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Entrevista Jordi Évole: "La izquierda ha cometido una gran equivocación al tratar a Rajoy de tonto"

El periodista ha convertido 'Salvados' en un faro en la zozobra de la parrilla televisiva. Tras regresar con una entrevista al preso más antiguo de España, este domingo viaja a una Doñana amenazada y el próximo hará temblar el proyecto Castor.

Jordi Évole, director y presentador de 'Salvados'. / REPORTAJE GRÁFICO: CHRISTIAN GONZÁLEZ


Jordi Évole (Cornellà de Llobregat, 1974) es un hombre que pregunta. A través de sus interrogantes y de las respuestas de sus entrevistados, ha tratado de reconstruir a su manera los últimos años de la historia de este país, miserias incluidas. La fórmula ha convertido Salvados en un faro en la zozobra de la parrilla televisiva. A su reclamo, casi nadie ha huido de la quema: Rajoy, Felipe, Aguirre, Florentino, Otegi… Hace cuatro días regresó a las pantallas con Montes Neiro, el preso más antiguo de España, aunque al antaño Follonero le gustaría sentarse a la mesa con la reina y con el papa, todo se andará. Este domingo viaja a una Doñana amenazada y el próximo hará temblar el proyecto Castor.


Su abuelo paterno fue alcalde socialista de Garrovillas de Alconétar (Cáceres) durante la Segunda República. ¿Cree que por las venas de los españoles sigue fluyendo la sangre de sus abuelos o se ha producido una desconexión?


Supongo que habrá de todo, pero no es mi caso. Tuve la suerte de que mi abuelo viviese hasta que cumplí los veintidós años. Mantuve charlas con él, aunque menos de las que hubiese querido, porque cuando vas creciendo surgen muchas preguntas que me hubiera gustado hacerle. Llevo la influencia de mi abuelo en mi mochila personal.


Llegó la guerra civil y tuvo que exiliarse a Barcelona.


Fue un exilio forzoso por motivaciones políticas, porque cuando acabó la guerra él estaba en el bando de los perdedores y en su pueblo nadie le daba bola. Me contó que, cuando era alcalde, en el momento de máxima tensión entre ambos bandos hubo quien quiso quemar el convento de unas monjas y mi abuelo se opuso. Gracias a él, no se llevó a cabo semejante quema...

"La corrupción acaba instalándose en el poder, da igual que sea una república o una monarquía. Pero a un presidente se le elige y a un monarca, no"

Me gustaría haber charlado más con él sobre aquellos años tan convulsos y profundizar en algunas historias de la Segunda República: ¿por qué acabó como acabó?, ¿qué similitudes ve con cosas que están pasando ahora? Por ejemplo, con la situación del Partido Socialista, donde en aquel tiempo también había una facción más moderada y otra más de izquierdas.


Muchos españoles, en cambio, perdieron la memoria de sus abuelos, bien por no preguntar, bien porque apenas obtenían respuestas. Quizás ese manto de silencio se deba, en parte, al sufrimiento que atravesaron muchas familias.


Yo el silencio en mi casa no lo padecí. Siempre se habló de política, de la pasada y de la presente. Hemos sido una familia muy pendiente de la actualidad. Para mi abuelo era sagrada la hora del parte, o sea, del telediario. Hoy le preguntaría más cosas, claro.


Su abuelo escribía.


Han escrito tanto mi abuelo como mi padre. De ahí me viene el gusanillo por todo esto. De mi abuelo hay unos diarios por casa. Mi padre ha publicado en Destino y en varias revistas locales, y lo sigue haciendo.


¿Es cronista oficial de la villa?


Ni mucho menos. De hecho, el título de “oficial” le molestaría bastante. Ahora escribe en la revista La Veu dels Barris, que se publica en Cornellá. Participa de los consejos editoriales y se lo toma muy en serio.


¿A qué se dedicaban?


Mi abuelo fue registrador de la propiedad durante la República y mi padre era representante de muebles. Luego, mi abuelo se convirtió en administrador de unas minas en Catalunya. Primero en Coll de Nargó (Alt Urgell) y luego en Alforja (Baix Camp). O sea, la llegada de mi familia paterna fue a la Catalunya profunda, aunque luego luego se trasladaron al área metropolitana, en concreto a Cornellà.

