Acoso a escolares con autismo: "Fue horrible y sigo sin entender por qué lo hicieron"
Casi el 10% de las denuncias por 'bullying' en el ámbito educativo son de personas con trastornos del neurodesarrollo, ataques que las organizaciones del sector dicen que padece hasta el 80% del alumnado con espectro autista.
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Las condenas judiciales a cuatro menores que acosaron y violaron a un compañero con síndrome de Asperger en un instituto de Barcelona y la de un profesor que ató y amordazó a un alumno de un colegio de Jerez con la misma discapacidad han evidenciado en las últimas semanas el índice de acoso que sufre el alumnado con espectro autista. Según las organizaciones del sector, es muy habitual y puede afectar hasta al 80%.
Un estudio de la Confederación Autismo España refleja que en 2021 había matriculados en los centros escolares de nuestro país 60.178 alumnos con un trastorno del espectro autista (TEA), una cantidad que triplica la que había hace una década, que supone, además, el 26% de todo el alumnado con necesidades de apoyo educativo a una discapacidad y que, de acuerdo con este informe, podría ser aún mayor al no estar muchos escolares identificados en las estadísticas oficiales con este espectro, entre otras razones por no haber sido diagnosticados.
Y muchos de esos alumnos han sufrido alguna vez, o de forma continuada, algún tipo de acoso en los centros, fundamentalmente por parte de compañeros de clase o del centro. De las llamadas recibidas en el Servicio de Atención Telefónica del Ministerio de Educación para casos de Malos Tratos y Acoso en el ámbito escolar (900 018 018) durante el curso 2020-2021 –el último del que hay estadísticas-, el 9,8% eran para denunciar un acoso a escolares con trastornos del neurodesarrollo, en los que se encuentran encuadrados los TEA. Y las 187 denuncias que comunicaron a este servicio estudiantes con esos trastornos o sus familiares supusieron casi el 80% de todas las llamadas en las que se encontraba afectado alumnado con alguna discapacidad. Es el colectivo más atacado y con diferencia.
El 12,4% del alumnado con espectro autista reconoce haber sufrido al menos una vez una situación de acoso escolar
El estudio de Autismo España revela que el 12,4% del alumnado con espectro autista reconoce haber sufrido al menos una vez una situación de acoso escolar, el 6,5% que la ha padecido más de una vez y un 33,5% declara que no sabe si sus compañeros les insultan o hablan mal de ellos. Un informe posterior, el de Prevención del Acoso Escolar en los Centros Educativos elaborado en el curso 2021-22 por la Fundación Anar, organización que gestiona el teléfono de denuncia del ministerio, reveló que en el 14,6% de los casos el motivo de la agresión es la discapacidad de la víctima, el 17% lo ocasionan sus problemas psicológicos y el 53,6% las cosas que hace o dice.
Sin embargo, entidades como Confederación Asperger elevan la incidencia del acoso escolar y aseguran que prácticamente todo el alumnado con ese espectro, que este sábado 18 celebra su Día Internacional, ha sufrido alguna vez algún tipo de agresión, mientras que estudios citados por Autismo España lo sitúan en torno al 80% entre quienes no tienen una discapacidad intelectual asociada y, por tanto, su trastorno puede ser no tan evidente y más leve. El problema, según ambas organizaciones, es que no hay datos oficiales sobre el alcance real de estas agresiones, como tampoco los hay de cuántas personas tienen estos trastornos, para enfocar mejor el problema y tratar de atajarlo.
La "horrible" experiencia de Andrea en el colegio
Andrea es una de esas niñas con síndrome de Asperger que sufrió acoso en el colegio. Ahora, con 27 años, trabaja de técnica de laboratorio en Sevilla, pero de su memoria no se han ido aún los recuerdos de lo que sufrió en la Enseñanza Secundaria, de los 12 a los 15 años, un acoso "bastante fuerte" que ha marcado su vida. "Fue horrible", resume.
El acoso empezó al poco de llegar nueva a un colegio de la capital andaluza para cursar la ESO. Varias compañeras comenzaron a criticarle por su delgadez, porque era "rara", "friki", y le rodeaban en un corrillo para preguntarle cosas personales, que si tenía novio, que si había tenido ya relaciones sexuales cuando acababa de cumplir sólo 12 años. "Me tiraban trozos de goma, cuando estaba en el baño me llamaban a la puerta y luego se iban riendo. No me dejaban en paz. Era dos o tres, las que iban de líderes, pero el resto les seguía el juego, me dejaban sola, aislada. Apenas tenía apoyo", recuerda Andrea.
