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Belén González, directora del Comisionado para la Salud Mental: "Hay que ir a psicoterapia, pero también al sindicato"

Belén González, directora del Comisionado para la Salud Mental, en una entrevista con 'Público', a 25 de enero de 2024. - Jaime García-Morato
Belén González, directora del Comisionado para la Salud Mental, en una entrevista con 'Público', a 25 de enero de 2024. - Jaime García-Morato.

Belén González acaba de ser nombrada directora del Comisionado para la Salud Mental, una de las áreas prioritarias del Ministerio de Sanidad que lidera Mónica García. Originaria de Yeste, Albacete, como ella misma explica, durante su vida profesional ha compatibilizado la actividad laboral como psiquiatra, habitualmente ocupada por la actividad asistencial en la sanidad pública, con el compromiso por la mejora de las condiciones de atención a las personas con sufrimiento psíquico.

Su línea de trabajo está "comprometida con la defensa de una práctica de calidad y con el respeto a los derechos humanos de los usuarios y usuarias de los servicios de salud mental". A este respecto, ha trabajado como técnica externa del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura y ha formado parte de la junta directiva de la Asociación Madrileña de Salud Mental durante sus años viviendo en la capital.

En su forma de entender la psicología y la psicoterapia, también destaca su compromiso con el feminismo y la perspectiva de género. Ha realizado formación de máster en Estudios Feministas (UCM-InstiFem) y ha orientado su trabajo y desarrollo teórico a la introducción de esta perspectiva en la clínica y la psicopatología. 

Ahora se ha embarcado en esta nueva aventura en el Ministerio, en una legislatura en la que aspira a llevar a cabo "grandes" y "profundos" proyectos. En esta entrevista con Público explica desde qué punto parte el Comisionado y cuáles serán sus futuros retos.

¿Qué expectativas tiene?

Bueno, yo tengo muchos sueños porque creo que la situación de la salud mental actualmente amerita grandes proyectos. Cuánto podamos hacer y cómo de profundos puedan ser estos cambios y estos proyectos estará por ver. Nuestra intención es que lo sean mucho, lo que pasa es que llevamos dos semanas de comisionado ahora mismo y seguimos construyendo ideas. Pero, desde luego, las expectativas son altas.

¿Cuáles son los objetivos del Comisionado?

En el Ministerio de Sanidad ya se estaba trabajando en salud mental antes de que se generara este comisionado, pero se estaba trabajando en una línea que tiene que ver sobre todo con lo asistencial y con la colaboración con las comunidades autónomas. La perspectiva que ofrece el comisionado es que podamos ampliar esa mirada a un trabajo que tiene que ver, no solamente con los asistenciales en salud mental, que ya nos hemos dado cuenta que se quedan muy corto, sino con poder poner la salud mental en todas las políticas.

Esto quiere decir hacer salud mental en colaboración con el Ministerio de Trabajo, con el Ministerio de Justicia, con el Ministerio del Interior, con el Ministerio de Juventud, de Educación, que creo que también están pidiendo que podamos introducir la salud mental desde ahí.

¿Cómo explicaría por qué es necesario que se haya creado este comisionado?

Ahora mismo la situación de salud mental no solamente es una preocupación principal de todos los españoles y españolas, sino que realmente estamos en un momento social de mucha autoexploración también y de darnos cuenta de cómo nos sentimos, y nos sentimos regular. Estamos viendo que que la población en distintas capas, especialmente poblaciones vulnerables o poblaciones vulneradas, están teniendo unas experiencias de salud mental muy malas; unas emociones bastante negativas con respecto a sus vidas, con respecto a los proyectos que tienen.

Creo que que necesitamos vidas buenas que podamos disfrutar y eso no solamente se consigue en una consulta de salud mental o haciendo una muy buena asistencia de salud mental, que por supuesto hace falta, sino poniendo todos los medios y estudiando todos los medios a nuestro alcance para poder cambiar la vida de las personas que están sufriendo y aminorar en todo lo posible ese sufrimiento psíquico.

¿Cree que ha empeorado a lo largo de estos últimos años nuestra salud mental o quizá estamos igual de mal, pero lo reconocemos mejor?

Es posible que ambas cosas, creo que ambas cosas ocurren. Por una parte, progresivamente la vida se está haciendo más difícil, más hostil, más individualista, está siendo más difícil vivir con los demás. Está siendo más difícil llevar a cabo un trabajo, combinarlo con una familia, tener una vivienda, tener una salud que puedas mantener, tener tiempo de ocio... Todo esto es un proyecto casi imposible en la actualidad.