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Usted también se mantuvo fiel a la República, ¿no?

Sí, claro [risas]. Es un sistema mucho más democrático que una monarquía.

Al rebufo de la crisis e inmersa en casos de corrupción, se cuestiona la monarquía, aunque antes había sido un tema tabú.

Para mí no es ningún tema tabú. No se trata de que los casos de corrupción hayan salpicado a la monarquía, porque también han salpicado a presidentes de repúblicas tan cercanas como Francia. La corrupción acaba instalándose en el poder, da igual que sea una república o una monarquía. Pero a un presidente se le elige y a un monarca, no. Obviamente, es mejor que el pueblo pueda elegir a sus representantes.

¿A qué miembro de la familia real le gustaría entrevistar?

Pues al rey. Bueno, casi que más a la reina…

¿Qué le preguntaría?

A la reina le preguntaría cuántas veces ha soñado con hacer un reportaje sobre todo lo que está viviendo.


¿De pequeño ya era tan preguntón?

Sí, pero sobre todo curioso. El periodismo es una gran coartada para convertirte en un chafardero y que nadie te diga nada. También te permite conocer a gente y meterte en algunos sitios hasta la cocina, una posibilidad que sólo tienen muy pocas personas.

¿Siempre quiso ser periodista?

Sí.

¿Era más de tele? Porque estudió Comunicación Audiovisual.

Me veía más en la radio. Era un fan de Iñaki Gabilondo, pero me di cuenta de que nunca podría llegar a ser como él cuando la gente llamaba a mi casa, cogía el teléfono y me decían: “Niña, dile a tu padre que se ponga”. Como mi voz nunca iba a ser la de Iñaki, tuve que tirar por otros caminos.

Gabilondo se ha convertido en una suerte de conciencia de Occidente, o sea, de España.


De una parte de España [risas]. Gabilondo trasciende. Aquí pasan cosas que a ti te parecen caóticas y, de repente, llega alguien y te las ordena. Él hace eso con nosotros: coge la realidad —que es compleja, desordenada y caótica— y te ofrece un índice. “¡Hostia, era esto, es verdad!”.

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Salvando las distancias, usted…

¡Qué va! Ojalá…

A través de preguntas, construye con las respuestas una historia.

Salvando mucho las distancias, porque estoy en Primero de Gabilondo; todavía tengo toda la carrera por delante y no sé si la acabaré [risas]. Nuestro trabajo consiste en ir a los sitios, intentar ver con los menores prejuicios posibles, no modificar la realidad por culpa de la mochila que llevas, volver de ese sitio al que has ido e intentar ordenar lo que has visto.

"Me gustaría preguntarle a la reina cuántas veces ha soñado con hacer un reportaje sobre todo lo que está viviendo"

Tenemos que esforzarnos en hacerle llegar lo complejo al ciudadano de la manera más sencilla posible, que no significa simple. Hay que despertar el interés del ciudadano normal y corriente por el mundo que lo rodea, ayudarlo a que se lo cuestione y que no se quede con la primera versión de los hechos.

Peligro: montaje.

Totalmente. El montaje, como su propia palabra indica, conlleva una cierta manipulación. No creo en la objetividad, pero sí en la honestidad. Cuando te encuentras con un tema que te ha desmontado alguna de tus creencias, lo que no puedes hacer, a la hora del montaje, es volver a montar tus creencias. Es muy bueno que la realidad nos desmonte un buen titular.


Hay críticos con la edición de sus programas, de modo que algunos entrevistados salen mal parados y usted, indemne.

Un periodista no tiene que salir ni bien ni mal parado. Él tiene que preguntar y el otro, que responder. A veces examinamos más al periodista que al entrevistado, lo cual me parece un error. Es la otra persona la que se somete a su examen.

Usted, cuando pregunta, no da nada por supuesto. Pero de ingenuo tiene poco, ¿no?

Desde luego, te preparas la entrevista y a lo mejor sabes más de lo que aparenta la pregunta, pero muchas veces no. Creo que conservo cierta ingenuidad, lo que no está tan mal. La ingenuidad, por ejemplo, te puede llevar a no estar desconfiando todo el rato de todo el mundo, y eso puede ser un valor.