Esa situación, según ella, no duró unos días, unas semanas, unos meses; se alargó durante tres cursos, hasta que en tercero de ESO ya no pudo aguantar más y tuvo que cambiar de colegio. Fueron tres largos cursos padeciendo mucha ansiedad, con cuadros de depresión por medio, sufriendo mucho dolor por lo que le estaban haciendo sus compañeras. "Tenía tanta ansiedad –dice Andrea- que me daban dolores de cabeza, me encontraba mal, no quería ir a clase, volvía todos los días del colegio llorando a casa. Y me sentía culpable; pensaba si era yo la que tenía un problema. No entendía nada. Y aún sigo sin entender por qué esas personas me hicieron eso".
Los padres de Andrea fueron al colegio a hablar con sus responsables, con los profesores, a contarles lo que le estaba pasando a su hija, y, según ella, lo que le respondió la dirección es que "eran cosas de niños, que eran bromas", que no había que tomarse las cosas tan a la tremenda. La única persona que le ayudó –asegura- fue el orientador del centro, al que iba a ver para desahogarse, y una profesora.
Luego fueron al colegio una psicóloga y una psicopedagoga de la Asociación de Asperger de Sevilla para explicarles lo que era este trastorno autista, cómo había que tratar a las personas que lo padecen y evitar que sufrieran algún tipo de acoso por esa razón. A raíz de esa visita, se supo en el centro que Andrea tenía síndrome de Asperger y el trato de sus compañeras mejoró, pero al cabo de un tiempo las que lideraban el acoso volvieron a la carga, a las burlas, al desprecio, a la exclusión de la que era "diferente". En vista de eso, ella y sus padres decidieron que cambiara de centro y en cuarto de ESO se fue a un instituto, donde ya pudo estar más tranquila.
Sin embargo, las consecuencias aún perduran doce años después. El miedo al rechazo se le ha metido en las entrañas. A día de hoy, sigue teniendo miedo a ser rechazada cuando llega a un sitio nuevo. "No quiero que me noten distinta –dice- por miedo a no encajar, por miedo a que me puedan rechazar. Me he obsesionado mucho con eso de encajar bien. A un sitio nuevo voy con desconfianza, porque me da miedo que se rían de mí, de mi vida personal, como me ocurrió en el colegio. Me da miedo sentirme señalada por ser diferente".
Y lo cierto es que Andrea, por su espectro autista, por el acoso que sufrió en el colegio y que dice haber soportado también en el trabajo, aún no sabe cómo enfrentarse a una persona que trata de menospreciarla: "me bloqueo –explica-. No sé cómo actuar, no tengo las herramientas para enfrentarme a esas situaciones". Y a la pregunta de por qué el alumnado con TEA sufre tanto acoso, ella responde: "somos personas vulnerables que no vemos la maldad, no entendemos que haya personas que utilicen la manipulación, no entendemos las segundas intenciones, si son malas o buenas. Y nos notan que nos pasa algo, que no sabemos seguirles el juego. Nos cuesta mucho regularnos emocionalmente, y a veces pasamos de ser pasivos a agresivos, porque no sabemos solucionar un conflicto de este tipo y la gente se aprovecha de eso".
Dos hermanos con Asperger que sufrieron acoso
Claudia es el nombre ficticio de una joven de 23 años de la Comunidad Valenciana que también sufrió acoso en el colegio. A ella le diagnosticaron que tiene síndrome de Asperger hace menos de un año –un diagnóstico tardío que le pasa a muchas mujeres con TEA-, pero cuando era una niña ya experimentó el trato que muchos como ella padecen en la etapa escolar. Ahora trabaja en una empresa de bases de datos.
"Fue en cuarto de Primaria –recuerda-. Lo pasé fatal y estuve a punto de cambiarme de colegio. Todo empezó con un chiste que hizo uno de mis compañeros sobre una galleta integral que yo estaba comiendo, cuando no eran tan normales esas galletas, y empezaron a llamarme la infectadora, porque decían que les iba a infectar, y salían corriendo, escapando de mí".
El cáncer que le detectaron en sexto de Primaria le salvó al menos del acoso, le dejaron ya tranquila, pero no así a su hermano pequeño, también con Asperger, con el que, según Claudia, se metían mucho algunos de sus compañeros. En este caso, la cosa fue yendo a más hasta que un día, cuando estaba en segundo de Primaria, le dieron una paliza y su familia decidió cambiarlo de colegio inmediatamente.
