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La emoción de viajar sin destino

Prolifera la "experiencia paquetizada", un nuevo modelo de viaje en el que por un módico precio que ronda los 150 euros, el usuario-cliente se desentiende de la organización del viaje y experimenta la "sorpresa" de un rumbo azaroso.

Un panel aeroportuario de llegadas y salidas.- EFE

j. L.

La experiencia viajera no siempre es lo que esperamos. Satisfacer ese anhelo de libertad y descubrimiento que debería entrañar toda escapada, queda muchas veces empañado por una exhaustiva preparación del periplo en cuestión. La previsión va en detrimento de la emoción. Y sin emoción –estarán conmigo– nada, ni siquiera un viaje al otro lado del mundo provisto de pulserita o sherpa, tiene mucho sentido más allá de que podamos nutrir nuestra cuenta de Instagram con bellas estampas de carácter paradisíaco.

El capital no es ajeno a esta vaina. Su capacidad para convertir nuestras necesidades en deseos, y sus deseos en nuestras necesidades, encuentra en los llamados “viajes sin destino” un modo de optimizar su oferta. Se trata, a fin de cuentas, de dar salida a pasajes que, de otro modo, quedarían vacantes. A cambio, el usuario-cliente encuentra billetes y estadías a precios más que interesantes, así como la posibilidad de desentenderse de los siempre farragosos aspectos organizativos, por no hablar de esos intangibles llamados “expectación”, “sorpresa” o “emoción”.

Todo depende de la compañía en cuestión, pero los "paquetes multidestino" van de las escapadas de fin de semana hasta las de 13 días. Los precios varían en función de la temporada y de si se viaja entre semana o en festivo; la horquilla iría entre los 150-200 euros por persona para una estancia que ronda los tres o cuatro días, hasta los 400-600 para una semana completa. Los vuelos son de ida y vuelta con equipaje de mano y los destinos –siempre según la compañía que se elija– puede ronda las 60 ciudades. La mayoría están ubicadas en Europa, pero algunas webs incluyen también opciones en África, como Marrakech o Fez, y en EEUU, como Nueva York o Boston, para las escapadas más largas. Como es posible que ya hayas visitado alguno de los destinos ofertados, estas compañías te ofrecen la posibilidad de eliminar de una a tres ciudades de forma gratuita y algunas más pagando 5 euros por cada destino que se quiera descartar. 

“Soy una persona a la que le gusta planificar con antelación los viajes, en especial me interesa saber qué visitar una vez he elegido el destino, así que me ponía un poco nervioso el no poder saber hasta 48 horas antes a dónde íbamos a ir, porque no iba a tener tiempo de apuntarme los sitios más recomendables”, explica Daniel Merino, viajante previsor y ocasional usuario de Randombox, empresa cuyo lema –el viaje sorpresa desde sólo 150 euros– deja poco margen a la duda.

«Todos vamos muy liados y cada vez tienes menos tiempo para organizar viajes. Queremos evitar que pierdas este espíritu aventurero que te lleva a vivir nuevas aventuras», explican –un tanto reiterativos– en la bio de su web el leitmotiv de la compañía. No hay duda, “estamos liados” (¿será esta la versión milenial del “estamos alienados”?), de modo que la posibilidad de que alguien (en este caso algo: un algoritmo) organice para nosotros la escapada, se antoja, cuando menos, útil.

Pero no es sólo una cuestión de tiempo. Tal y como explica Paul Clavell, responsable de márketing de Flykube, el secreto de este tipo de compañías radica en entender que “vivimos en un mundo predecible, un mundo que nos bombardea de opciones y alternativas, hasta el punto de que nuestra cabeza necesita simplificar, digerir todos esos datos”.

En efecto, la vorágine de ofertas a las que un usuario medio se enfrenta a la hora de planificar unas vacaciones resulta, en ocasiones, abrumadora. “El precio fluctúa constantemente, creemos que el hecho de ofrecer un precio fijo facilita mucho las cosas”, añade Maria Vilà, responsable de marketing de Randombox. En efecto, deglutir ese marasmo de datos que nos rodea es una de las claves de estas empresas. Pero no la única.

“Las nuevas generaciones milenial buscan más la experiencia, les importan más con quién viajan que a dónde lo hacen, su interés es mucho más experiencial y nosotros lo que vendemos es una experiencia paquetizada”, apunta Clavell. Una “experiencia paquetizada”, como lo oyen. Dicho de otro modo; la posibilidad de comprar un cacho de vida y ponerle un lacito. “Compras no tener que planificar nada, no tener que pensar, la vida no se planifica sino que se vive”, matiza Clavell un tanto existencialista.

En cualquier caso, lo cierto es que este tipo de propuestas están proliferando en los últimos meses. Son muchos los usuarios que han encontrado en estas webs la posibilidad de organizar una escapada con los suyos. Es el caso, por ejemplo de Alejandro Villamayor, estudiante de un master en ingeniera de calidad y seguridad alimentaria, que hace unos meses se embarcó en la aventura que nos ocupa: “Nos tocó Toulouse, íbamos un grupo de amigos y lo cierto es que todos nosotros ya habíamos viajado mucho por Europa, nos atrajo la idea de viajar de este modo, creo que es algo generacional el hecho de que muchas veces prime la compañía y la experiencia al simple hecho de viajar por viajar”.

Sea generacional o no, el nicho está ahí y es muy probable que no sea algo pasajero. Es más, lo que en un principio parecía haber nacido en el ámbito exclusivamente aéreo, parece tender a otros ámbitos como la gastronomía: "No se trata únicamente de los viajes sorpresa, la idea es ir un poco más allá y centrarnos en la sorpresa, y esto se puede aplicar también al ámbito de la restauración y a cualquier otro sector", remata Clavell. 

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