Eso hace que sintamos que no tenemos una buena vida, una vida que queramos vivir, y esto empeora la salud mental y la percepción de la salud mental. Creo que algo que están trayendo las nuevas generaciones también es una mayor capacidad de expresar cómo nos sentimos. Esto con una persona de la generación boomer es muy difícil que te diga que se encuentra mal, incluso aunque se encuentre muy mal. Si embargo, en la generación z son mucho más capaces de decir de una forma más transparente cómo se sienten.

Si ha habido dos generaciones que han roto el tabú de la salud mental han sido los millenial y los z. Sin embargo, vemos cómo la sociedad se refiere a ellos como generación de cristal. ¿Qué le parece esto?

En esta línea de resignificar la generación de cristal como frágiles, creo que es importante poder identificarse con la fragilidad, que es algo que nuestros mayores no solían hacer y que la cultura en la que vivimos ahora no fomenta. Identificarte como frágil hace que puedas estar en relación con los demás y que entiendas que dependes también de los demás.

Este trabajo lo lleva muy adelantado el feminismo y no es casualidad que la generación z haya asumido esta carácter de fragilidad también. Por otra parte, la transparencia. Es cierto que son muy transparentes, muy honestos y se puede aprender muchísimo de ellos. Creo que hay una necesidad de poder escucharles más en su lenguaje, en cómo expresan las cosas, y no tanto de intentar hablar por ellos. Hay mucha preocupación social ahora mismo con respecto a esa generación, pero creo que es clave que podamos establecer un diálogo honesto y no paternalista.

¿Quizá el edadismo puede estar mediando en estos prejuicios?

Sí, esa es una cosa generacional súper habitual. Siempre nos preocupamos, es una preocupación lógica. Nos preocupamos por los jóvenes, por los niños, por cómo se van a desarrollar, en qué mundo se van a desarrollar. Lo que nos cuesta más ver es que el mundo en el que se está desarrollando, el mundo al que vienen, no aparece por generación espontánea, no lo crean ellos, es el mundo que las generaciones anteriores han ido dejando.

Entonces, hay una gran responsabilidad también de hacer una mirada, en lugar de hacia los jóvenes y los adolescentes, hacia el mundo que hemos creado y en el que están viviendo. Es un mundo muy hostil y muy difícil de vivir para ellos. Quizá si ponemos en relación más nuestra experiencia de generaciones mayores con lo que ellos están describiendo que sienten ahora mismo, tengamos una imagen más completa de lo que está pasando en la generación z.

Hace todo el rato referencias al mundo actual, al contexto... Esta autoconsciencia del sufrimiento que también ha comentado, ¿está relacionada con la precariedad vital, laboral y medioambiental que estamos viviendo?

Sí, a ver, es inevitable pensar eso. Hace muy poquito leí un estudio de 2023, que hacía un estudio cualitativo en población joven, y era muy bonito leer cómo entendía la salud mental y cómo la percibían en ellos mismos y qué problemas señalaban que les preocupaban. El principal problema que les preocupaba era la situación económica de los padres. Esto es lo que les estaba preocupando a los jóvenes, y lo identifican muy bien y te lo cuentan.

O sea, lo que no podemos hacer es obviar que los jóvenes están creciendo en un sistema en el que se proyectan y piensan: ¿qué va a ser de mí dentro de siete años? ¿Voy a tener trabajo? ¿Qué tipo de trabajo voy a tener? ¿Acaso va a poder gustarme mi trabajo? Porque lo que veo no es muy halagüeño... ¿Qué situación climática voy a tener en 10 años, si esto está evolucionando como evoluciona?

Y, además, hay una muy importante falta de escucha al señalamiento que nos están haciendo de las carencias que hay en el mundo en el que estamos viviendo. Es verdad que los adultos, precisamente, estamos habitando un mundo de mucha precariedad y de muy poca capacidad de cuidar a otros, con muy poca capacidad de cuidar los espacios sociales, de generar comunidad, y eso dificulta también que podamos responsabilizarnos de algo que difícilmente nos vemos capacitados para cambiar. El lema del feminismo -solo no puedes, con amigas sí- es totalmente así. Lo que pasa es que tenemos que entender que los otros están ahí también, que sufren, y que están sufriendo por lo mismo que tú.

