor de la república. Los datos son de un sondeo de 40dB encargado hace cuatro años por la Plataforma de Medios Independientes. Es una de las últimas encuestas que ha abordado el asunto. "La falta de seguimiento demuestra que la sociedad ha cambiado. La opinión pública no está ahora tan controlada por el poder. Si han dejado de preguntar por la Corona, es porque saben que su imagen todavía no se ha recuperado", desliza Kiko Tovar, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.
El referéndum, ¿misión imposible?
La sombra de un posible referéndum lleva tiempo encima de la mesa; pero las cuentas no salen con la actual aritmética parlamentaria. La Constitución no permite plantear ninguna consulta de este tipo sin la aprobación del Gobierno; no existe ningún vehículo de participación ciudadana para preguntar por el modelo de Estado que prefieren los españoles. "Y aún así es realmente complicado, porque hacen falta los votos a favor de dos tercios tanto del Congreso como del Senado", señala Roberto Blanco Valdés, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidade de Santiago de Compostela.
La Carta Magna así lo recoge en su artículo 168. El referéndum no puede salir adelante sin el visto bueno de 233 diputados y 177 senadores; todos ellos deberían avalar primero una reforma constitucional. La cosa no acaba aquí. El siguiente paso sería disolver las Cortes y convocar elecciones. Las nuevas cámaras tendrían que validar la reforma con el mismo –o mayor– número de votos. "La Constitución protege a la Corona. Los grupos que están a favor de la república –Sumar y los nacionalismos–, tienen que tener mayoría. Esto no parece viable con el contexto político que tenemos", continúa Blanco Valdés.
Leonor, la gran apuesta de la Corona
Felipe VI cumplió el pasado mes de junio una década en el trono. La institución lleva diez años moviendo hilos para garantizar su continuidad y enterrar todas las desfachateces que salieron a la luz tras la renuncia del emérito. "Los partidos políticos habían cambiado sus liderazgos y las principales entidades financieras habían renovado sus cúpulas. Lo único que quedaba de la transición era Juan Carlos I. La situación pedía a gritos un cambio, no había más opciones", deslizaba en este artículo de Público la socióloga y politóloga Cristina Monge. Las voces consultadas por este medio consideran que la rapidez con la que se cerró "el tema de la abdicación" no fue casual.
"¿Por qué no se han planteado cuestiones más complejas? ¿Por qué seguimos sin saber nada del 23F? Las nuevas generaciones posiblemente no sepan que durante la primera mitad de la transición, las manifestaciones republicanas eran ilegales. El actual sistema de Gobierno está construido como la contraposición del sistema que hubo durante la Segunda República, pero esta no es ni la primera democracia que vivimos ni la única que puede haber en España", desliza Toni Morant. La Casa Real está haciendo un "esfuerzo evidente" por "tapar" los errores del pasado y ofrecer un retrato "sin debates éticos". Juan Carlos I sigue empeñado en lavar su imagen. Felipe y Letizia, la de Zarzuela.
La estrategia tiene varias ramas, tal y como explica la periodista especializada en estética política Patrycia Centeno. "La primera es aparentar que [los actuales monarcas] mantienen contacto cero con el emérito, aunque con pequeñas escenas de cercanía para no parecer insensibles respecto a la familia. También se sirven de Letizia, la venden como una reina algo independiente y feminista. En esta propuesta de monarquía feminista suelen incluir a la heredera al trono por el simple hecho de ser una fémina –no se le conoce activismo alguno en esta materia–", relata.
La institución participa más a menudo en las redes sociales, tiene una página web actualizada y hasta muestra imágenes del rey increpado en la DANA o con la cara quemada después de esquiar. Los Borbones se ponen el disfraz de la plebe para buscar una aprobación que sigue en entredicho. "Su legitimidad –la adhesión social– depende de la manera en la que ejercen su función. Felipe VI apartó de la familia a su hermana cuando fue investigada y desterró luego a su padre. La clase política y buena parte de la población han aceptado estos movimientos como una suerte de compromiso para no cuestionar el régimen como un todo", matiza Pedro Francés-Gómez, profesor de Filosofía Política en la Universidad de Granada. La sombra del emérito y sus constantes apariciones públicas –denuncias, regatas, escándalos– entorpecen, sin embargo, los velados intentos por marcar distancias.
"El cambio no va a ser fácil mientras exista el juancarlismo. Y no sólo esto, las casas reales tienen que encontrar su hueco en un mundo que no es el de antes. Esto choca con su propia concepción; hablamos de instituciones que tienen un pie en otro siglo", insiste Isabel Menéndez. En términos políticos, la monarquía tiene asegurado su futuro mientras exista el bipartidismo. PP y PSOE no están dispuestos a hurgar en una herida que lleva décadas abierta. Y el auge de la extrema derecha, complica más –si cabe– el puzle. Zarzuela, mientras tanto, ha tenido margen para identificar las tendencias socioculturales y exprimir al máximo el potencial de Felipe, Letizia, Leonor y Sofía. La palabra que más se escucha al preguntar por la realeza es "modernización". Patrycia Centeno, sin embargo, tiene claro que Corona y actualidad son dos polos irreconciliables: "La monarquía es un sistema anacrónico y no puede modernizarse. Si lo hiciera, desaparecería".
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