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

En alguna entrevista le ha faltado pegada. ¿Cree que se le han escapado muchos entrevistados?

Claro, muchísimos.

¿La gente miente muy bien?

Sí, bastante bien. Pero cuando mienten se nota mucho. Tomar por tontos a los ciudadanos es un error que cometen muchos responsables políticos y económicos. Al final, no es una buena táctica.

¿Plantarles el micrófono delante, aunque no contesten, los deja en evidencia?

A veces falta una repregunta, pese a que resulte crudo hacerla: “¿Usted nos está tomando por tontos?”.

Su hijo tiene diez años. ¿Ya sabe lo que quiere ser de mayor?

No, qué va. Aún no lo tiene claro.

¿Cambia tanto la vida?

Mucho, sobre todo a la madre, lo que debería hacernos reflexionar a los padres.

¿Ve la vida de otra forma?

No. Podría decirte que tengo más responsabilidad, pero desgraciadamente siempre he sido demasiado responsable. Si pudiese extirparme algo, me extirparía la responsabilidad. Me gustaría ser mucho más tarambana; sin embargo, me sigo tomando todo muy a pecho. Por lo tanto, no he notado el plus de responsabilidad que te da un hijo, porque ya tenía unos niveles de responsabilidad muy altos.

¿Te gustaría seguir siendo más Follonero que Évole?

No, porque cuando era Follonero también era responsable. Bueno, digamos que me gustaría tener el carácter, al menos en apariencia, de un personaje al que se la suda todo.

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

A usted, como a Obama y a Zapatero, también le han salido canas durante su Gobierno de salvación.

¡Y como a Carlos Menem! Me preocupan las canas concentradas en las sienes y las patillas, como le pasó a Felipe González.

Verdad o leyenda, se comentaba que sus asesores le aconsejaron que se tiñese de blanco las patillas para transmitir aplomo, credibilidad y madurez. Felipe fue presidente con cuarenta años…

No lo sabía, ya lo miraré, pero estéticamente no me atrae mucho. Espero que el blanqueo del pelo sea uniforme...

¿Quema tanto la tele?

En televisión hemos superado lo que en política serían tres legislaturas, lo que me parece una barbaridad. El ciudadano soporta la primera, se caga en ti en la segunda y no te vota en la tercera. 

"Hay que despertar el interés del ciudadano por el mundo que lo rodea y ayudarlo a que se lo cuestione"

A nosotros, y toco madera, no nos han dejado de votar. La tele quema si la exposición es absoluta, pero yo tengo la suerte de hacer parones, lo que evita que el espectador y el equipo se cansen tanto. Aunque terminamos la temporada agotados, la televisión Guadiana nos va bien.

El pasado domingo regresaron con el preso más longevo de España. “Vuelve Salvados”, “Salvados regresa”… Parece una estrategia para captar la atención del público y para que su emisión siga siendo una novedad.


No hay márketing, aunque el otro día me preguntaban: “¿Pero cuántas veces ha vuelto Salvados?”. Hay programas que hacen 45 ediciones al año, mientras que nosotros estamos haciendo veinte. Hemos decidido hacer menos porque creemos que así el programa es más sostenible y duradero en el tiempo.

¿El éxito y la longevidad de Salvados también se deben al cambio y a la variedad de formato?

Bajo el paraguas de Salvados hemos hecho unos diez formatos diferentes, lo que nos ha ayudado a no cansarnos.

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

La agencia Reuters y The New York Times se han hecho eco de su programa. También se han establecido paralelismos entre Salvados y los documentales de Michael Moore. Sin embargo, quizás haya precedentes más próximos, tanto geográfica como culturalmente. Por ejemplo, en Italia ya se hacían espacios que combinan la denuncia con el humor, como Striscia la Notizia.

No había pensado en la influencia italiana. Es un programa muy ecléctico, con muchas influencias y con un equipo que procede de diferentes mundos: el periodismo, el humor, el entretenimiento, el documental… Eso ha creado una cosa rara, que informa, entretiene y a veces profundiza en un tema. No sabemos cómo hemos hecho esta mezcla, pero nunca nos imaginamos que la quisiera ver tanta gente.

Parece que fue necesaria la crisis para que surgieran programas como el suyo.

