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Karmele Marchante: "Estamos viviendo una 'tombolización' del periodismo y la política"

Karmele Marchante
Karmele Marchante. Uxío de Vila

Karmele Marchante (Tortosa, Tarragona, 1946), no pasa desapercibida allí donde esté.  De carácter fuerte, no se muerde la lengua para hablar sobre lo que piensa. Una cualidad que probablemente la llevó a brillar con luz propia en los nuevos formatos de televisión que se pusieron de moda a finales de los años 90 del siglo pasado y en los que Marchante fue durante años una de sus integrantes habituales. Tómbola, que nació en Canal Nou y que de inmediato pasó a emitirse en todas las televisiones regionales, no sólo fue un bombazo de audiencia, sino el programa que lo cambió todo. Desde los formatos televisivos, hasta su propia vida. Marchante, que para entonces contaba con una amplia trayectoria como periodista seria y rigurosa, pasó a ser conocida por el gran público únicamente como una periodista del corazón. "Aquello marcó mi vida para mal. Nunca más pude volver a trabajar en medios escritos o televisivos si no era en programas del corazón, que era lo único que me ofrecían", afirma. 
Feminista radical y convencida desde joven, afirma sentir desasosiego por la división de este movimiento clave y reprocha en esta entrevista que muchos de los temas que separan al movimiento son luchas de poder dentro del feminismo. De estos y otros asuntos nos habla en esta entrevista con motivo la publicación de su libro No me callo (Penguin Random House).

Acaba de publicar un libro que se titula: 'No me callo'¿De qué no se calla? ¿Qué quería contar?

En este libro quería reivindicar mi parte profesional, que quedó apagada durante la corta estancia que estuve en los programas del corazón, que me marcaron muchísimo en negativo. Quería explicar mis orígenes y fundamentalmente, mi trayectoria feminista. Para mí el feminismo es lo más importante de mi vida. 

Por eso, el libro está escrito en lenguaje inclusivo y la editorial no me ha puesto ninguna pega. He escrito algunas palabras usando arrobas, pero lo más importante es que me he roto la cabeza para buscar palabras, que existen en la lengua castellana, que no apoquen a la mitad de la humanidad que somos las mujeres y que no se hable siempre en masculino genérico. Ahí hay que romperse la cabeza, pero se logra.

Su padre quería que usted estudiara Historia para poder dar clases y poder mantenerse en el caso de que un día quedara viuda. Entonces ni siquiera estaba casada. Pero usted finalmente se fue a estudiar periodismo a Pamplona, en la meca del Opus Dei.

Portada del libro de Karmele Marchante 'No me callo' (Penguin Random House). — CEDIDA
Portada del libro de Karmele Marchante 'No me callo' (Penguin Random House). — CEDIDA. CEDIDA

Cuando se muere mi hermanita [falleció de niña por un atropello], mi padre y mi madre se aferran a la fe. Mi casa se convierte en un entorno muy negro y funerario. Y con tal de salir de allí me fui a unas casas que el Opus Dei tenía en Barcelona. Podía haber caído en las casas del Opus como en un entorno budista. Pero caí en el primero. En esos pisos me evadía, me lo pasaba bien, merendaba con amiguitas, cantábamos... Pero lo que realmente querían era cazarme. El Opus le dice a mi madre y mi padre que estaría bien que fuera a la Universidad de Navarra a estudiara Periodismo, porque veían que tenía posibilidades.

Mi padre, con tal de sacarme de la universidad de Barcelona que ya en aquel momento era un epicentro de rojerío y en donde estaba metida y sufría muchísimo, porque él me iba a recoger a la puerta de la universidad en coche militar, chofer militar… y yo salía la última, porque me daba mucha vergüenza que me vieran. Mi padre era un fascista y un hombre severísimo que imponía una disciplina militar.

Así que yo vi el cielo abierto cuando me dicen que me llevan a Pamplona. Aprobé el examen de ingreso, que era muy duro, pero no tardaron más de dos años en echarme. Me metí desde el principio en política, me rebelé contra el Opus, hacía viajes en autoestop con un amigo, etc. Vieron que no podían cazarme para la causa. Así que acabé mis estudios en Barcelona. Pero para cuando eso ocurrió ya me había casado con mi primer marido, un islandés de Islandia. Lo digo así porque la gente cree que es de Finlandia. 