En cambio, tendemos a individualizar en exceso el sufrimiento, el malestar, el dolor. Parece que nos hacemos responsables solo a nivel individual y que no le damos ese sentido contextual. ¿Qué se puede hacer para reformular este enfoque?

Yo creo que que con respecto al individualismo, habría como dos partes: una que tiene que ver con lo material, las condiciones materiales, los trabajos, la falta de tiempo, la aceleración de la vida ponen muy difícil que generemos una comunidad y que generemos una relación con el otro; y, luego, hay un aspecto cultural que tiene que ver con el relato que hacemos.

Si es un relato que está basado en tú solo puedes y, además, cuanto más compitas con los demás, mejor te va a ir y más lejos vas a llegar, que es un mantra del patriarcado; si esa idea es la que está primando, va a ser muy difícil que vayamos más allá a no ser que generemos otro relato. Es verdad que el feminismo en esto lleva ya tarea hecha. Nos da otros relatos y nos da otra perspectivas de cómo podemos vivir nuestras vidas sobre cuidados, sobre dependencia, interdependencia los unos de los otros, sobre cómo relacionarnos con otras generaciones y en horizontal también.

¿Están trabajando ya con el Ministerio de Trabajo o el de Igualdad para poner en marcha alguna propuesta concreta?

Bueno, no hemos empezado, todavía estamos aún en el ámbito de dentro del Ministerio de Sanidad pudiendo explorar todas las potencialidades que hay para establecer vínculos desde ahí. Pero desde luego es un proyecto trabajar con el Ministerio de Trabajo, con el de Justicia, con Educación, también Juventud, están extendidos lazos y vamos empezando a tirar de ellos. Con Juventud y Educación sí que se están empezando a hacer cosas ya.

¿Qué tipo de cosas?

Está en marcha toda la ley integral de protección al menor en la que se van a tener que implicar todos los ministerios. Al final, esta ley va a tener que ser coconstruida por muchos elementos, desde la salud, la educación, la propia juventud, hasta la igualdad.

Antes hablábamos de cómo influye la precariedad. ¿En qué medida es necesario interpelar también a las empresas, a la patronal, para que se impliquen en este proceso, digamos, de cambio, para que mejore la salud mental de sus trabajadores? Estamos viendo cómo muchas de las bajas médicas, últimamente, están teniendo que ver justo con esto.

No sé si es falta de conocimiento o de herramientas, tengo dudas de que sea esto lo que está fallando. Las mejores condiciones de trabajo -y eso ya no entro en lo que tiene que ver con salud mental-: tener más flexibilidad horaria, tener un sueldo digno, no sentir que a cada momento está en riesgo tu trabajo, tener unos horarios predecibles... Todo esto da seguridad y tranquilidad al trabajador.

Cuando los trabajadores están tranquilos, y cuando pueden hacer y desempeñar bien su trabajo, pueden llegar a disfrutar de este trabajo, pueden rendir, a veces, incluso más. Entonces, lo que hay que lograr son buenas condiciones laborales, condiciones compatibles con la vida y que reconozcan al trabajador como la figura clave que está sacando ese trabajo adelante.

Para terminar, ¿qué le diría a una persona que ahora mismo está sufriendo, es consciente de que el día a día le cuesta, pero no se decide a ir a terapia porque, bueno, tiene unos pocos prejuicios, pero también sabe que cuesta dinero y que es una inversión que, aunque a largo plazo le va a venir bien, ahora no sabe si le compensa?  ¿Qué le aconsejaría?

Pues no sabría qué decirte porque nosotros desde psiquiatría, cuando hacemos psicoterapia, no preguntamos tanto qué diagnóstico tienes, sino qué te ha pasado en la vida, qué es lo que te ha ocurrido. Y, dependiendo de eso, porque si esa persona lo que le ocurre es que tiene unas condiciones laborales insoportables, lo que hay que cambiar son esas condiciones laborales. Este falso dilema entre la psicoterapia y el sindicato... Hay que ir a psicoterapia, pero también hay que ir al sindicato, esto no hay que olvidarlo.

Entonces, desde luego, la psicoterapia puede ser un lugar donde poder escucharse uno, donde poder reconocer ciertas cosas, también si das con alguien que colabore en evitar este individualismo; que no te coloque en función de si tienes una depresión o tienes ansiedad, y eso ya es respuesta cerrada. La psicoterapia tiene que ser para poder analizar el contexto social también de la persona y qué es lo que está influyendo para que esa persona esté mal. Esa psicoterapia es la que la que desde luego puede cambiar las cosas.

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