Este artículo se publicó hace 16 años.
El ‘tamayazo’, la traición socialista que catapultó a Esperanza Aguirre
El martes se cumplen cinco años de la deserción de los dos parlamentarios que privó al PSOE del Gobierno de Madrid
Gonzalo López Alba
Esperanza Aguirre observa la foto de Saéz tras conocerse su ausencia en la sesión del 10 de junio de 2003. EFE
Rafael Simancas tiene grabada a sangre y fuego la fecha del tamayazo: "El 10 de junio de 2003".
Han pasado cinco años, pero aún se nubla su semblante cuando evoca la traición de Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, los dos parlamentarios elegidos en las listas del PSOE que con su deserción impidieron que gobernara la Comunidad de Madrid.
Sentado en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados, donde ahora es portavoz socialista en la Comisión de Cultura, no esconde el pesar que todavía acarrea: "Pesar personal, porque yo sería ahora el presidente; y pesar político, por el deterioro de la democracia y el desmantelamiento de servicios públicos fundamentales que ha traído Esperanza Aguirre".
El tamayazo es paradigma del efecto mariposa, concepto que proviene de un antiguo proverbio chino y que ejemplifica cómo una pequeña perturbación, mediante un proceso de amplificación, puede generar un efecto considerablemente mayor, de modo que "el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tormenta en Nueva York".
La perturbación buscada era impedir a los socialistas recuperar el Gobierno de la Comunidad madrileña, que habían perdido ocho años antes, en 1995. Pero el efecto no se limitó a cercenar la carrera política de Simancas.
Fue una especie de carambola a tres bandas, ya que resultó también determinante en la trayectoria de Esperanza Aguirre y de Alberto Ruiz-Gallardón. Sin aquel episodio, difícilmente la baronesa conservadora sería hoy tal ni tendría la capacidad de liderar la contestación a Mariano Rajoy dentro del PP. Tampoco habría podido cortocircuitar al alcalde de Madrid, al que José María Aznar desplazó al Ayuntamiento.
La tormenta no se detuvo ahí. La adscripción de Tamayo al grupo mercenario de los balbases, que tres años antes habían apoyado a José Luis Rodríguez Zapatero para conquistar el liderazgo del PSOE, fue excusa para una operación de acoso y derribo contra José Blanco.
Zapatero resistió a las fuertes presiones internas para que entregara la cabeza de su secretario de Organización, con un argumento decisivo que puso sobre la mesa Alfredo Pérez Rubalcaba: "Si entregas su cabeza, el siguiente a por el que irán serás tú". Además, tras superar la conmoción inicial, supo positivar el tropiezo y concluyó entonces: "Si en las peores condiciones conservamos en Madrid el apoyo del 40% del electorado, seguro que ganamos las generales". El tiempo le dio, un año después, la razón.
Lo más grave de aquel lance, cuya tramoya aún hoy sigue sin conocerse, fue a juicio de Simancas lo que supuso de "aldabonazo negativo para las instituciones democráticas, porque se puso de manifiesto a ojos de los ciudadanos que a veces los votos no valen, que otros intereses se imponen".
Fue por el convencimiento de que era necesario revertir ese desprestigio, y por instrucción directa de Zapatero, que los socialistas madrileños "renunciamos a utilizar el recuerdo del déficit de legitimidad democrática con el que Aguirre llegó a la presidencia", según recuerda Simancas.
Cinco años después, Esperanza Aguirre ha capitalizado desde la Comunidad de Madrid el protagonismo de ser el ariete contra el Gobierno de Zapatero. ¿Cómo lo ha logrado?
La respuesta es múltiple, pero incluye tres elementos claros: un presupuesto de 20.000 millones de euros, la utilización partidaria de Telemadrid y haber convertido la capital en el escenario de todas las protestas contra Zapatero.
También hay espacio para la autocrítica, que Simancas no elude: "No fuimos capaces de devolver la confianza a los ciudadanos. Además, los vectores políticos que determinan el comportamiento electoral de los madrileños son claramente de política nacional. Ellos supieron movilizar a su electorado en esa clave y nosotros no lo conseguimos en clave autonómica".
La investigación del tamayazo se ahogó en ríos de tinta -el hoy ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, denunció que se le había prohibido actuar como fiscal de Madrid que era entonces-, Aun así, Simancas se declara convencido de que "el veredicto popular es claro: nadie cree que fuera una simple desafección política".
Sus protagonistas viven hoy en el anonimato político y social, aunque de Tamayo se dice que continúa con sus actividades urbanísticas en la sierra norte de Madrid.
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