Es probable. De hecho, uno de los puntos de inflexión del programa fue el 15-M, si bien Salvados ya iba en esa línea y trataba temas que luego cristalizaron en el movimiento de los indignados. 

"No creo en la objetividad, pero sí en la honestidad. Es muy bueno que la realidad te desmonte un buen titular"

En su momento, supimos leer lo que venía, aunque fuese muy ligeramente. Incluso lo tratamos desde el humor, como la pareja desesperada por la crisis que se pone a vivir en la zona azul porque le sale más barato que alquilar un piso [Desequilibrados por la crisis]. Digamos que llegaba el olorcito de lo que estaba por venir.

¿Cree que durante la burbuja el español no quería saber o que los medios preferían no remover las cloacas?

Los medios y los periodistas hemos estado acomodados. La bonanza hacía que la gente sintiese poca atracción por este tipo de temas, pero creo que también se habría escandalizado ante algunos casos de corrupción que luego se han publicado. Durante la época de vacas gordas, hubo una tendencia general a mirar hacia otro lado: “Como a mí me va bien, si el otro está robando, tampoco exageremos, que no es para tanto”.


En todo caso, no podías decirle a nadie que compraba y vendía un piso por más dinero que podría estar participando de la especulación inmobiliaria. Aunque luego, con el pinchazo y los desahucios, cambiase su perspectiva.


Había una frase de Gabilondo que me encantaba: “La letra del himno de España es lo compré por veinte y lo vendí por cuarenta”. Y así fue durante años.

¿Cree que la corrupción es de abajo arriba y de arriba abajo?


En España hay corrupción a todos los niveles. En cambio, para mí no es la misma corrupción la del que pide una factura sin IVA al mecánico que la del político que se está llevando dinero público. Las dos son denunciables, pero me da que a veces hemos perseguido más la pequeña que la gran corrupción.

¿Aquí paga impuestos el asalariado y el funcionario, o sea, quien tiene una nómina?

Por supuesto. Hay un control enorme sobre quien tiene sueldos justos, mientras que no veo que se ejerza ese mismo control sobre las grandes fortunas.

¿Cree que los políticos corruptos llegan a creerse sus mentiras?

Llega un momento en el que creen que no lo están haciendo mal, o sea, que no están delinquiendo. Un fiscal de Valencia decía en el programa Malas Compañías que la corrupción es como el mal aliento: tiene que venir otro a decirte que hueles mal. Algunos piensan que es lo normal. Si le preguntas a Ignacio González si es un corrupto, ¿piensas que te va a decir que sí?

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

¿Habría deriva soberanista sin recesión económica?

Hubiese sido más difícil. La crisis fue uno de los factores —no el único, ni mucho menos— que ayudó a aupar al independentismo. Sin quitar que hay un movimiento de base en Catalunya, minoritario hace veinte años, que ha ido creciendo y se ha convertido en un eje central de la política catalana.

¿Ha sido también una cortina de humo?

Evidentemente, algunos han utilizado el independentismo [en beneficio propio]. Luego, hay quien se lo cree de verdad y otros que se subieron al carro porque les venía muy bien. Por ejemplo, a Artur Mas primero lo abucheaban en la calle por culpa de los recortes y, de golpe y porrazo, lo aplaudían. Con el soberanismo, el expresident se había convertido para muchos en el símbolo de la resistencia del país oprimido que le planta cara al Estado opresor, según su terminología, claro.

¿Le sorprendió que la izquierda soberanista —léase la CUP— antepusiese lo nacional a lo social?

Sí, y fue algo que me decepcionó. El acuerdo que se ha producido en Catalunya es el pacto más antinatura que he conocido, como mínimo, en la península ibérica. Es el agua y el aceite.


¿”Solos viviremos mejor”?

No me creo ese argumento. No tengo un gran arraigo por un territorio. Sí por mis amigos, por mi familia, por el bar donde me tomo el cortado… Pero no tengo un arraigo identitario con una bandera, con una virgen, con un patrón, con una simbología… Todo eso no me llama la atención. Además, me gusta vivir en un Estado tan plural en sus costumbres y en sus maneras de hacer, o sea, en un ente extraño que se llama España.

¿Es difícil ejercer despegado del soberanismo?

