Este artículo se publicó hace 2 años.
Límite 2035: así se encamina Europa a una 'nueva normalidad' de macroincendios
Una investigación de cinco universidades europeas advierte de cómo las alteraciones del clima y del paisaje abocan al sur del continente a un nuevo escenario con el horizonte límite en 2035 ante el que solo cabe la opción de adaptarse.
Zaragoza-Actualizado a
"Podemos esperar que tales temporadas de incendios —como la de este verano—se conviertan en la nueva normalidad en gran parte del continente, lo que podría generar importantes impactos negativos en las economías rurales", advierta la revista Science of the total environement en un artículo publicado por un grupo de investigadores de cinco universidades europeas.
Y el límite temporal no va más allá de 2035, según las conclusiones del programa Copernicus Horizon 2035 de la UE, que marca ese año como el hito en el que, de no actuar, lo que ahora se conoce como "crisis climática" pasaría a ser una "alteración del clima", es decir, la consolidación de unas pautas meteorológicas en las que las olas de calor tempranas y los grandes incendios pasarían a situarse como norma en gran parte del continente, especialmente, aunque no solo ni más, en las del sur.
"Ese estudio indica que las olas de calor tempranas pueden empezar a ser la norma en 2035", explica Marcos Rodrígues, miembro del grupo Geoforest.Iuca del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza y líder de una investigación en la que han participado otras cuatro universidades europeas (la Universitat de Lleida, la UNED, la portuguesa Universidade de Trás-os-Montes e Alto Douro y la francesa Unité de Recherche des Forets Méditerranéennes), además de la asociación Amigos de Monfragüe (Cáceres) y el Centro Integrado de FP de Almázcara (León).
"En Europa suele haber olas de calor, sobre todo desde 2017, pero siempre eran muy locales. Sin embargo, este año la situación ha sido muy homogénea, con muchos eventos extremos, y eso ha comenzado a encender las alarmas", indica el investigador.
El trabajo analiza la temporada de incendios en España, Portugal y el sur de Francia e incluye una comparativa con las dos primeras décadas del siglo XXI que revela cómo las 469.464 hectáreas quemadas hasta el 28 de septiembre prácticamente triplican la media de los 20 años anteriores, en el balance más destructivo desde 1994.
La investigación ha detectado varias pautas en esos tres países tanto en los resultados, con un adelanto temporal que incluyó incendios de más de 500 hectáreas en junio y julio cuando eso no era habitual antes de finales del segundo de esos meses, como en las causas, cuando menos en las aparentes.
Entre estas se encuentran "la irrupción encadenada de varias olas de calor", que coincide en el tiempo con unos valores récord de sequedad del combustible, que llegaron a caer por debajo del 50% en algunas zonas; unas condiciones atmosféricas favorables para el fuego, como la confluencia de humedades relativas inferiores al 30% con temperaturas superiores a los 30 grados y vientos de más de 30 kilómetros por hora, y un desconocido déficit de presión de vapor que potenciaba la suelta de vapor por parte de las plantas en la evapotranspiración, lo que elevaba su inflamabilidad.
Y todo apunta a que esos fenómenos, a los que se añaden las dudas sobre cuál va a ser la respuesta regenerativa de los montes en esas condiciones, se enmarcan en unas tendencias que, como consecuencia del calentamiento global, llevan camino de intensificarse en las próximas décadas.
"Hemos de profundizar en los análisis y hay que insistir en los recordatorios sobre esta situación", anota Rodrígues, que apunta a la necesidad de implementar medidas como adelantar el despliegue de las cuadrillas forestales, que no suele producirse de manera completa antes de que acabe junio prácticamente en ninguna comunidad autónoma, para hacer frente al adelanto de los incendios.
"Anticiparse y preparase"
Sin embargo, esa no es, ni mucho menos, la única acción que se debe adoptar. "Los incendios forman parte del paisaje mediterráneo. Lo que es excepcional es la extensión que alcanzan ahora", explica, al tiempo que se refiere a la paradoja del fuego: "Llevamos tanto tiempo excluyendo el fuego del paisaje que ha acabado por aumentar el combustible. Ahora hay una continuidad del combustible como consecuencia del abandono de superficies, y se ha alterado el régimen natural de los incendios".
Las causas de inicio de los incendios se deben a acciones humanas en el 95% de los casos
Es esa alteración tiene una influencia clave la mano del hombre, las llamadas causas antrópicas, entre las que se incluyen la homogeneización del paisaje por ese abandono, la urbanización y ocupación de áreas cercanas a esos montes en los que aumenta el combustible, el propio origen del calentamiento global y las causas directas de ignición, que "en el 95% de los casos tienen su origen en acciones humanas", señala el geógrafo.
"Si alteramos el paisaje o la ignición alteramos el régimen de los incendios", explica, mientras recuerda que esos factores confluyen con otros como las olas de calor y el déficit hídrico. Y ante esto, añade, "hay solo dos opciones: anticiparse y prepararse. Esto va a seguir sucediendo, pero para mitigarlo hemos de comenzar a actuar ahora".
La mitad lo quemado, en áreas protegidas
El trabajo concluye que prácticamente la mitad de la superficie quemada (47%) formaba parte de zonas protegidas, algo que, según los investigadores, pone de manifiesto la necesidad de acometer la gestión preventiva del combustible también en esos espacios protegidos para evitar esa "propagación sin interrupción", así como de recoger ese objetivo de manera explícita en la legislación europea.
"Hay que mantener el paisaje como si no interviniéramos"
Ese tipo de labores en el arbolado se desecha a menudo en las áreas protegidas por considerarlo negativo para la biodiversidad, aunque eso sitúa a los gestores forestales ante la paradoja de favorecer unos fuegos que acaban dañándola.
A eso se le suma la pérdida del "mantenimiento indirecto" que suponía para el bosque labores como la ganadería y como el aprovechamiento del monte para producir leña, algo que "está potenciando el abandono y la existencia de un combustible homogéneo" que se convierte en uno de los principales factores de riesgo para que puedan producirse macroincendios. "Hay que mantener el paisaje como estaría si no interviniéramos", señala Rodrígues.
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