Este artículo se publicó hace 2 años.
"Quedarnos con el marco clásico de seguridad no dará salida a los retos actuales"
Tres coautores de un reciente informe del Institut Català Internacional per la Pau ponen el foco en diversas teorías críticas de seguridad que contribuyen a ampliar su concepto.
Barcelona-
Desde hace décadas, el concepto de seguridad ha ido ampliándose, fundamentalmente gracias a la aparición de nuevas teorías que cuestionan su enfoque tradicional. En un momento de clave a global con la consolidación de los impactos de la emergencia climática, una creciente crisis energética, una nueva carrera armamentística acelerada a raíz del conflicto en Ucrania y, más en nuestro país, un debate cada vez más amplio en torno al modelo de orden público, el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) acaba de publicar el informe Un marco alternativo para la seguridad, que justamente pone el foco en varias de estas teorías críticas y busca sus elementos comunes. Hablamos con Olga Batallé, Teddy Baker y Francesc Teodoro, los tres coautores del trabajo.
De entrada, la teoría clásica –o realista– de la seguridad incluye elementos como "la definición de la supervivencia como objetivo primordial de la seguridad; la superioridad del poder y la fuerza materiales para neutralizar inseguridades y eliminar amenazas; la consideración del Estado como proveedor y objeto de seguridad, y la identificación de elementos externos al Estado como amenazas a su estabilidad', según recoge el documento.
En cambio, los teóricos alternativos plantean que "esta conceptualización restrictiva de la seguridad da lugar a intentos tímidos o ineficientes a la hora de proporcionar seguridad. Incluso genera inseguridades tanto entre los ciudadanos y los grupos sociales marginados como también en el medio ambiente". Dicho con otras palabras, se pasa de un modelo que se centra en la protección de un estado en reconocer nuevos elementos de inseguridad, como "pueden ser el machismo o la emergencia climática", comenta Olga Batallé.
"Los propios actores que teóricamente deberían proveer seguridad son foco de inseguridad o de riesgo"
En la práctica, algunos de los elementos del enfoque clásico que generan problemas según las nuevas teorías son el control fronterizo y la gestión migratoria, los efectos secundarios negativos de la vigilancia del Estado en aras de la seguridad o la huella de carbono y las emisiones de combustible en la cadena de suministro militar.
Por último, estas teorías alternativas –entre las que encontramos las de emancipación, feministas, verdes, de seguridad humana, postcoloniales y postestructuralistas o de securitización– concluyen que "la seguridad no es objetiva, sino compartida por diferentes agentes y procesos y se manifiesta bajo circunstancias cambiantes y no la abastece solo la policía o el ejército".
De hecho, Francesc Teodoro destaca que "hay un amplio consenso" por parte de estas teorías "a la hora de apuntar que los propios actores que teóricamente deberían proveer seguridad son foco de inseguridad o de riesgo", como podría ser la policía o las intervenciones militares internacionales.
"Quedarnos con el marco conceptual clásico de la seguridad no conseguirá dar salida ni hacer políticas públicas que estén a la altura de los retos actuales", apunta Olga Batallé, quien añade que "los esfuerzos de las teorías alternativas tienen que ir a intentar poner el énfasis en su importancia para abordar estos retos". La investigadora recalca que "desde nuestro punto de vista son muchas las ventajas que tienen las teorías alternativas hacia la teoría tradicional", ya que permiten afrontar la seguridad "como un tema holístico y complejo".
Estos enfoques alternativos tienen en común tener claro que la "provisión de seguridad va más allá de un enfoque restringido en la seguridad militar"
Entre otras cuestiones, estos enfoques alternativos tienen en común tener claro que la "provisión de seguridad va más allá de un enfoque restringido en la seguridad militar para introducir aspectos más generales como la seguridad alimentaria, hídrica y sanitaria" y también hablan de seguridad sostenible, que "implica reconocer y mitigar a los causantes de la inseguridad global, como la exclusión social, el cambio climático y la militarización".
Reticencia al cambio
Ahora bien, más allá de la aparición de estas teorías críticas, ¿realmente existe un cuestionamiento cada vez mayor del modelo clásico de seguridad? Francesc Teodoro observa una "doble tendencia", porque por un lado ve "unos sectores sociales muy movilizados que son muy críticos con determinados comportamientos de lo que entendemos como modelos de seguridad", pero al mismo tiempo también percibe "una cierta consolidación" de los modelos dominantes, fundamentalmente por la aceptación acrítica de una parte importante de la población.
"Si no cambiamos el fondo, es decir, las estructuras, no solo las de los cuerpos de seguridad sino también las políticas, los cambios serán muy cosméticos
En este sentido, el coautor del informe considera que existe una "reticencia al cambio" del concepto y el modelo clásicos, "porque hay determinadas cuestiones que tocan un poco el privilegio y el origen de lo que entendemos la institución de la seguridad".
