Otras voces, conexión telúrica
Verde Prato, Queralt Lahoz, NOIA y Fillas de Cassandra entregan, desde la periferia, cuatro de los trabajos más personales e interesantes del pop contemporáneo en el Estado español.
David Saavedra
Sevilla-Actualizado a
Nadie duda de que la conexión entre los sonidos de la tradición local y la contemporaneidad global es el principal motor de la música más interesante que está surgiendo del Estado español.
La de Rosalía sigue siendo referencia ineludible en ese concepto de Raíces y cables que tan lúcidamente acuñó el periodista musical –y programador del festival Periferias de Huesca- Luis Lles.
Las ramificaciones de esta tendencia se extienden por todo nuestro territorio, que en los últimos años ha visto brotar a Maria Arnal I Marcel Bagés en Catalunya, Rodrigo Cuevas en Asturias, Tanxugueiras, Ortiga y Boyanka Kostova en Galicia, Ruiseñora entre Extremadura, Canarias y Madrid
También a Le Parody entre Andalucía y Madrid, Califato ¾, María José Llergo, Rocío Márquez y Bronquio o Mariola Membrives en Andalucía, Joana Gomila y Laia Vallés en Baleares, Karmento y Vicente Navarro en Castilla-La Mancha...
A medida que los balcones de muchas capitales se teñían de banderas rojigualdas para intentar imponer una visión monolítica y falseada de la realidad nacional, las artes han fluido hacia una cosmovisión que parte de nuestra riqueza multicultural para mirar a un futuro sin fronteras artísticas, estilísticas ni lingüísticas.
En el presente reportaje vamos a destacar a cuatro artistas en las que percibimos sugestivos rasgos comunes.
Tanto Fillas de Cassandra, como NOIA, Queralt Lahoz y Verde Prato provienen de las periferias y poseen una visión artística muy seria y trabajada que se impone al puro esgrimir de ese baile de cifras de likes y escuchas que se ha convertido en hegemónico como carta de presentación en la música popular.
Esa visión, además, está ejercida desde una feminidad consciente y desde un anclaje en lo ancestral y lo telúrico que no se riñe con el eclecticismo y con el ansia de experimentación con los sonidos contemporáneos a los que se accede a través de la Red. Por riguroso orden alfabético, os presentamos a cada una de ellas.
Fillas de Cassandra, la mitología clásica explica el presente
Sara Faro (2001) y María Pérez, también conocida como MaríaSOA (1996) provienen del mundo del teatro, de la música clásica y el activismo social. Cuando se conocieron, en un evento de la asociación Feminismo Unitario en Vigo, eclosionaron en un sentir común que se tradujo rápidamente en la creación de Fillas de Cassandra.
Extrajeron su nombre del mito griego de Casandra: una sacerdotisa que era amada por Apolo, ella no le correspondió y el dios la castigó otorgándole el don de la profecía pero impidiendo que nadie la creyese jamás.
Más allá de eso, tomaron la mitología como punto de partida y leitmotiv. Su primer álbum, Acrópole (2023), es un trabajo conceptual que dedica cada canción a un mito femenino (Lisístrata, Antígona, Pandora, Dafne...) y lo lleva a la realidad contemporánea relacionándolo, al mismo tiempo, a la tradición oral y folclórica gallega.
En su sonido confluyen las voces y percusiones de las pandereteiras, la copla tradicional, el piano clásico, los sintetizadores y los ritmos electrónicos (aportados, estos, en la producción, por su cómplice Berto, otro de los grandes renovadores del pop gallego).
Hay desde reconstrucciones de muiñeiras, como As moiras -que cuenta con la gaita de Xiana Teixeira- hasta incursiones en el R&B moderno, el spoken word y, según han apuntado en alguna entrevista, una perspectiva futura en la que esperan entrar en el dancehall jamaicano y otros estilos que no han tocado todavía.
Todo esto lo completan con una puesta en escena muy dramatúrgica, muy cuidada visualmente, y unos directos muy aplaudidos que afianzan su discurso identitario, de reivindicación de la mujer gallega que mira al mundo.
NOIA, cómo redefinir la vanguardia desde la diáspora
Hija de militantes comunistas que combatieron a Franco en la clandestinidad
Gisela Fullá-Silvestre nació en Barcelona en algún momento de los años ochenta, hija de militantes comunistas que combatieron a Franco en la clandestinidad. Estudió Psicología clínica al tiempo que aprendía jazz en el conservatorio.
A los 12 años debutó en un grupo efímero de hardcore que se llamaba Fuck Off All, pero se tomó su formación musical muy en serio y terminó completando sus estudios en la prestigiosa Berklee School Of Music de Boston.
Desde hace una década, reside en Brooklyn, donde trabaja en la industria audiovisual como diseñadora de sonido (ha compuesto alguna banda sonora, también para videojuegos, pero sobre todo hace efectos especiales y mezclas).
NOIA es el nombre de su proyecto como cantante, compositora y productora pop. Arrancó en 2016 con un EP titulado Habits, continuó en 2019 con Crisálida y este mismo año ha publicado su primer álbum, titulado Gisela.
La catalana cultiva una imagen muy potente y un sonido que apunta en infinidad de direcciones: se advierten, al mismo tiempo, influencias de la canción tradicional, el bolero, el flamenco, el jazz, la tropicalia, el soul y el R&B, el tecno pop, la música industrial, el dancehall, el dembow y el fado.