Depende de cómo te lo tomes. La corriente que más se ve y se manifiesta en Catalunya es la independentista, y tira hacia ese lado. Pero luego llegan unas elecciones y en votos no gana. Es decir, hay una no presencia del no independentismo en la vida pública catalana que está ahí y que se manifiesta en las urnas. Lo que pasa es que el espacio público ha sido ocupado por el independentismo —y ha tenido la virtud de hacerlo—, pero hay muchos otros espacios no tan públicos donde la gente piensa de otra manera.

"En España hay corrupción arriba y abajo. Todas son denunciables, pero me da que a veces hemos perseguido más la pequeña que la gran corrupción"

Yo no me siento excluido, aunque en Catalunya mis opiniones no le gustan a mucha gente, porque considera que van en contra del procés. Y yo pienso: “Nooo… Es mi opinión, no digo algo para ir en contra del procés”. No obstante, a la mínima que ve una disensión, esa gente tan motivada va a por ella. Es un sector muy activo —en las redes y en alguna prensa—, si bien hay que saber dimensionarlo y no sobrevalorarlo. Hay muchas otras Cataluñas.


En 2014 juntó a Artur Mas y a Felipe González. A usted le habría gustado que frente al entonces president estuviese Rajoy. ¿No cree sin embargo que es más productivo entrevistar a políticos retirados, pues tienen menos que perder y se abren más?


Siempre es mejor un político retirado, porque normalmente tiene más ganas de hablar que uno en el ejercicio del poder. Precisamente, cuando los juntamos, una de las vocaciones era que dialogasen sin estridencias, algo que se ha hecho muy poco con el tema catalán.

Como sucedió con Junqueras…

Cuando nos llevamos a Oriol a Sevilla o cuando vino Cristina Cifuentes a Barcelona, los programas invitaban al diálogo y a no extremar tanto las posiciones. Hemos tensado la cuerda por ambos lados de un modo innecesario, aunque creo que interesa política y mediáticamente.

Porque la calle no está tan crispada...

No, pero tengamos cuidado, porque nosotros podemos crear estados de opinión. Y si tú —en tu radio, en tu tele o en tu periódico— estás todo el día inflamando e incendiando, puede ser que un día la calle se crea esa inflamación. Por suerte, creo que hasta ahora la calle ha sido bastante más inteligente que nosotros.


Y pacífica.

¡Y pacífica!

Personas que lo han perdido todo con las preferentes, a las que le han quitado su piso, que se han quedado sin trabajo y no encuentran otro...

Estaría ardiendo Troya…

Si no fuese por el colchón de las familias y la paga de los abuelos…

Y por la economía sumergida un poquito también... [risas]

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

¿Le ha afectado algún programa o es capaz de mantener la distancia?

Mantengo la frialdad cuando lo estoy haciendo. Aunque me ha pasado, es difícil que me emocione, pero luego me lo llevo… A la vuelta de Astral, todo ese verano y parte del otoño seguí montado en el barco. Quizás la cámara ejerza de protección: yo estoy aquí, tú estás ahí.

En ese documental, un socorrista le da un chicle a un niño recién rescatado. Este lo parte y le devuelve la mitad al socorrista. ¿Todavía hay esperanza?

Viendo esa imagen, desde luego. La única esperanza es que nos eduquemos más en el compartir que en el competir, aunque es muy difícil. Estamos todos los días destacando los rankings: quien sube, quien baja… Eso es un cáncer, ya que no podemos estar continuamente pendiente de las clasificaciones: “El número uno es...”. Por no hablar de la tele y las audiencias.

Algunos padres en un partido de infantiles.

La competición debería ser más sana. No debería sacralizarse el éxito ni convertir en una lacra el fracaso. Todo es mucho más relativo: ni el éxito es tan éxito, ni el fracaso es tan fracaso.

¿A quién le gustaría entrevistar?

Al papa.


¿Cree que es un tío enrollado?

Ahora mismo, es el gran contrapoder simbólico de un mundo que no le gusta a mucha gente, llámese el mundo de Trump o el de Putin. Algunos dicen que es cosmético o que la Iglesia lo utiliza, pero él predica otro discurso, aunque sea una lluvia fina. No he oído a líderes mundiales hablar de los refugiados como lo ha hecho el papa. Fíjate, a quien más se lo he oído es a Angela Merkel…

Algo influirá la palabra de Dios…

Los valores del cristianismo son buenos. Otra cosa es lo que ha montado luego la Iglesia.

