entrevistas imposibles
Entrevista a Gloria Fuertes"Antes de contar las sílabas, los poetas tienen que contar lo que pasa"
'Entrevistas imposibles' es la serie del verano en la que Antía Yáñez conversa con mujeres inmortales.

-Actualizado a
Termino mi serie de entrevistas en España, pero no sé en qué lugar concreto de su geografía. Cuando abro los ojos, solo veo verde. Los árboles son altos como edificios y el sol se cuela entre las hojas. Estoy en el claro de un bosque y, en su centro, una moto amarilla, de otro tiempo.
Con esa vespa hacía yo la Biblioteca Infantil Ambulante. Conducía hasta pueblos apartados como este, en donde no había bibliotecas, con libros como único equipaje. Se los prestaba a los niños y niñas, y también hacía lecturas públicas en sus plazas y parques. Cómo ha cambiado el cuento: antes era eso de lo que carecían, de cuentos, pero ahora no tienen ni pueblo. Solo queda la memoria. Por lo menos este no ha ardido con los incendios de la última semana. "Apagando rescoldos / de incendios que en mí hubo / me da la madrugada. / Al recordar, se encienden, / y no me queman nada. / (Si recuerdas amor con amor nuevo / de amianto es tu coraza). / Si la paras, / la espada no es espada. / Si la apagas, / la llama ya no es llama. / Pero ¿cómo pararla y apagarla? / Recordar es un fuego que me viste, / de bombero de guardia". Así lo dejé escrito en un poema.
La reconozco antes de verla. Su voz grave y rota es inconfundible. Me giro: pelo corto con flequillo, grisáceo; cara angulosa, arrugada de haber vivido; corbata y camisa. En realidad, toda ella es inolvidable. Es Gloria Fuertes.
¿Echa de menos esa época?
¡Ni loca! ¿Tú sabes lo duro que era vivir en aquel tiempo? La posguerra, el franquismo, la pobreza… ¿Te imaginas no poder comer? No hablo solo de alimentos para el cuerpo, sino también para el alma. Si un niño tiene que trabajar en vez de leer libros no puede ser una buena época. Y tutéame, por favor. Estoy muerta, pero sigo siendo solo una mujer, que ya es bastante.
A los tres años ya sabías leer, y a los cinco escribías y dibujabas tus propios cuentos. Publicaste tu primer poema con solo catorce, en 1932, y a los diecisiete ya recitabas tus versos en Radio España de Madrid. ¿A qué se debió esa precocidad?
Al aburrimiento y la escasez. Ahora la juventud cuenta con demasiadas alternativas, no tiene que esforzarse en buscar la diversión. La poesía siempre significó eso para mí: divertimento. En vuestro mundo de ahora, aburrirse es un pecado. Pasamos de una cosa a otra, y otra, y otra, y todas ellas, en realidad, están hechas ya. Cuando veo a un niño o a una niña de menos de seis años con un móvil para que no moleste, me digo: qué mal habría vivido yo en esta época, con lo que me gustaba a mí molestar. Incomodar, importunar, fastidiar: eso es la poesía. O también puedes verla como el pan: el de ahora es congelado, lo metes en el horno y ya sale hecho, ¡pluf! Rapidísimo. Recién recogido del árbol del pan, con su envoltorio de plástico y todo. El de antes necesitaba mezcla, amasado, levedación, horneado. Y las palabras son la masa madre, el resto del proceso se hace en el interior de cada persona. ¿Ves aquel horno de piedra de allí, medio caído? Así están muchos seres humanos ahora por dentro: derrumbados por falta de uso.
Jamás te habría imaginado así de pesimista.