Como en el caso de Andrea, las consecuencias del acoso perduran y no desaparecen del todo con el paso del tiempo. "Sufres en la autoestima, en sentirte rara –dice Claudia-, en sentir miedo. Recuerdo que cuando me presenté para una beca de un bachiller internacional volví a casa llorando, porque por primera vez no me había sentido rara".
Una discapacidad "social" invisible
La situación de acoso que sufre este alumnado es "tremenda", a juicio del director técnico de la Confederación Asperger España, José Antonio Peral, porque se trata de un colectivo especialmente vulnerable, que padece un síndrome "invisible", una discapacidad "social" que aún no ha sido reconocida oficialmente como tal, que tiene muchas dificultades para comprender las normas sociales, los códigos de la comunicación, de las relaciones, la ironía, el doble sentido de las palabras, y es objeto frecuentemente de burlas, abusos e incluso agresiones físicas en el ámbito escolar.
"Es un blanco facilísimo para las burlas, las etiquetas, la marginación, porque presentan un comportamiento diferente y al diferente se le ataca mucho. Por su vulnerabilidad, no miran a los ojos, son muy repetitivos con las cosas que dicen, no entienden las bromas. Y así se llega hasta el caso de Barcelona (la agresión sexual a un alumno con espectro autista)", señala el portavoz de la Confederación Asperger.
La mayoría de casos se dan en secundaria, cuando hay una mayor autonomía y menos control del comportamiento fuera del aula
El mayor número de casos, según José Antonio Peral, se da en la etapa de Secundaria, cuando hay una mayor evolución y autonomía y, al mismo tiempo, un menor control sobre el comportamiento del alumnado fuera de la clase, sobre todo en el caso de chavales con unos trastornos que carecen de la vigilancia a la que se somete a otras discapacidades con rasgos más severos. Su incidencia, sin embargo –subraya-, es muy heterogénea y varía de un centro a otro, dependiendo de la implicación del profesorado y de los recursos con los que cuenten para prevenir y afrontar situaciones de acoso. Y los momentos en los que se produce con más frecuencia son la hora del recreo y los ratos de tiempo libre de la jornada escolar, que es cuando, a su entender, deben extremarse las medidas de control.
El estudio de Autismo España revela que el alumnado con TEA participa mucho en las actividades organizadas por el centro escolar, sin embargo el 43% reconoce que en el recreo está solo y únicamente un 14% queda con compañeros fuera del colegio. "La exclusión es otra forma de acoso", recalca la responsable del área de Investigación de Autismo España, Marta Plaza, quien considera esencial que desde el centro se faciliten apoyos para propiciar la interacción y participación social de su alumnado con espectro autista.
Las características de los trastornos autistas influyen fundamentalmente en dos áreas, la comunicación y la interacción social, explica Marta Plaza. Y eso dificulta –añade- sus relaciones con sus compañeros en los centros escolares: "tienen menos amistades, de menos calidad y menos duraderas. Y eso se convierte en un factor de riesgo para ser víctimas de acoso, aunque también influye el contexto en el que se encuentra la persona: si recibe, por ejemplo, el apoyo social que necesita para facilitar su interacción y participación social".
La víctima se va del centro y el acosador se queda
Otro problema con el que se topa este alumnado, y sus familias, es la doble victimización, es decir, las víctimas de un acoso que, al no haberse actuado contra el agresor o solventado la situación de acoso, tienen que abandonar el centro. Es lo que le sucedió al menor de Jerez que fue amordazado y atado a una silla en la clase durante unos veinte minutos por su profesor de música, que ha sido condenado, en primera instancia, a 16 meses de cárcel y a un año de inhabilitación para ejercer como docente por un delito contra la integridad moral. El denunciante, que llegó a tener tres intentos de suicidio, se vio obligado a irse del colegio porque la dirección del centro no expulsó al profesor acusado –solo lo cambió de clase- alegando que habían prescrito los hechos demandados en el reglamento docente de la enseñanza concertada.
Y ese cambio de centro no le sienta nada bien al alumnado con TEA. El director técnico de la Confederación Asperger advierte de que las personas con estos trastornos se sienten más seguras en un ambiente conocido que ya tienen controlado, y cambiar de sitio, de compañeros, de rutinas, les causa aún más angustia. "En vez de actuar contra el acosador, vuelven a ser victimizados –dice-, al tener que abandonar el centro, cuando no tendría que ser así".