¿Jesucristo era comunista?

No lo sé [risas]. Igual su ideología era cercana al comunismo, no tengo ni idea… Pero, desde luego, lo que predicaba eran valores con los que yo comulgaría.

Era más de izquierdas que de derechas, ¿no?

Sí. Un tío que echa a los mercaderes del templo... Hoy eso no lo veo.


Podría sentar al papa con Aznar y así mata dos pájaros de un tiro.

Yo prefiero tener al papa solo [risas].

Cuando entrevistó a Otegi, ¿con quién se encontró?

Esa entrevista tenía un valor informativo innegable, por mucho que se haya criticado que un periodista se sentase con él. Me encontré con una persona sin acabar de aterrizar después de siete años en la cárcel. Creo que hoy estaría diferente en la entrevista.

Rajoy, ¿estadista?

[Silencio] La izquierda ha cometido una gran equivocación con Rajoy tratándolo de tonto. Me parece que es de los políticos menos tontos que hemos tenido, y a la vista está. Hoy hay elecciones y saca más votos a pesar de todo lo que ha pasado. Bueno, con la que está cayendo justo ahora, no sé [risas].

"No tengo un gran arraigo por un territorio. Me gusta vivir en un Estado tan plural en sus costumbres y en sus maneras de hacer"

Tiene esa habilidad —no sé si personal o política— de plantarse ante un problema y parecer que no hace nada, pero algo estará haciendo. Porque, al menos a nivel interno, en el partido ha ido eliminando a todos sus enemigos de una manera inédita en política. Insisto, creo que la izquierda se ha equivocado tratando de iluso, tonto e incapaz a Rajoy.

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

¿Qué ha hecho la izquierda para que la extrema derecha le haya quitado al obrero?

Olvidarse del obrero. Hemos tenido gobernantes supuestamente de izquierdas que se olvidaron de a quiénes representaban. Aquí no tenemos una extrema derecha al uso, y yo me alegro, eh.

¿A quién vota la extrema derecha?

Supongo que, en gran parte, al Partido Popular, pero es que yo lo prefiero. Me parecería un horror tener un Frente Nacional o un Ukip: es mejor tener al PP. ¿Qué ha hecho mal la izquierda cuando vemos que el voto se va al Frente Nacional? Pues olvidarse… Eso también lo hemos visto en España con políticos del PSOE, que han perdido totalmente la conexión con su votante. ¿Para qué vas a votar al PSOE si hace la misma política que el PP en temas económicos?

"Hay que tener cuidado, porque si estás todo el día inflamando desde los medios, puede ser que un día la calle se crea esa inflamación"

El obrero ha visto cómo su vida ha ido a peor mientras que aquel tío al que votó en los ochenta ha acabado en el consejo de administración de una empresa eléctrica o en una caja de ahorros, con un sueldazo del copón. Es muy decepcionante ver que la persona de izquierdas a la que dio su confianza ha multiplicado sus ingresos y se ha olvidado de dónde venía.

¿Le han ofrecido alguna vez ser candidato electoral?

Sí. De Catalunya Sí que es Pot, en las autonómicas de 2016.


No se veía desde el escaño interrumpiendo al orador de turno…

No me veo en el escaño interrumpiendo y sin interrumpir. La oferta duró dos minutos: lo que la persona que me la planteó tardó en enunciarla y lo que yo tardé en decir que no. No me interesa para nada la vida política. Se ha convertido en un horno que quema a la gente. Personas que ves frescas se convierten, de un año para otro, en personas calcinadas...

¿Le ha decepcionado algún partido últimamente?

Venía bastante decepcionado de casa [risas]. Me decepcionan todos los partidos que al final no cumplen lo que dicen. Creo que tenemos muchos malos ejemplos. Lo que más me fastidia es que haya partidos que hayan dilapidado la ilusión de mucha gente.

¿Ha envejecido demasiado pronto la nueva política?