¿Dónde comenzó su carrera profesional?

Mi primer trabajo fue en la agencia EFE. Después en un periódico de Barcelona que ya no existe: el Noticiero Universal. Me inicié en la prensa escrita, que es lo que más me ha gustado siempre. Estuve varios años. También me había metido en el feminismo, en la contracultura y en todos los saraos izquierdistas de una Barcelona en la época de la transición. Al cabo de los años, estando en el Grupo Z, pido un traslado. Había sido reportera volante, entrevistadora, cubierto conflictos bélicos… había hecho de todo y necesitaba un cambio. Pero en lugar de enviarme a algún sitio exótico, como creía, me mandaron a Madrid. Entonces la capital era el hervidero y me fui a escribir a la mítica Interview y al Periódico de Catalunya en la redacción de Madrid.

A los 6 meses de estar en Madrid me llaman para trabajar en el programa Informe Semanal. Una etapa larga y estupenda en donde hice de todo: entrevistas, viajes, reportajes… El director entonces era Ramón Colom, pero había un editor que era el mandamás, misógino, asqueroso que trataba a las mujeres muy mal y a mi en particular, por ser feminista, me hacía la vida imposible. Cuando me ofrecen otro puesto en los informativos diarios de TVE, rompo el contrato de Informe Semanal que era indefinido y me paso a los servicios informativos. Allí paso varios años, en los que también trabajé para programas y en radio nacional.

Ha estado desde joven muy metida en el feminismo. De hecho,  participó en la organización de las primeras Jornadas Feministas que se hicieron en Barcelona tras la muerte de Franco. Y fue cofundadora de algunos medios que fueron bandera en la transición, como 'Ajoblanco'.

Si, estuve involucrada en lo que llamamos la contracultura y la prensa libre, que iba a contracorriente y que en aquel momento rompía las cadenas de la Iglesia, del franquismo y del poder que el franquismo había dejado. Fui cofundadora de la revista Ajoblanco, que en aquel momento era la bandera de la izquierda y la contracultura y pedí llevar la parte de feminismo. 

La experiencia de Ajoblanco y de dirigir Star, que era en aquel momento muy puntera, fue maravillosa porque hacíamos y decíamos cosas que en estos momentos y a día de hoy no se pueden hacer ni decir, ni tan siquiera pensar. Teníamos ganas de libertad, pero además la sentíamos y la vivíamos y también la fabricábamos. Rompimos las cadenas que nos habían impuesto.

Karmele Marchante
Karmele Marchante. Uxío de Vila

Mucha gente la conoce por los programas del corazón en los que participó. En un momento saltó a un programa que se llamó 'Tómbola'. ¿Qué cambió?

Aquello lo cambió todo. Fue el programa pionero de todos los programas del corazón que vinieron después. Allí yo ganaba muchísimo dinero y me hice muy conocida, pero lo pasaba muy mal.

¿Sabía en lo que te estaba metiendo cuando empezó Tómbola?

No. En ese momento yo trabajaba con Teresa Campos en la mesa de actualidad de Tele5. Me llamaron para un programita que se hacía en Valencia al día siguiente y que no sabían explicarme muy bien de que iba. Pero me pagaban muy bien. Y me fui a Valencia. Y en ese primer programa de Tómbola, teniendo como entrevistada a Chabeli Iglesias, la acorralamos a preguntas entre un sujeto que era un maltratador, que no está en este mundo y era una persona muy mala, y yo. Chabeli abandonó el plató. Eso se hizo viral. En ese momento no existía Internet, pero al día siguiente ese rifirrafe nuestro con una chica asustada (luego me di cuenta y lo lamenté), que se iba del plató, fue un boom. A la semana siguiente Telemadrid compra el programa y una semana más tarde lo emiten todas las autonómicas… y se ve en todo el estado español.

¿Cómo fue esa etapa de programas del corazón?

