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La madre del 15-M

Noelia Moreno fue portavoz de la acampada en Sol, donde se gestó la revolución y una niña llamada Vega. Está soltera, lleva dos años en paro y aceptaría cualquier trabajo

Noelia Moreno y su hija, Vega.

HENRIQUE MARIÑO

No extraña que Vega sea un sol, pues fue concebida por obra y gracia del 15-M. El fruto, como dice su madre, de la emoción que destilaba una revolución contenida, jubilosa, incruenta. Noelia Moreno alojó en su vientre una semilla rebelde que ahora medra alrededor de su pierna. "Está siempre enganchada a mí, es tan dependiente como revoltosa". La enredadera sonríe como un brote verde. Encarna el futuro, la esperanza. ¿Pero cómo es Vega? "Una niña muy inquieta". Como la madre, claro. "Será por eso, será por eso", se carcajea. Son las cuatro de la tarde y en el bar no hay nadie.

"Es imposible no hablar de la crisis y menos en un pueblo como Parla". De eso mismo charlaba hace un minuto con David, el camarero, que se ha comido la subida del IVA para evitar que repercutiese en el bolsillo de los clientes. Ni con ésas. "Aquí la gente tiene un bajo poder adquisitivo", explica esta descendiente de extremeños y andaluces, que como tantos otros se fueron viniendo para acá al reclamo de una vivienda barata.

Parla, más que un pueblo, es una ciudad dormitorio de 125.000 habitantes ubicada a 25 minutos en tren de la capital. Cuna política del líder socialista Tomás Gómez, simboliza la férrea y resistente hebilla del antaño cinturón rojo del sur de Madrid. Un oasis donde sigue gobernando el PSOE, pues en las pasadas municipales Alcorcón, Leganés, Getafe y Pinto cayeron en manos del PP, que ya contaba con Móstoles. La barra, sin embargo, no suelta nada bueno del alcalde. Está escamada. Y, lo peor de todo, vacía. "Parla siempre ha sido muy obrera, de ahí que su porcentaje de paro sea altísimo", explica Noelia, cuyo Ayuntamiento adeudaba hace un año 228 millones de euros a proveedores y registraba una tasa de desempleo del 26%, casi diez puntos por encima de la media regional. Aquí, la mano de obra anda de brazos caídos. Ojalá que ella fuese la excepción que confirma la regla, pero no. 

Soltera, parada y madre. Así desde hace tiempo. Bueno, antes Vega no estaba. Y tenía pareja. Aunque sin curro lleva —frunce el ceño y echa la cuenta— dos años ya. "Mi último trabajo fue en un documental, pero he hecho de todo". No se le caen los anillos: cajera, recepcionista, dependienta... "Desde envolver regalos en unos grandes almacenes hasta ofertar warrants". ¿Cómo? "Consistía en venderle la moto a pequeños empresarios para que invirtieran su dinero en un producto bursátil", confiesa Noelia, a quien cuesta imaginar lidiando con semejantes tejemanejes. "Me prometían ingresos altos, pero era un trabajo muy agresivo en el que duré poco. Sentía que estaba engañando a la gente".

Había estudiado Comunicación Audiovisual y, tras la última producción en la que tomó parte, se quedó sin empleo. "La cosa andaba muy jodida". Entonces, vivía en Pamplona y no se imaginaba que, en cuestión de horas, iba a pasar a ser pasto de los focos. "Cuando vi en la televisión que habían desalojado a unos manifestantes que intentaban pasar la noche en la Puerta del Sol al término de una protesta, le dije a mi pareja: Tenemos que implicarnos. Esto va a estallar y debemos estar allí. Hay que formar parte de esta historia". El resto ya la conocen ustedes. Algunos incluso habrán contribuido a tejer el relato o tal vez dejaron una nota a pie de página en la estimulante crónica de la eclosión del 15-M.

Aquella primavera de 2011 fueron días de encuentros. La familia periodística volvió a verse años después en el kilómetro cero, como cuando la parentela se arremolina en las bodas de oro de los abuelos. Los fotógrafos dormían en castillos de cartón, los plumillas compartían carpas con los acampados y los cineastas cargaban sus cámaras desde el kilómetro cero hasta las terrazas que lo circundan. Allí estaba Adriano Morán, un documentalista que captó su mensaje e intuyó un no sé qué. Al cabo de unos meses, mientras montaba La Plaza (que versa sobre la gestación del movimiento), volvió a quedar con Noelia, que se encontraba a punto de dar a luz. 

Nada más poner un pie en Sol, preguntó a los acampados qué podía hacer y terminó ejerciendo de portavoz. Cazadora cazada: "La prensa es muy puñetera, siempre haciéndote una pregunta trampa". Dio el salto de los adoquines a los platós, donde aguantó estoicamente el chaparrón de improperios de algún tertuliano pasado de vueltas. "Éramos portavoces sin intención de ser líderes de nada", rememora frente a la única bebida de un bar despejado, trasunto del parón en el consumo. "Mi sueño es tener un trabajo y recuperar la independencia económica, porque he vuelto a depender de mis padres".

