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De las mareas al paro, o cómo ser político de izquierdas sin morir profesionalmente en el intento

Diputadas y concejales de las mareas que revolucionaron la política gallega en el 2015 se ven abocados ahora al desempleo y la precariedad, estigmatizados ante el sector privado por su trabajo en los nuevos partidos de izquierda.

Luca Chao, exintegrante de Podemos.
Luca Chao, exintegrante de Podemos.

La nueva política asaltó a las instituciones en el año 2015 con un discurso muy crítico con la casta política que incluía una rotunda censura a las puertas giratorias. Pero el sistema español no contempla alternativas a esas puertas para permitir el regreso a la vida civil, y algunos actores y actrices de aquel movimiento, concejales, concejalas, diputados y diputadas, se ven hoy devueltos a un mercado laboral muy complicado que los rechaza y etiqueta por haberse posicionado, gestionado o legislado contras los intereses de quienes hoy eluden contratarlos.

"Cuando me metí en esto asumí, y como yo muchas otras compañeras, que la salida era difícil. Pero ahora estoy en la precariedad más absoluta", cuenta Luca Chao, ex diputada y ex portavoz del grupo Parlamentario Común da Esquerda, surgido de la escisión de En Marea. Aquel conglomerado heterogéneo formado por Podemos, Esquerda Unida y Anova -la escisión del BNG liderada por Xosé Manuel Beiras-, y por diversas agrupaciones locales surgidas de la sociedad civil organizada, se hizo en el 2015 con las alcaldías de A Coruña, Ferrol y Santiago y logró convertirse un año después en la segunda fuerza política del Parlamento autonómico. En las autonómicas del 2020, ninguno de los dos grupos en los que se dividió En Marea recién pasada la mitad de legislatura obtuvo un sólo escaño en la Cámara.

Chao es licenciada en Ciencias Políticas, está preparando un doctorado con una tesis obre la participación política de los descendientes de emigrantes y tiene dos masters. Uno, en Migraciones Internacionales, y otro, en Profesorado de Enseñanza Secundaria. "Tenía un futuro bastante prometedor como investigadora, pero pasé cuatro años en blanco en una carrera que valora sobre todo la producción académica. Además, al acceder al Parlamento, tuve que renunciar a una beca, y ahora, para recuperar mi carrera, tengo que pagar de mi bolsillo la posibilidad de publicar, y eso con un subsidio de 700 euros", explica.

Los diputados del Parlamento de Galicia que pierden su escaño no tienen derecho a prestación por desempleo. Así que, tras las elecciones de julio pasado, Chao se fue a trabajar a la vendimia de la Ribeira Sacra, en Ourense, donde pudo cotizar de nuevo y alcanzar, con los días cotizados que ya tenía antes de ser diputada, el período temporal mínimo para poder optar a la ayuda.

Ahora lleva meses preparando oposiciones y buscando trabajo, pero el hecho de haberse significado tanto públicamente le resta muchas opciones de encontrarlo. "Si googleas mi nombre sale mi trayectoria, claro, pero además el último año de legislatura fui portavoz del grupo y tuve una exposición mediática y una visibilidad muy relevante. Eso pesa muy negativamente a la hora de encontrar un trabajo en el sector privado, y es reflejo de que los poderes económicos entienden que éramos peligrosos para sus intereses. Cuando en una entrevista de trabajo digo que he sido diputada de Podemos, al otro lado del teléfono se crea un silencio incómodo".

La ex diputada afirma además que ese riesgo de no poder reengancharse con la vida laboral puede desincentivar a mucha gente a implicarse en la actividad política: "Cuando empezamos en esto aspirábamos a que a que la gente del común pudiéramos participar activamente en política. Pero no es fácil, y no es casual que los parlamentos estén llenos de diputados y diputadas que son funcionarios y funcionarias", dice. "Más allá de las puertas giratorias, la política tradicional tiene estructuras que dan cobertura a su gente. Critico eso, pero entre eso y dejar a la gente en el desamparo y el abandono absolutos, como me ha sucedido a mí con mi partido, debe haber un punto medio. Debe haber cierta transición para poder reinsertarte", añade, para asegurar que, aunque sí se volvería a presentar a las elecciones si tuviera 27 años, no lo haría de nuevo ahora. "Entonces lo hice asumiendo el coste personal y profesional que tiene, erra joven, y en ese momento podía asumir el riesgo por un proyecto que merecía la pena. Pero no volvería a hacerlo en el futuro. Por responsabilidad, porque si ahora tengo 32 años y mi situación ya es difícil, si esto me pillara con 36 o 40 me impediría desarrollar un proyecto de vida personal y profesional". "No seguí con mi carrera política porque al política tiene que ser un lugar de paso, no un espacio de profesionalización, y mucho menos alimentar ciertas lógicas clientelistas que puede haber en los partidos", concluye.