De hecho, en su álbum versiona el clásico Estranha forma de vida, de Amalia Rodrigues (su único tema en portugués, ya que canta por igual en inglés, catalán y castellano).
Ha colaborado con artistas de campanillas como María Arnal, la colombiana Ela Minus y los puertorriqueños Buscabulla (que también han trabajado con Bad Bunny).
Al tiempo, en sus canciones se pueden encontrar invocaciones a la poeta feminista-catalinista-comunista María Mercé Marçal, a las cantaoras Mayte Martín y Estrella Morente y al astrónomo Carl Sagan, aunque también ha reconocido que la artista que más la ha influido es Björk.
De momento, su trabajo está obteniendo más reconocimiento en EEUU que aquí, incluyendo una amplia entrevista recientemente publicada en la prestigiosa revista online Pitchfork.
Queralt Lahoz, su abuela es el cosmos
Queralt Lahoz nació en 1991 en la localidad barcelonesa de Santa Coloma de Gramenet, de familia granadina que, por circunstancias de la vida, fue forzosamente matriarcal, sostenida por su abuela y su madre.
Esos orígenes los tiene muy presentes: su primer EP lo tituló 1917 en referencia al año en que su abuela nació, pero entre su merchandising también ha comercializado tote bags con el lema "Dios es mi abuela".
Y también han tejido su sonido, que partió de la copla, el flamenco, el bolero y la canción popular, pero que ella ha integrado de forma muy natural y personal con el hip hop, la música urbana, el house, el R&B, el dancehall, la salsa, el jazz y los ritmos latinos.
Su rastro previo se puede encontrar en grupos de mestizaje como Pokas Luzes, en la compañía flamenca Los Mulero, la agrupación de música latina Hits The Town y el dúo De La Carmela, que hacía versiones de boleros, flamenco y tangos.
Hay quien la considera la heredera natural de figuras como Mala Rodríguez y Gata Cattana
Debutó en solitario con el citado 1917 en 2019, en 2021 publicó su primer álbum, Pureza y este mismo mes acaba de lanzar Alto cielo, un EP de cuatro temas con una narrativa unitaria sobre las fases de una relación amorosa condenada a la entropía
Además, el lanzamiento ha sido acompañado de un filme (o un videoclip largo que engloba todas sus canciones) y que se estrenó en la plataforma Filmin. Hay en todo su trabajo una idea de la feminidad muy potente, y se suele resaltar su mezcla entre fortaleza, carácter, erotismo y compromiso.
Pureza se abría, de modo más que simbólico, con voces en off de Lola Flores, Mercedes Sosa y Mayte Martín, pero al tiempo ha reivindicado a figuras tan dispares como Enrique Morente y el pionero del reguetón Tego Calderón, al tiempo que ha colaborado con el veterano flautista de flamenco-jazz Jorge Pardo y con el colectivo Califato ¾.
Hay quien la considera la heredera natural de figuras como Mala Rodríguez y Gata Cattana, pero esa sería una comparación injusta y reduccionista: el universo de Queralt Lahoz, aún estando tan plagado de referencias, se percibe como salvajemente suyo, y con un alcance potencial que es aún difícil de calibrar.
De momento, ya acaba de recibir el premio Music Moves Europe, que concede la Unión Europea.
Verde Prato, fantasmagorías de la tradición oral
Ana Arsuaga (Tolosa, Guipúzcoa, 1994) toma su nombre artístico de un cuento de hadas del napolitano Giambattista Basile, y sus canciones tienen un poco de ese halo, entre acunador y perturbador. Tanto, que podrían sonar perfectamente en una nueva versión del filme La noche del cazador.
En realidad, el chispazo le vino gracias a un cartel que tenía en su casa, perteneciente a una adaptación teatral que su madre había hecho de la fábula de Basile.
La formación de Arsuaga también es ecléctica. Estudió Bellas Artes en Bilbao y ha expuesto como pintora. En la capital vizcaína formó Serpiente junto a Beatriz Perales y Elena Núñez: un grupo post punk de trayecto efímero pero muy interesante, que publicó dos álbumes, en 2017 y 2019.
Lo simultaneó con Mazmorra, otro trío de estilo mucho más indescriptible. Fue en el 21 cuando decidió debutar por su cuenta y plenamente en solitario (ella compone, canta, produce y elabora toda la música con un teclado y una máquina de loops).
Kondaira Heder Hura fue su primer trabajo, de siete canciones en euskera. El año pasado sorprendió con Euskal Pop Erradikala, donde adaptaba a su estilo un tema tradicional euskaldún junto a otros de las bandas de RRV Kortatu y Hertzainak y la cantautora Lourdes Iriondo.
Y este 2023 ha publicado Adoretua, un nuevo trabajo de siete temas, aunque esta vez alternando la lengua vasca con el castellano.
La artista toma su punto de partida de la tradición oral de su tierra y la lleva a un pop sintético sin considerar que lo que haga sea algo necesariamente renovador.
Según ella, solo sigue la tradición que abrieron Mikel Laboa y otros músicos vascos del siglo XX, aunque su podio de influencias lo comparte con la musa post punk Siouxsie y el bachatista Romeo Santos, y su estilo y puesta en escena comparte características con figuras como la californiana Tropic Of Cancer.
Desde su aparente minimalismo se percibe el fluir de la música sacra, el bolero y el reguetón, todo ello envuelto en un aroma fantasmal que mira hacia la noche de los tiempos y se pierde en lo insondable.
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