Es que no lo soy: "El pesimista piensa en ayer / el optimista en mañana / el realista en hoy. / El Poeta en ti". Y yo ahora que estoy muerta pienso en nosotras, las personas. Lo que no se utiliza, se atrofia, también vale para nuestro cerebro. Si no pensamos, morimos, aunque nuestros pies sigan caminando por la superficie de la Tierra. Esto no va de comparar épocas, porque todas tienen cosas buenas y malas. Tampoco es cuestión de la nostalgia del tiempo pasado: el pasado solo es anterior, no mejor. Hablaba antes de los niños enchufados en pantallas. ¡Pero si yo misma me popularicé gracias a la televisión! Todas las épocas tienen sus contradicciones, como las personas. Sí creo que de situaciones duras el ser humano es capaz de aprender. Si un animal es criado en cautividad y luego liberado, seguramente se muera porque se ha acostumbrado a que la comida le aparezca en su cuenquito en su jaula, casi como si fuese magia. No sabrá cómo cazar. En la naturaleza tenemos todas las respuestas. Solo deberíamos saber mirarla, sin prejuicios ni soberbia. Y creo que el ser humano debería salir a cazar poemas.
Has hablado de tus apariciones televisivas, trabajo que realizaste a partir de mediados de la década de los 70 en programas infantiles de TVE como Un globo, dos globos, tres globos, La mansión de los Plaff y La cometa blanca. ¿Qué supuso para ti este salto a la gran pantalla?
Es lo que más se recuerda de mí, ¿verdad? "Gloria Fuertes, la poeta de los niños", me llamaban. Pero yo ya había hecho muchas cosas antes de esos programas. Cuando mi madre se murió, tenía yo quince años, tuve que ponerme a trabajar en unos talleres metalúrgicos. Hice hasta de limpiadora. Estuve veinte años compaginando tareas de secretaria con mi faceta literaria porque, como dije, hay que alimentar alma y cuerpo, y sabía perfectamente lo que era pasar hambre de las dos. En Maravillas, una revista infantil en la que fui redactora de 1939 a 1953, en el 40 me daban cinco duros por una historia de risa semanal y era muy feliz porque podía comprar mucha comida. A partir de ese año se estrenaron varias de mis obras de teatro infantil y algunos poemas escenificados en teatros madrileños. También colaboré con otras revistas infantiles como Pelayos, Chicos o Chicas: la revista de los 17 años, y otras para adultos como Postismo, Rumbo, Poesía Española o El Pájaro de Paja. Incluso hice un suplemento infantil para el diario Arriba de la Falange. Porque los niños falangistas eran niños antes que falangistas.
¿Reducirte a la poesía infantil fue un movimiento para considerarte una poeta de segunda?
¿Un movimiento de quién? El único movimiento con el que me relacionaron fue el Postismo, "el ismo que viene tras todos los ismos", tras conocer a Carlos Edmundo de Ory en el año 42. Era un movimiento poético con el que sí, simpaticé, pero en realidad siempre fui autodidacta y poéticamente desescolarizada. También me encuadran en la Generación del 50, y es verdad que comparto época y la denuncia social a través de la poesía, pero es que antes de contar las sílabas, los poetas tienen que contar lo que pasa. ¿Y qué pasaba en aquellos años? El franquismo. "El pueblo es la patria del poema", dejé escrito.
Te lo pregunto porque en general la literatura infantil no está tan bien valorada como la otra, que es literatura a secas. De hecho, en el centenario de tu nacimiento muchas de las antologías se centraron en reivindicar y sacar del olvido tus poemas para gente adulta. ¿Crees que algunos te infravaloraban por dedicarte tanto a los más pequeños?
También escribí "La patria no es una bandera / ni una pistola. / La patria es un niño que nos mira". Los críos, las crías, nos juzgan simplemente con su presencia, son la prueba fehaciente de nuestros aciertos y errores. Minusvalorar lo que nos pone contra el espejo, lo que nos demuestra que nuestros actos tienen consecuencias e influyen en la vida de los demás, es tan sencillo como apartar de un manotazo a la mosca que nos ronda en la nariz. La mosca no se cansa nunca de aletear, nuestra mano sí. Siempre gana la mosca. Y por eso la matamos. Yo no sé si a mí me infravaloraban, pero tampoco me importa: lo que sí me parece preocupante es cuánto menospreciamos a la infancia.
¿Cómo sabías cuándo escribir para un público adulto y cuando para uno infantil?