A Rocío Fraga, ex concejala de Igualdad y Diversidad y responsable de Seguridad en el Ayuntamiento de A Coruña durante los cuatro años de mandato de Marea Atlántica, le ha sucedido algo similar. "En nuestro Código Ético figura el compromiso de acompañar y ayudar en lo posible a la reinserción laboral de los cargos electos de Marea Atlántica una vez abandonadas sus responsabilidades, pero conmigo no lo han cumplido", asegura. Añade que ella sí ha seguido estrictamente otro principio de ese Código, que impide a los ex concejales trabajar con cualquier empresa que haya contratado con el Ayuntamiento durante su mandato, y que también cumplió en su día con el de la limitación salarial, que le ha impedido "tener un colchón de ahorros" con el que afrontar su salida de la política: "Durante los cuatro años de concejala, mi patrimonio sólo aumentó en una Termomix y una scooter".

Marea Atlántica perdió el Gobierno de A Coruña hace dos años. Fraga es Licenciada en Sociología por la Universidade da Coruña y tiene un amplio curriculum en materia de investigación en acción participativa, igualdad, empleo y reinserción laboral. Pero a ella le está costando un mundo volver a su profesión, y sólo le quedan cuatro meses de prestación por desempleo. "Hay un sector rancio de las empresas que sencillamente no te quieren por haberte significado como política, y hay otras que sencillamente tienen miedo a que contratarte pueda causarles problemas con sus clientes o con las instituciones para las que trabajan", explica. Además, añade que ser mujer también juega a la contra: "Hay una cuestión de género evidente. Parece como si las mujeres que nos significamos en este espacio político fuéramos más rabudas y más radicales que los hombres". Durante el tiempo que lleva desempleada, no ha tenido ni una sola oferta de trabajo en la ciudad en la que fue concejala. "Cuando empecé ya sabía que esto podía pasar, pero no con esta intensidad", concluye.

Su compañero de equipo de Gobierno, Xiao Varela, ex concejal de Urbanismo de A Coruña, reconoce que el movimiento se puso "el listón muy alto". "Era lo que tocaba en un momento en el que la clase política no estaba actuando de la manera adecuada. Se hacía política para hacer negocio y a nosotros nos tocaba ser distintos", afirma. Varela, arquitecto de profesión, trabaja ahora como asesor del Grupo Parlamentario de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común en el Congreso de los Diputados, y admite que "para las personas que tienen condiciones laborales más estables, como los funcionarios, es más sencillo hacer política". Y advierte de las dificultades para encontrar una fórmula que permita la reinserción laboral de los cargos electos del espacio de la nueva política. "Es muy difícil encontrar un equilibrio entre la necesidad de contar con cuadros políticos que estén bien formados profesionalmente y la necesidad de no profesionalizar la política".

Lo cierto es que ser profesional en un sector con demanda de empleo facilita el retorno al trabajo, pero no le libra a nadie de la precariedad. Le sucede a Eva Solla, ex vicepresidenta del Parlamento de Galicia y coordinadora nacional de Esquerda Unida. Es enfermera y ha podido volver a trabajar para el Servicio Galego de Saúde, donde, paradójicamente, la epidemia de covid-19 y la demanda de profesionales de la sanidad ha mejorado un poco las condiciones de contratación a las que estaban casi habituadas miles de compañeras suyas en un sector donde lo normal era que la Xunta contratara personal sanitario por semanas e incluso días.

"Cuando decides tener una militancia política, sabes que vas a perder años de experiencia profesional y que cuando vuelvas, vas a volver a la precariedad. Partes de esa situación, pero si militas en una organización de izquierdas ya sabes a lo que te expones. Forma parte de la sociedad y del sistema en los que vivimos. Las consecuencias son obvias, pero hay que tener claro que aunque la política es para toda la vida, cobrar de la política no lo es".

También pudo reinsertarse casi de inmediato fue el ex diputado Antón Sánchez, quien sigue vinculado a la política activa como portavoz nacional de Anova y quien regresó a la gestión de su empresa, una pyme especializada en horticultora ecológica y en la producción de hierbas aromáticas. Sánchez asegura que está "encantado de volver" a pesar de que reconoce las dificultades para hacerlo. "En mi caso tuve la suerte de que mi pareja pudo encargarse de la gestión de la empresa mientras yo era diputado. Pero es cierto que si no eres funcionario, volver a tu vida profesional después de la política es muy difícil". "En cualquier caso", añade, "yo nunca consideré que la política era mi profesión, porque no debe serlo para nadie. Pero yo sigo participando de ella porque creo en el proyecto político del que soy portavoz", subraya.

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