Las consecuencias del acoso al que son sometidos estos menores pueden ser graves en todos los casos y demoledoras en algunos, hasta el punto de llegar a episodios de depresiones severas con resultados de lesiones autolíticas e, incluso, tentativas de suicidio, como en el caso del escolar Jerez vejado en clase por un profesor. Marta Plaza señala que el acoso puede originar trastornos emocionales y problemas de salud mental graves, estrés postraumático y hasta ideación suicida. "Las consecuencias son muy duraderas si no se interviene", precisa.
La dificultad estriba, precisamente, en la falta de intervención desde todos los ámbitos para acabar con este tipo de agresiones en el ámbito escolar en general. Según el Informe de Prevención Escolar del Acoso en Centros Educativos del curso pasado, el 45,4% del alumnado afirma que el profesorado no hace nada ante una situación de acoso, el 61,7% contesta que el centro también se desentiende y el 46,8% que los compañeros tampoco hacen nada para erradicarlo.
La responsable del área de Investigación de Autismo España considera que sí existen las herramientas para detectar el acoso en los centros educativos, aunque no están adaptadas a la realidad de las personas con TEA. "Hay que observar más lo que sucede en los recreos, por ejemplo con las personas que están solas todos los días. Y luego hay que trabajar también con los agresores, que muchas veces no son conscientes de lo que están causando. Es importante vigilar y, si hay un indicio, actuar", subraya Marta Plaza.
La Estrategia Española pendiente aún de desarrollo
En 2015 se aprobó la Estrategia Española en Trastornos del Espectro Autista, elaborada por el entonces Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales. En el capítulo que dedica a la educación, se afirma que "existe una alta tasa de fracaso y abandono escolar, así como una gran vulnerabilidad de este colectivo, que le hace especialmente susceptible de ser víctima de situaciones de abuso y acoso escolar". Y como objetivo número 8 de la Estrategia se estableció que hay que "impulsar programas y proyectos de prevención de las situaciones de abuso y acoso", con una especial atención en la Educación Secundaria y la FP, "teniendo en cuenta la vulnerabilidad del alumnado con TEA hacia esta problemática".
La Estrategia, sin embargo, aún no ha sido desarrollada con el plan de acción cuya aprobación solicitó el Senado en junio de 2021. Más recientemente, el pasado 12 de febrero, el grupo popular presentó una proposición no de ley en la Comisión de Educación para instar al Gobierno a que actualice la Estrategia y apruebe el plan que tiene que desarrollarla. En su propuesta, el PP se lamenta de que no haya datos estadísticos oficiales relacionados con el abuso y acoso escolar que sufre el alumnado con discapacidad y por tipo de discapacidad.
La Confederación Autismo España reconoce que se han hecho campañas en centros educativos y otro tipo de iniciativas, pero, a su entender, se puede hacer mucho más, sobre todo en cuanto a información sobre los TEA y las necesidades para atenderlos adecuadamente en los centros escolares, para que sus profesionales cuenten con más formación y conocimiento en este ámbito.
Los efectos en el alumnado con autismo "son más intensos, más graves y más duraderos"
Una de esas iniciativas es la Guía sobre Acoso Escolar y Trastorno del Espectro del Autismo que la Confederación ha elaborado para distribuir en los centros educativos. En la guía se explica lo que es el TEA, sus características, cómo son las situaciones de acoso, cómo se puede prevenirlas, detectarlas y eliminarlas, y de qué manera se puede ayudar a quienes las sufren. En el capítulo sobre las consecuencias del acoso, se destaca que los efectos en el alumnado con autismo "son más intensos, más graves y más duraderos". "Quien ha sido blanco de acoso escolar –se añade- padece consecuencias a corto y a largo plazo. La exclusión social, activa o pasiva, parece producir esos efectos negativos de modo más marcado que en otras formas de maltrato".
El teléfono de denuncias de acoso escolar se presta de forma ininterrumpida durante 24 horas los siete días de la semana, todos los días del año. La llamada es gratuita y, como en el caso del servicio telefónico para denunciar un caso de violencia de género, no aparece en la factura del teléfono para no dejar rastro. Va dirigido al alumnado, a las familias, a docentes, equipos directivos y cualquier persona que tenga conocimiento de un caso de malos tratos o acoso en el ámbito escolar, dentro o fuera del centro educativo.
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