Dependía de mi estado de ánimo. Para la poesía infantil me imaginaba niña, contenta y graciosa, imaginativa, fantástica. Ideaba un argumento con humor desde el primer verso. Para la adulta imaginaba más reflexión, con un carácter adusto y taciturno. También risa, porque hacer reír y alegrar a la gente es lo más importante, pero más bien una risa amarga. Y para ambas, amor. Mucho amor. Y palabras sencillas, nada de tener que buscar en el diccionario para leerme. Vocabulario llano, como el pueblo.
En los 50 fundas junto a María Dolores de Pablos y Adelaida Las Santas el grupo femenino Versos con faldas, que realiza lecturas y recitales por cafés y bares de Madrid durante dos años, y estrenas tu primera obra de teatro en verso, Prometeo, que recibió el Premio Valle-Inclán. Ya tienes publicados, además, varios libros de poesía infantil, y por fin sale a la calle tu poemario para público adulto Isla Ignorada, escrito cuando tenías diecisiete. También organizas la Biblioteca Infantil Ambulante, fundas con Antonio Gala, Rafael Mir y Julio Mariscal la revista poética Arquero, que diriges hasta 1954, y empiezas tus estudios universitarios de Biblioteconomía e Inglés. ¿Es tu década más prolífica?
[Se ríe] Desde luego que me has estudiado a conciencia, ¿eh? Pero prefiero que te emociones con mis poemas a que me estudies. ¿Qué tengo de interesante? ¿Que escribí cosas que gustaban? ¿Que fui capaz de vivir del cuento? Tiene guasa que me preguntes esto aquí, hoy, conmigo muerta, porque otra cosa que escribí de viva fue: "Nací para poeta o para muerto, / escogí lo difícil / —supervivo de todos los naufragios—, / y sigo con mis versos, / vivita y coleando". Eso sí que es importante, mucho más de lo que lo soy yo: vivir de la palabra, ¡una quimera! Pero aquí sigo, porque aquí siguen mis versos: "Muerte es que no nos miren los que amamos, / muerte es quedarse solo, mudo y quieto / y no poder gritar que sigues vivo". Pero, ¡cuidado! Hoy hay mucha gente que vive del insulto, que también es palabra, es cierto, pero no es lo mismo. La palabra del poema acerca; la del insulto, aleja. No sé si fue la época en la que más cosas hice, lo que sí sé es que hice muchas cosas.
Fue estudiando en la universidad donde conoces a Phyllis Turnbull, tu profesora de inglés, hispanista, y tu gran amor. ¿Por qué nunca reconociste en público tu lesbianismo? Porque de algún novio sí que hablaste, por ejemplo el Manolo que se fue a la guerra de tu Carta de la eme.
¿No ves como ahora lo queréis todo hecho? Ya no se lee entre líneas. "Me nombraron patrona de los amores prohibidos". Si eso no es un reconocimiento... Hablo de amor en casi todos mis poemas porque la vida no merece la pena sin él. Hablo de amores de juventud porque la juventud es impetuosa, impulsiva, y mi amor con Phyllis fue tranquilo, maduro. No hablé de él explícitamente en público cuando lo vivimos porque todavía estábamos en pleno franquismo. Después de morir ella en el 71, ¿qué sentido tenía declarar otra cosa que no fuese amor, amor y amor? Podría escribir El poema de la lesbiana, sí; y lo rimaría con rana, campana o hermana. ¿Y qué? ¿Acaso es un amor distinto? ¿Acaso no es esto parecido a ponerle “apellido” a la literatura infantil, como si fuese menos que la otra? Amé a Phyllis. Amé a Manolo. Amé a otras personas de las que ya ni recuerdo el nombre. Porque todas fueron eso: personas y amores.
En 1960 te marchas tres años a Estados Unidos a impartir clases de literatura española en varias universidades del país gracias a una beca Fullbirght, y a tu vuelta das clases de español para americanos en el Instituto Internacional. En 1972 se te concede una nueva beca de la Fundación Juan March de Literatura Infantil, y empiezas ya a aparecer en los programas de televisión que te otorgan la fama. En 1998 falleces de un cáncer de pulmón. Echando la vista atrás, ¿harías algo de forma diferente?
Hice todo lo que tenía que hacer en su momento, incluso fui vidente y escribí: "Aunque estoy entrenada / y siempre resucito / he decidido no morirme / nunca más". A la vista está que lo he conseguido.

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