Igual debemos llegar a la conclusión de que no hay más remedio que la nueva política deje de ser nueva al poco tiempo. Sigue habiendo buenas intenciones de hacer las cosas de forma diferente, pero la institucionalización de la política es una apisonadora que te aplasta. Y es muy difícil huir de eso.


Salvados ha viajado a Doñana. Cuando en 1988 llegó el biólogo Miguel Delibes de Castro para dirigir su Estación Biológica, no fue muy bien recibido por los paisanos. ¿Con qué sensación ha vuelto usted? ¿Se muere Doñana? ¿Está enferma?

Me quedo con algo que precisamente nos dijo Delibes: hay que desparquerizar los parques nacionales y parquerizar el resto. Nos hemos obsesionado por conservar esos espacios naturales —cosa que está muy bien—, pero hay que intentar que sus normas trasciendan los parques nacionales. La convivencia entre la naturaleza y lo que, entre comillas, llamamos progreso es muy complicada. Doñana, para mí, ha sido un descubrimiento brutal. Es un paraíso, aunque con su cara B, que es la que veremos en el programa de este domingo.

¿Cree que la gente estaría dispuesta a bajar una marcha para frenar la destrucción de la naturaleza?

Es que si no lo hacemos así, nos vamos a la mierda. O nos damos cuenta de que esto es finito y los recursos son los que son, o destrozaremos todo esto que hemos armado.

En su día, dedicó un programa a Florentino Pérez, presidente del grupo ACS y del Real Madrid. Hubo quien comentó que le había concedido la entrevista a cambio de no emitir un reportaje de investigación sobre Castor (depósito de gas natural situado frente a Castellón y Tarragona, propiedad de ACS, clausurado por el Gobierno en 2013 después de que se produjesen centenares de seísmos supuestamente causados por la inyección de gas). Supongo que la gente es muy mala…

Sólo te diré que el último programa de esta temporada va a tratar sobre Castor.


Claro, claro.

No tiene mucho sentido que Florentino nos dé una entrevista y que nosotros hagamos ahora un programa sobre Castor. De hecho, esa misma pregunta se la hice al mismo Florentino porque también me llegó ese rumor. Como uno no sabe a veces cómo se mueven los hilos, le pregunté: “Oye, ¿tú nos diste una entrevista para que no hablásemos de Castor, porque vamos a hablar de Castor?”. Y me respondió: “¡Qué va, qué va! Os di la entrevista para que hicieseis el programa”. Eso es lo que nos dijo y la prueba es que ahora hacemos el programa.

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Jordi Évole. / FOTO: CHRISTIAN GONZÁLEZ

Salvados ha marcado la agenda periodística: la prensa publica noticias previas y se hace eco del contenido de los programas. ¿Eso es bueno o malo? ¿Quizás deberían concentrar los esfuerzos en sus propias investigaciones?

Nosotros y cualquier otro medio debemos llevar nuestra propia agenda. Tendríamos que reflexionar sobre cuánto nos marcan los otros la agenda. ¿Por qué un redactor debe ir por la mañana a dos ruedas de prensa convocadas por partidos políticos e instituciones donde sabes perfectamente que no va a suceder nada? Estás invirtiendo el tiempo en un corte de voz, pero poco más.

"Yo no me siento excluido, aunque en Cataluña mis opiniones no le gustan a mucha gente, porque considera que van en contra del procés. No es así, simplemente hay otras Cataluñas"

¿Por qué no destinamos ese tiempo a patearnos la calle —o sea, a ir a los barrios a hablar con la gente que lo está pasando mal y sufre problemas de verdad— y no a buscar la declaración y la contradeclaración del político de turno? En los informativos, hasta el minuto quince no hay una noticia que no sea de política. ¿En serio? ¿De verdad que hoy en este país no ha pasado nada más que lo relacionado con ese círculo tan pequeño que es la política?

Cuidado, porque pasado el minuto quince llega el bloque de sucesos…

Puede ser, pero hay un término medio. Los desahucios han desaparecido de los titulares, si bien sigue habiendo desalojos y personas que intentan frenarlos. Me jodería que algunos temas fuesen modas.

¿Le gustaría trabajar sin la presión de las audiencias, como le sucede a Buenafuente?