Añade, sin embargo, que no es tanto una resistencia del poder a "perder poder", sino "una consecuencia lógica de una cierta concepción de la seguridad. Por ejemplo, si considero que el actor principal de la seguridad es el Estado y, por tanto, las fronteras juegan un papel muy importante, es normal y lógico que la consecuencia sea que la migración puede ser un problema para el modelo de seguridad".
Al mismo tiempo, Teodoro ve un "intento explícito" de "muchas de estas organizaciones, sean nacionales o internacionales, para adoptar reformas en la seguridad que de alguna forma la hagan más participativa, más democrática y más propensa a la rendición de cuentas". Sin embargo, para Teddy Baker "si no cambiamos el fondo, es decir, las estructuras, no solo las de los cuerpos de seguridad sino también las políticas, los cambios serán muy cosméticos".
El peso de las narrativas
La guerra en Ucrania, desatada por la invasión rusa del país, ha provocado una ola de anuncios de incremento del gasto militar en numerosos estados occidentales y ha permitido a la OTAN recuperar parte de su legitimidad a ojos de una parte, significativa, de la opinión pública. Sin embargo, la nueva carrera armamentística es obviamente criticada por los sectores pacifistas y antimilitaristas, que consideran que no contribuirá precisamente a mejorar la seguridad global.
Baker hace hincapié en preguntarse cómo puede ser que países como Finlandia y Suecia hayan cambiado de parecer y hayan querido ingresar en la OTAN, una decisión avalada mayoritariamente por sus ciudadanías. "¿Por qué la mayoría de la gente quiere formar parte de ella ahora? ¿Es así por qué no se han presentado alternativas?".
A su vez, Teodoro pone el acento en la importancia de "las narrativas", ya que "determinados discursos justifican y hacen posible que acciones que antes parecía que no eran posibles ahora se puedan llevar a cabo", con el ejemplo del ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN. Asimismo, también apunta que actores como los Estados "pueden creer que es compatible que la Unión Europea aumente su gasto en defensa y al mismo tiempo buscar la forma de reducir las emisiones del sector de defensa o convertirlo en algo verde".
El cambio como encrucijada
Uno de los factores clave a la hora de definir la seguridad en el escenario actual, siempre que se vaya más allá de la concepción clásica, es el cambio climático, que genera nuevas amenazas y vulnerabilidades a nivel global que afectan a todo el mundo.
Al respecto, Baker admite que se muestra optimista, pero cree que puede servir como revulsivo para llegar a amplios acuerdos que vayan más allá. "Es evidente que tenemos que hacer algo ya, es imposible no hacer nada y creo que podemos utilizarlo como un estímulo. Tenemos que ver que vamos mal y puede servir como una base para avanzar en otros temas de cooperación, porque al final es un problema global y si no trabajamos juntos, no podremos hacer nada".
Para Teodoro, "el cambio climático precisamente pone sobre la mesa la posibilidad de reformular cómo entendemos la seguridad", ya que "puede ser una encrucijada que termina en una mayor competencia y, por tanto, en una mayor confrontación, o nos puede llevar a una mayor cooperación, porque en cierto modo es un tema que nos afecta a todos".
En este sentido, añade que para afrontarlo de forma diferente una cuestión clave es "extender quién es el actor de la seguridad y que pase de un estado a los individuos e incluso a la tierra y a los seres vivos". La clave, sin embargo, pasa por que las teorías alternativas puedan desarrollar propuestas concretas que realmente se materialicen.
Fiscalizar el control de la fuerza
Aterrizando el debate sobre la seguridad en nuestro país, Batallé no se sorprende de las "reticencias a los cambios" de determinados actores de los Mossos d'Esquadra, que se han mostrado críticos con la comisión de estudio sobre el modelo policial que ahora mismo está en marcha en el Parlament de Catalunya.
Para ella, es primordial "trabajar para que quede claro para toda la población, no solo para las personas que ya estamos convencidas, que avanzar hacia una democratización y una fiscalización del control de la fuerza siempre nos acabará beneficiando a todos". "Es una herramienta democrática y lo que hace es que pueda haber una trazabilidad real de lo que se está haciendo por parte de quien ostenta la fuerza. Es muy importante por parte de funcionarios públicos que haya una rendición del ejercicio que realizan", concluye.
Teodoro lo remata destacando que la simple existencia de una comisión de este tipo "refleja un cambio a mejor", puesto que es una forma de mostrar que "los parlamentos y las comisiones son mecanismos de supervisión de los actores de la seguridad y, por tanto, son también proveedores de seguridad".
Por último, subraya que el hecho de que se hagan cursos a cuerpos de seguridad con la participación de entidades como el ICIP demuestra que "al menos hay una parte de la policía que está abierta al cambio". Y es que más allá de los grandes titulares y la sensación aparente de que el modelo de seguridad es intocable, muchas cosas se están moviendo, con la voluntad de poner a las personas y el medio ambiente en el centro y apostar por sistemas en los que la fuerza física –o militar– no sea la base.
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