Yo la defino como el gran error de mi vida. Fue un horror. En ese programa en el que todo el mundo creía que me lo pasaba muy bien, en realidad cada noche llegaba al hotel y lloraba. Porque yo era muy inquisitiva con los personajes y no me podían soportar y compañeros míos de la bancada periodística eran personajes salidos del maremagnun del corazón, pero no eran periodistas. Había un rechazo hacia mi. Lo pase mal en todos los aspectos.

Un tiempo más tarde vendría Supervivientes y Sálvame...

Supervivientes fue un reality, el único al que he ido de Tele5. Y fue porque me lo pasé bien. Era en Honduras. No comíamos nada, era duro. No podíamos escribir ni hacer nada. Entonces lo que hacía era pensar y pensar. No me aburrí. Lo que pasa es que llegó un momento en que la debilidad y la pérdida de peso se hizo evidente y me desmayaba. Pedí al director que me sacara porque no podía más. Estuve como 8 semanas.

Yo me quedé muy marcada como periodista del corazón y todo lo que me ofrecían como trabajos cuando me marché dando un portazo de Sálvame, era siempre ligado al corazón. Los desestimé todos. No quise. Yo quería volver a la prensa escrita o hacer televisión que no tuviera nada que ver con el corazón, que ha sido mi fosa, que me había marcado. A todo esto hay que añadir que soy muy de izquierdas, feminista, que no me callo, que no soy dócil ni diplomática… y para los medios es muy difícil tener a una persona como yo. Pero el mayor error de mi vida fue haberme metido en la prensa del corazón y haber continuado. Lo hice porque me pagaban muy bien. Y lo digo, era por dinero. No me avergüenzo.

¿Cómo ve el ecosistema de los medios de comunicación y el periodismo hoy en día?

Lo veo muy influido por la política. Muchos periodistas de la derecha están con prebendas, es decir, pagados. Alimentados en los medios, tanto audiovisuales como escritos, por la parte de la derecha que en este país gobierna la judicatura y cierto tipo de prensa. El periodismo ha dejado de ser periodismo de verdad para convertirse en un apéndice de lo que es la política en nuestro país.

He visto una tombolización el periodismo y de la política. Hay una porción ínfima de periodismo libre en el audiovisual y de periodistas libres. Si los hay, existen, pero desde mi punto de vista es muy poca gente. En televisión y radio, la cultura de programas como Tómbola o Sálvame han triunfado también. Este esquema se ha trasladado a las tertulias políticas también. Se gritan, se insultan, se pelean... Los invitados se ponen en dos filas de bancadas, como cuando se inició Tómbola y siguió Sálvame: en un lado está la prensa de derechas y en toro la de izquierda. Y son personas que saben de todo y no saben de nada. Porque hablan de cualquier cosa todos los días y no informan. La prensa en la que yo trabajé era una prensa crítica e informativa y ahora no veo que se informe y no veo crítica ni por parte de la derecha, ni por parte de la izquierda. Es un periodismo devaluado.

¿Y el feminismo, cómo está?

Ahora el feminismo no sólo está maltrecho y dividido por causas políticas y por la dichosa ley trans. Y ver al feminismo dividido y el 8M con dos manifestaciones distintas para mi es muy doloroso. La solución es que a todas las mujeres a las que yo considero hermanas, porque soy feminista radical, nos uniéramos de nuevo en contra del patriarcado, que es el enemigo común e impidiéramos que los partidos políticos nos manipulen. Lo de la ley trans es una lucha de poder entre el PSOE y Podemos. Al PSOE le han quitado el caramelito del Ministerio de Igualdad que creían que era suyo y en el tema de la ley trans están diciendo unas barbaridades que no tienen precio y es deleznable el efecto que está teniendo esto dentro del feminismo. El problema es que el PSOE quiere de nuevo su parcela de poder para hacer lo que les de la gana. Ocurre los mismo con el tema de la prostitución, donde también hay división. Yo soy abolicionista y escribí un libro sobre la prostitución… y esto también a dividido al feminismo desgraciadamente. Y esto me produce no sólo indignación, sino un profundo dolor.

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