A todos nos gustaría no depender de las audiencias, pero estoy seguro de que Buenafuente y su equipo también están pendientes de ellas. Desgraciadamente, todos estamos inmersos en la cultura del ranking y los últimos en caer habéis sido vosotros, los periódicos, que de golpe y porrazo estáis midiendo cada clic: lo más leído, lo más comentado, lo más viralizado… ¡Lo más, lo más, lo más!


Usted ve poco la tele. Me imagino que apenas tendrá tiempo para leer.

Pues sí. Veo poco la tele, leo mucho menos de lo que querría… Un desastre [risas].

Cuando tiene algunos días libres, ¿no le entran ganas de desconectar de la actualidad?

Lo hago más ahora que antes. Quizás no sea capaz de desconectar totalmente, pero le dedico menos tiempo. Hace años, te comprabas tres periódicos y estabas media mañana leyendo la prensa, y yo hoy no hago eso. Lo que quiero es desconectar de lo último —entre comillas, de la rabiosa actualidad del día a día—, porque te quita un montón de tiempo. Igual una noticia ocurrida durante la semana te la explica el periódico del domingo resumida y con perspectiva.

La gente habla más que escucha, escribe más que lee, comenta sin leerse la noticia… Con lo bien que le ha ido a usted escuchando…

Y ojalá que algún día no hable nada [risas]. Te lo digo en serio, se puede conseguir. Creo que hay mucha incontinencia en las redes. Resulta más fácil pensar en un tuit gracioso, sarcástico o agresivo que profundizar en aquello con lo que estás siendo agresivo.


¿Ha corrido usted el riesgo del endiosamiento?

Seguro que sí, aunque espero haberlo vencido [risas]. Esas cosas deben verlas los de fuera. Me gusta esa frase que dice: “La televisión no me va a hacer gilipollas porque yo ya era gilipollas antes”. Es importante tener tomas de tierra. Hay que saber relativizar que te conviertan en protagonista o símbolo de algo.

¿Qué lo mantiene con los pies en el suelo?


Mi gente.

¿Su madre lo llama para reprenderlo? “Oye, Jordi, muy mal esa pregunta”.

No, mi madre me llama y me dice: “¿Cuándo vas a venir a comer?”. Igual es más importante ir a ver un rato a tu madre que todo lo demás. Hay que relativizar todo esto. Que te hagan una entrevista te convierte de alguna manera en protagonista, algo de lo que el periodista tiene que huir.

Cazador cazado.

Lo entiendo y me parece bien, pero hay que relativizar los titulares que hablan de ti, el día que eres trending topic, el informativo que abre con algo que has hecho tú el día anterior… Hay que tatuarse la frase: “Nada es para tanto”.


Su abuelo y el padre de Jordi Hurtado son primos hermanos. A usted se le presupone una vida longeva...

Sí, señor. Va a ser difícil superar la carrera de mi primo segundo Jordi Hurtado, pero ahí estamos. En 2018 Salvados cumple diez años, más los que ya llevaba yo de antes…

¿Coinciden en bodas?

Sí, sobre todo cuando éramos pequeños. Y luego hemos coincidido en actos. Nos tenemos aprecio y nos queremos mucho. Y la familia, también. Es una relación de estima personal, porque Jordi es un trozo de pan. Muy buena gente.


¿Cree que, si todo mejora, volveremos a tropezar con la misma piedra?

Por supuesto. Desgraciadamente. Y me sabe mal decirlo… Cuando entrevisté a Pérez Reverte, le comentaba: “Tío, están cambiando las cosas. Mira a la gente en la calle. La nueva política...”. Y él —con ese escepticismo que lo caracteriza— me decía: “No te equivoques. Cuando todo vuelva a ir bien, querremos volver a hacer todo aquello que hicimos y que nos hizo ir mal: volveremos a especular, volveremos a comprar pisos y a querer venderlos por el doble… No te engañes, va a ser así”.

Quiero pensar que algo hemos aprendido, aunque cuando leo que el sector inmobiliario se recupera, que el precio de los alquileres en Barcelona se multiplica, que comprarse un piso en Madrid está imposible… Pues todo eso, la verdad, te vuelve a poner otra vez con los pies en el suelo, porque igual estamos destinados a ser así. Pero bueno, yo creo que poquito a poco, granito a granito, también podemos construir una sociedad mejor.

@solucionsalina

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