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Este es el cóctel de fuego que agrava y propaga los incendios forestales

Las temperaturas elevadas y las olas de calor son la chispa que sirve para calcinar miles de hectáreas en pocos días. La mala gestión forestal, la falta de recursos para extinción y el abandono rural contribuyen a esta lacra. 

Un bombero trabaja en la extinción del incendio de Puente la Reina, Navarra, generado tras una intensa ola de calor en España en junio de 2022.
Un bombero trabaja en la extinción del incendio de Puente la Reina, Navarra, generado tras una intensa ola de calor en España. Eduardo Sanz / Europa Press

España está en llamas. La ola de calor que sacudió los termómetros durante la semana pasada, la más intensa para el mes de junio de los últimos 20 años, ha dejado graves consecuencias en las montañas del país. Tanto es así, que los bomberos llevan días trabajando sin descanso para estabilizar y extinguir incendios en Euskadi, Catalunya, País Valenciá, Castilla-La Mancha y Castilla y León, región ésta última que tiene en la Sierra de la Culebra (Zamora) el peor siniestro de la última década en España, con más de 25.000 hectáreas calcinadas en tan solo cuatro días. 

Las altas temperaturas registradas en los últimos días han sido la gota que ha colmado el vaso. "Las olas de calor son cada vez más frecuentes y más intensas. No hemos iniciado oficialmente el verano y ya hemos sufrido un episodio histórico. Esto tiene claramente un impacto en el paisaje, que es cada vez más seco y más inflamable. Es importante decir que la crisis climática no explica la los incendios forestales, lo que hace es agravarlos. Es decir, el campo arde ahora con mayor facilidad", explica Mónica Parrilla, ingeniera forestal de Greenpeace. 

Los grandes incendios han crecido un 12% en la última década

Las labores de educación ambiental han llevado a una mayor concienciación sobre los peligros del fuego en el campo y las labores de prevención han avanzando en las últimas décadas, lo que ha dado pie a un cambio importante: el número de incendios se ha reducido un 34% en la última década, según los datos de 2021 ofrecidos por el Fondo Mundial para la Naturaleza en España (WWF, por sus siglas en inglés). El 63% de los siniestros que se registran anualmente quedan en conatos que apenas llegan a calcinar una hectárea. Sin embargo, los grandes focos, aquellos que sobrepasan la barrera de las 500 hectáreas, han crecido un 12% en los últimos diez años, según las estadísticas del Ministerio para la Transición Ecológica. En otras palabras, el fuego es cada vez más virulento y dañino.

Pero el calor extremo y el proceso de desertificación asociado a la crisis climática no es el único ingrediente que contribuye a este hecho. Existen otros factores humanos que alimentan este cóctel de fuego que arrasa año tras año miles y miles de hectáreas en la península ibérica. Uno de ellos es el cambio de los usos de la tierra y las transformaciones económicas y sociales que ha experimentado la España rural en las últimas décadas. El éxodo rural ha contribuido sobremanera al abandono de los bosques, pues menos del 20% de la población vive en pueblos y áreas de campo, a pesar de que estas ocupan el 85% del territorio, según el Ministerio de Agricultura. Todo ello se traduce en un descenso de las actividades económicas que contribuyen a la limpieza y el desbroce de matorrales, como el pastoreo, la agricultura o la extracción de madera para calentar los hogares.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas, el censo agrario se ha reducido un 7% desde 2009, en parte por la crisis demográfica, pero también por la concentración de tierras en modelos latifundistas. En paralelo, las superficies forestales crecen año tras año mientras el ser humano se ve desbordado para gestionar unos recursos naturales que terminan convirtiéndose en combustible seco bajo el sol. Dicho de otro modo, los montes están creciendo anualmente una media de 46 millones de m³ pero sólo se consiguen reaprovechar unos 14 millones de m³, datos de WWF

"Para mitigar la incidencia del cambio climático en materia de incendios habría que fomentar que la gente sacase partido a los recursos que da el monte. El abandono rural es muy culpable de lo que está ocurriendo. En los años 40 y 50 del siglo anterior, gran parte de las tierras se utilizaban y se reaprovechaban evitando que la vegetación creciera y se convirtiera en combustible. Si no eliminas todo ese pasto seco, que es lo que ocurre ahora, y lo juntas con las temperaturas que se registran, lo que tenemos es una bomba de relojería", explica Vicente Rodríguez, portavoz de la Plataforma de Asociaciones y Sindicatos de Bomberos Forestales (PASBF).

"Necesitamos un estatuto propio de bomberos forestales"

A la coyuntura de crisis climática y el abandono de los entornos rurales se suma un elemento determinante que tiene que ver con la gestión de los recursos de prevención y extinción. Rodríguez pone el foco en la "precarización" de los servicios de bomberos forestales y en la falta de profesionalización del sector en buena parte de las comunidades autónomas del Estado. "Necesitamos un estatuto propio de bomberos forestales para atajar la precariedad de los servicios y establecer criterios básicos de prevención acordes a las circunstancias de cada territorio. Es necesario hablar de experiencia y de profesionalización del sector", manifiesta el portavoz sindical, que explica que en algunas comunidades autónomas hay brigadas completas que han sido privatizadas y dónde los componentes se van renovando anualmente contratando personal sin experiencia.

En los problemas de gestión denunciados por los sindicatos aparece el problema de la temporalidad en las contrataciones. La mayoría de los efectivos se concentran en las etapas de verano, mientras que los meses de frío quedan desprovistos, a pesar de que es en estas fases del año cuando se realizan las labores de prevención que permiten rebajar las masas forestales propensas a arder. Buen ejemplo de ello es el incendio de Sierra Culebra (Zamora) que ha calcinado en los últimos días más de 25.000 hectáreas. A pesar de la ola de calor extremo, la Junta de Castilla y León ha mantenido en los primeros días del siniestro el "riesgo medio" de incendios, lo que supone que estaban en activo menos de la mitad de los servicios, lo cual ha dificultado las tareas de extinción y ha obligado a la Unidad Militar de Emergencias (UME) del Ministerio de Defensa a prestar apoyo. 

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