Ésta es la España que antes elucubraba con viajar al extranjero, con dejar la rutina laboral para dedicarse a rodar películas, con sacudirse las estrecheces del apartamento y mudarse a un piso en condiciones. "Trabajo de lo que sea, me trae sin cuidado siempre que salga algo, porque no voy a rechazar un puesto por no considerarlo digno de mi formación", reconoce Noelia con franqueza. Nada es sencillo. Tampoco lo fue ejercer de portavoz de una masa informe, heterodoxa y con tantos cerebros como una hidra. "Me resultó más difícil dar la cara que entrevistar a alguien, porque representabas a un colectivo variado, unido por una protesta común, pero con distintas opiniones. La situación era muy delicada, máxime si tenemos en cuenta que las elecciones estaban a la vuelta de la esquina".

El 22 de mayo de 2011, Izquierda Unida gana un concejal respecto a las anteriores municipales. Pasa de cinco a seis, uno más que UPyD, que debuta en la corporación madrileña. También se celebran los comicios autonómicos: arrasa el PP, se estrena el partido de Rosa Díez e IU sólo consigue dos parlamentarios extras. "Más que un vuelco, esperaba una ruptura. No deseaba una alternancia en el poder sino transmitir un mensaje claro: no estamos de acuerdo y apostamos por partidos minoritarios con ganas de exponer sus ideas, aunque no dispongan de minutos en los medios para poder hacerlo".

- O sea, que votó a Izquierda Anticapitalista.

- No, qué va [y se ríe]. No voté porque me había empadronado en Pamplona y estaba demasiado ocupada en Sol.

- Que no conste en acta como pregunta trampa.

- Mira, no estoy a favor de la abstención ni del voto en blanco. Creo que tenemos que votar, pero no a los de siempre. La papeleta debe servir para mandar un recado: no queremos al PP ni al PSOE y, en muchos casos, tampoco a IU. El 15-M no era un movimiento de izquierdas. Yo conocí a muchos votantes del PP que se manifestaron simplemente porque estaban en contra de lo que estaba ocurriendo.

- ¿Qué ha cambiado desde entonces?

- Todo y nada. Mi vida personal sí lo ha hecho radicalmente: residía en otra ciudad, contaba con una vivienda y tenía pareja. Ahora estoy separada, tengo una hija y volví a casa de mis padres. Lo único que no ha variado es que sigo sin trabajo. Mi situación económica no es precaria, sino lo siguiente.

- ¿Y la sociedad española?

- Para mí fue una experiencia maravillosa, aunque no me ha valido de nada. Supuso un aprendizaje y me enriqueció conocer a gente afín, aun con ideas políticas opuestas. Personas con ganas de cambiar la mierda de mundo en el que vivimos.

- Esperaba más, entonces.

- Que sirviese de algo, pero sólo ha valido para despertar unas pocas conciencias. Los que estábamos allí ya la teníamos despierta, sólo estábamos esperando que pasara aquello para unirnos. Yo lo intenté y, de hecho, lo dejé todo por estar allí. Mi pareja tuvo que marcharse porque tenía que trabajar en su empresa y me quedé sola.

La acampada se levantó el 12 de junio y Noelia se desvinculó del movimiento. "Tuve un embarazo regulero y lo fui dejando, aunque hoy mantengo relaciones personales con algunos activistas". Su voz calma vence a duras penas al estruendo del televisor, que azula sutilmente su tez blanca. En la pantalla comparece Ada Colau, "un ejemplo de integridad y de compromiso con los demás", pues lucha por evitar los desahucios aunque no sea una víctima de las hipotecas, reflexiona. "Me solidarizo con ella, porque mira que la están puteando... Pero ahí sigue, la tía".

- Por cierto, después de lo vivido, ¿ha valido la pena traer a Vega a este mundo?

- Sí, porque gracias al 15-M volví a confiar en las personas. Pensaba que no íbamos a ser capaces de una cosa así. Cuando anochecía, tras veinte horas trabajando, me metía en el saco y no podía evitar echarme a llorar.

- ¿Y qué mundo le espera?

- Uno muy difícil, pero aguardo que sea una luchadora y salga adelante. Quiero ser un buen ejemplo para ella, que no me vea nunca repantingada en un sofá mientras siga habiendo problemas en la calle. Y que aprenda que hay que luchar por lo que uno cree. No sólo por lo que estimas justo para ti misma sino también para la sociedad.

La justicia se trasluce en las balanzas de sus ojos, que ahora apuntan al telediario, donde procesiona la santa compaña del desempleo. A sus 31 años, echa una mano en la tienda de su hermana, pero sin cobrar, pues el negocio no da. Ropa del hogar y esas cosas, una tradición heredada de sus padres, que se vinieron con dos críos a Parla en busca de una vida mejor. Luego nació ella, Noelia, que ha alumbrado a una hija como un sol que tiene nombre de estrella. Vega, de la constelación de Lira, la que tanto brilla.

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